Sí, creo que todos conocemos la copla, y todos, absolutamente todos los que vivimos en el siglo pasado, la hemos tarareado alguna vez. Es de esas canciones que, desde que Celia Gámez la hizo llegar a los oídos del público, se incorporó al cancionero lúdico-festivo-espirituoso, junto con el “Asturias Patria Querida”, “clavelitos”, y otras coplas, pasodobles y boleros, como canción en grito de farras, jaranas y francachelas de considerable contenido alcohólico-efusivo.
“La Española cuando besa, es que besa de verdad, y a ninguna le interesa, besar por frivolidad”. Tiempos hubo en la que moral oficial daba pábulo a la veracidad, al menos a la veracidad pública, de la letra. Y ahora, tantos años más tarde, andamos a vueltas con un beso de una española, sin acabar de tener claro si es que besa de verdad, si es que besa a la fuerza, si es que es besada y no se entera hasta más tarde, si es que si es sí, no es no, o lo más seguro es que quién sabe.
Me avergüenzo de mí mismo. Echo la vista atrás y me avergüenzo de mi mismo y de la sociedad que hemos creado, que me obliga a avergonzarme de mi mismo.
Cuando vi por primera vez, no en directo, la escena del beso, esa cabeza de la jugadora atrapada entre las manos del dirigente impidiéndole cualquier tipo de movimiento evasivo, me sentí profundamente incómodo; no puedo descartar que parte de esa incomodidad procediera de mi absoluto rechazo a las maneras, a la zafiedad evidente, a la falta de modos y modales de un señor que representa a todo un país, a mi país, y cuyas palabras y actitudes suelen producirme vergüenza ajena. Y aquí surgió mi primera inconsistencia. El beso, evidentemente inadecuado por el lugar y el momento, incluso por la forma en que se produce, ¿me incomoda por el hecho en sí, o porque uno de los protagonistas me resulta insoportable? No lo sé, sinceramente no lo sé, no soy capaz de llegar a una conclusión que pueda considerar sincera, y el ruido mediático no me ayuda.
Después vi la actitud inmediata de las jugadoras, eufóricas, haciendo bromas sobre lo acontecido, y pensé que tal vez mi primera reacción no se correspondía con la percepción de las protagonistas. Pero seguía estando incómodo y molesto con mi falta de posibilidad de tener un criterio claro e independiente.
Y entonces surgieron las ministras dogmáticas, fundamentalistas, inquisitoriales, y los colectivos radicales y populistas que las apoyan, y estuve a punto de ponerme del lado de Rubiales, por rechazo visceral, porque el acto había sido inconveniente, pero una agresión sexual, no me lo parecía; y si no lo hice fue por la antipatía que me produce el personaje, equivalente a la que me producen las integristas. Pero, dado que la antipatía me acosaba por igual por ambas partes, tal vez pudiera ya tener una opinión que no me sumiera en una duda sobre mí mismo, y sobre todo lo que me rodea. Pero no, tampoco con la balanza antipática equilibrada, mi opinión resultaba serlo, equilibrada.
Han llegado los videos, los contra videos, los comunicados, los contra comunicados, las declaraciones de todos los entornos, las contra declaraciones de todos los entornos, y, al final, el resultado, es que no creo íntegramente a nadie.
Por eso me avergüenzo de mi mismo, porque mi pertenencia a esta sociedad maltratada, acosada, indefensa, desinformada de pura intoxicación informativa, me ha situado en una posición de incapacidad de análisis sobre un hecho que se ha producido directamente ante mis ojos, que, ya lo sostenía “Matrix”, parecen engañarme cada vez que creo haber visto algo, que una nueva mirada desmiente.
Es vergonzoso, y es lo único que tengo claro, el intento de apropiación política de lo que debería de ser una celebración por un hito histórico sin precedentes. El absoluto descaro de elaborar relatos, de forzar situaciones, de retorcer y manchar un logro deportivo. Es vergonzoso, independientemente de la gravedad, sea mayor o menor, la legalidad lo determinará, comprobar cómo se usa por unos para sacar la cabeza tras un fracaso de legislatura que los ha llevado al ninguneo electoral, cómo otros lo usan para que el ruido tape otros ruidos que ciertas negociaciones incómodas puedan provocar en la ciudadanía, como los de más allá intentan usarlo para defender posiciones machistas indefendibles.
Jenni, como dice el lema, estoy contigo, pero me sería de gran utilidad estar seguro de donde estás tú, sin presiones, sin agobios, sin euforias, realmente. Donde está la Jenni real, sea la de la euforia, la de la post euforia, o la de los comunicados por terceros interpuestos, porque ni yo lo sé, ni sé si Jenni lo sabe.
Al parecer, basta asomarse a redes, periódicos o comunicaciones, todos son, todos somos Jenni, pero curiosa, vergonzosa, descaradamente, cada uno es la Jenni que satisface sus intereses, sin preocuparse de si la Jenni real, la que tendría que estar ahora celebrando un éxito espectacular, coincide con esos intereses del, de la, de los solidarios de turno.
Bienvenida sea la defenestración, si es que al final se produce, de un zafio, al que nadie, como en la zarzuela, le recordó: “Rubiales, que tiés madre”, y la vemos ahora, a esa madre, de huelgas, de síncopes, de opereta, por defender a un hijo poniéndose ella misma en cuestión. Bienvenido sea el campeonato mundial de fútbol femenino, y ese juego alegre y estéticamente impecable, con el que se logró. Bienvenida sea la denuncia de unos hechos que no pueden volver a producirse. Pero me avergüenzo de una sociedad incapaz de respetar el pensamiento ajeno, incapaz de respetar la verdad aunque no satisfaga sus expectativas, incapaz de permitir un pensamiento libre no dogmático, incapaz de ver la realidad ni cuando esta se produce ante sus ojos.
Jenni, estoy contigo, pero, por favor, en cuanto puedas, dime donde estamos.
Hola Rafa. Que la conducta de los carroñeros no te impida ver lo fundamental: un hombre trató a una mujer, con quien tenía una -puede ser- cordial relación de jefe-empleada como un objeto de su propiedad, aprovechándose de su posición de poder y de la emocionalidad del momento. Abusó de su poder de forma machista. Punto. Los linchamientos mediáticos y políticos a los que esta sociedad del espectáculo inmediato nos tiene acostumbrado, son otra cosa. Repugnante o no, pero tan solo el contexto cultural en el que el hecho se ha producido. Por eso yo, me quedo con Jenni, que no quería ser nada, posicionarse sobre nada. Solo quería disfrutar en paz. Un abrazo.
Impecable artículo, aunque a mí, el personaje, la personaja y los personajos…me dan igual.
Lo que me importa es lo que se vende y se compra detrás de este «Velo de Isis» mediatico-político, qué es lo que se está pactando? Y cómo va a afectarnos?
El dictador cometía sus peores atropellos cuando la radio y el NODO lo tapaban todo con partidos de fútbol y corridas de toros.
Claro que no, Nacho, lo inconveniente del acto inicial es, junto con la manipulación de los protagonistas y de los espectadores, lo que tengo clarísimo en toda esta historia, aún sabiendo que en un momento de euforia se reacciona sin filtro; cualquiera que haya vivido uno de esos momentos lo sabe. Y los filtros, convicciones adquiridas mediante la educación, evitan que nuestro yo más primitivo adquiera protagonismo. Nada de esto disculpa el acto inicial, ni lo pretendo, solo son reflexiones, intentos de comprender, que no es justificar, y el asco por la apropiación interesada, carroñera de los políticos que no respetan nada, ni a nadie.