CARTAS SIN FRANQUEO (CXIX)- LA MATEMÁTICA PARLAMENTARIA

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Al parecer estamos en manos de la geometría, de, además, una geometría variable, y según lo leo tengo la impresión de que quienes invocan esa entelequia de difícil explicación, son los mismos, y tienen los mismos objetivos, que los que hablan de post verdad, y de relato:  explicar con palabras complicadas, con su complejidad, con su sofisticación aparente, una mentira evidente; usar conceptos que intenten distraer nuestra atención de una carencia absoluta de coherencia en el planteamiento, para justificar algo que en palabras llanas tiene una difícil justificación.

Hemos hablado de la dignidad del votante; hemos hablado de la ética imprescindible para que exista la democracia; ¿Y después, qué? Después, si se han respetado esa ética y esa dignidad, incluso si no se han respetado, como es el caso español en la actualidad, llega el momento de los números, de traducir a mayorías y minorías los expresados deseos de los electores, para conformar una legislatura constructiva, representativa.

La dignidad de los votantes debe de reflejarse como la dignidad de sus representantes, es incuestionable esta transferencia, al menos en teoría, y la ética democrática que les ha otorgado la potestad (potestas) de representarlos nunca debería de transformarse en un ejercicio de autoridad (autoritas) que conculque el deseo expresado de la mayoría, cuanto menos que pueda usarse para subvertir puntual, o ampliamente, la voluntad evidente del cuerpo elector.

Para ello debería de bastar una simple, sencilla, básica operación matemática. No hacen falta, ni siquiera, las cuatro reglas elementales de la matemática, con sumar y restar debería de ser suficiente, y cuanto más compleja sea la operación a realizar, menos cierto, menos representativo de la voluntad electoral, será el resultado obtenido.

Y sumar y restar son operaciones aritméticas que nada tienen que ver con la geometría, y cuya simplicidad no permite hablar de aplicaciones variables. A esta aritmética contumaz, transparente, inalterable, pertenece ese dicho tan repetido de: ”cómo dos y dos son cuatro”, como enunciado de una verdad incuestionable. Luego vienen los relatores, los de siempre, y dan una vuelta de tuerca más, y empiezan a hablarnos de bases no decimales, o de geometría variable, en un afán de enredar el discurso.

Yo estaría dispuesto a aplicar, a la aritmética parlamentaria, la teoría de conjuntos, o el análisis vectorial de fuerzas, si quisiera hacer un análisis más pormenorizado, más profundo de la realidad parlamentaria, pero jamás se me ocurriría tirar de geometría, trigonometría, cálculo logarítimico, o cálculo integral, salvo que quisiera deformar la realidad, lograr resultados de laboratorio para reinterpretar una verdad palmaria.

Pero, incluso comprando la mentira evidente de la geometría variable, basta con que aplique correctamente las reglas de la suma y la resta, para que el discurso triunfalista de un falso ganador se tambalee.

Lo primero que debe de suceder, para que dos cantidades sumadas incrementen el valor final, es que sus magnitudes absolutas pertenezcan al mismo eje, porque en caso contrario el resultado final será inferior al valor del mayor de los operandos. Para que no haya líos:

  1. 3 + 2 = 5. El resultado final (5) es mayor que los dos operandos (3 y 2). Suma e incrementa
  2. 3 + (-2) = 1.  El resultado final (1), mejora al menor (-2), y empeora al mayor (3), como sucede en cualquier operación de resta. Suma, pero disminuye.

