CARTAS SIN FRANQUEO (CXLI) – EL HORIZONTE

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Me dices que creías, y creías bien, que el horizonte era el límite para tus ojos. Solo hay que variar los ojos que utilices, (la mente tiene un juego de ellos capaces de abarcar el infinito y más allá, que decía Buzz Lightyear en Toys), solo hay que situarse en el ultreya de los peregrinos, para manejar el horizonte según la premisa de que todo lo que es hacia arriba es hacia abajo, todo lo que es  hacia fuera lo mismo es hacia adentro. El horizonte es, al mismo tiempo, una frontera superable e insuperable. Insuperable cuando caminas hacia él, porque siempre retrocede tanto como tú avances, pero superable por esos ojos que la imaginación provee, capaces de sobrepasar cualquier horizonte que se ponga en su camino, salvo el que separa lo infinito de lo eterno.

 

Piensa que eres un universo repleto de galaxias y de vida y considera que cada una de tus células es un universo repleto de galaxias y de vida, y así hasta el infinito, y si tu te ves finito es cierto que lo eres para los universos que te contienen pero no lo eres para los contenidos, porque como bien decía el planteamiento del matemático no todos los infinitos son iguales-si lo fueran serían eternos-, y el cerebro puede verlo.

Permíteme, sin alcanzar la calidad poética de otros autores, que aporte mi más modesta descripción del universo:

Poliedro

La existencia es un poliedro

Con tantas caras como instantes tiene el universo,

Y en cada una de esas caras he de recrear mi vida,

Y cada una de ellas es solo la cara visible de un poliedro

Con tantas caras como instantes distintos haya podido tener el universo

Y en cada una de ellas existo y me miro, sin conocerme a veces,

Y cada una de ellas es solo un instante visible de un poliedro

Que tiene tantas caras como instantes imposibles tiene el universo

Y en cada una de ellas he de imaginarme, y en otras no puedo,

Ni siquiera

Y al fin y al cabo este universo no es más que la cara visible de un poliedro

Cuyas caras no puedo ni siquiera alcanzar a enumerarte.

(*) La esfera es un poliedro de infinitas caras.

 

El poliedro, sus caras, son lo finito, lo perceptible; la esfera es el infinito, lo imaginable; el volumen contenido y continente de la esfera, serían lo infinito de lo infinito, de lo infinito, infinitamente, o sea, la eternidad.

Lo único que separa a lo finito de lo infinito, es el tiempo para describirlo, esa inexistencia que limita la existencia y crea esas parcelas de percepción, que lo infinito cuestiona, y que la eternidad desmiente rotundamente.

Tal vez lo más limitado del hombre sea su percepción del entorno, que le es necesaria para reconocerse, para ubicarse, necesita un donde, limitado por horizontes, que le permita decir donde, porque su finitud precisa de una ubicación definida para sentirse, así como necesita un cuando, una percepción falsa de un discurrir que no existe fuera de su limitación, porque necesita sentirse ahora, lo que crea automáticamente las paradojas del antes y el después, que conforman un discurrir lineal, que ni la misma ciencia acepta.

Así que sí, que el horizonte existe en cuanto que somos personas de percepción física finita, y los necesitamos para poder reconocernos y ubicarnos, pero nuestra mente, nuestra alma, nuestra diferencial inteligencia, trasciende esos límites e intenta acercarnos al infinito, llevarnos hasta esa unicidad que parece ser la eternidad.

1 COMENTARIO

  1. Sólo la libertad conduce a la verdad. Nada más libre que el pensamiento metafísico.

    Enhorabuena; por una bella reflexión de poderosas alas.

    Muchas gracias.

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