Bueno pues suponiendo, que visto lo visto es mucho suponer, que el proyecto que se pretende es un proyecto nacional de izquierdas (¿se dice de progreso, no?), la matemática tradicional dice que, según la parte de la propuesta que se elija, nacional, o de izquierdas, no todas las fuerzas pertenecen al mismo eje. Volvamos a los ejemplos esclarecedores:

  1. Eje nacional. No pertenecen, y por tanto deben de figurar con signo negativo en una suma, o directamente restar, Bildu, ERC, Junts, y el PNV. Todos ellos nacionalistas, casi todos independentistas, cuyo interés principal es el fracaso constitucional del proyecto nacional, y su abandono. Lo dicen ellos. De ello se deduce que el proyecto nacional se vería mermado con la incorporación de estas fuerzas. Salvo los fanáticos ideológicos, nadie puede pensar que los lobos sean buenos guardianes del rebaño.
  2. Eje de izquierdas. No pertenecen a este eje, pero ni “jartos” de vino, Junts y el PNV, ambos partidos nacidos (Junts nace más tarde, pero es el heredero natural de Convergencia y de Unió) para defender los intereses de la clase empresarial decimonónica de los dos territorios españoles con mayor desarrollo industrial, y en los que la lucha sindical fue más feroz. No acabo de entender donde está la progresía, el izquierdismo, de los representantes de la clase empresarial más rancia, más explotadora, en su momento, del territorio nacional: el textil (Cataluña), y la metalurgia (País Vasco). Al igual que en el apartado anterior el proyecto nacional, en este caso lo que quedaría seriamente comprometido es el carácter progresista del resultado.

Las matemáticas no mienten, y está claro que, basadas en conceptos ideológicos, las cuentas no salen, la suma no permite un incremento del resultado, luego, si al final el resultado es el propuesto, lo que no es válido es el concepto que se propone para lograrlo. O, dicho de otro modo, más simple, si se puede sumar, incrementando, izquierda con derecha, nacional con nacionalista, es porque el eje sobre el que se opera no es ni nacional, ni ideológico ¿Tal vez económico? ¿Tal vez legislativo? ¿Tal vez territorial? En todo caso oculto en una operación no explicada de geometría variable.

Al pan, pan, y al vino, vino, dice el dicho popular, que Forges parafraseó en una de su viñetas, en la que un político le dice a otro: “Al pan, fus, y al vino, frolo”, retratando con todo el rigor que sabía imprimir a sus viñetas el mundo permanente de deformación del discurso, del enmascaramiento interesado de la realidad, de la mentira impune y con ribetes de chulería.

Hoy, en esa línea marcada por El Forges, también podríamos parafrasear el dicho y dejarlo en un contundente, evidente, pero inútil: “al pan, geometría, y al vino, variable”.

Recordando la vieja copla que cantaba mi abuela, y adaptándola a la matemática parlamentaria, podríamos cantar:

  • ¿De la democracia, qué?
  • De la democracia, na
  • ¿Pero no decían qué?
  • Decían, pero na.

Na, de na.

4 COMENTARIOS

  1. Genial ejemplo “ideológico-matemático”.
    Está claro que esos “ejes” de coordenadas, chirrían más que los del carro que no se engrasan, que decía la canción.

    Como bien dices los valores absolutos contrapuestos se cifran en números enteros. Con qué se come que el valor negativo no reste del positivo…? Creo que se come con la falta de escrúpulos.

    Muchas gracias.

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    • Gracias a ti por tus amables comentarios que me halagan sobre manera, aunque intento evitar que afecten al tamaño de mi ego.

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    • Como ya he dejado claro en varias ocasiones, a mi el PSOE no me parece de izquierdas, pero si, desde Zapatero para aquí, veo una deriva populista que no me explico que acepten, incluso que aplaudan, tantos miles de auténticos socialistas que deben de estar entre sus militantes. Supongo que es el encantamiento de la serpiente, o la fascinación de la pertenencia. En cuanto al PCE, ahora Sumar, antes Unidas Podemos, antes Podemos, antes IU, no podría decir que es, ni siquiera si sigue siendo. El último dirigente del PCE que yo recuerdo era constitucionalista, pragmático y muy demócrata, los actuales no me parecen ninguna de las tres cosas, hasta me cuesta reconocerles una mínima inteligencia, aunque parece que la tienen porque medran y consiguen subvenciones, prebendas y escaños.

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