Me preguntabas por mi opinión, otra vez, sobre lo de Vinicius. Lo voy a repetir, me voy a repetir, uno de los mayores lastres que arrastra la sociedad es la ideologización de los problemas, la apropiación ideológica de la lucha contra lacras y odios, que sólo una educación concienzuda de la sociedad puede solucionar.
Hablo, por supuesto, de género. Hablo, sin duda, de situación social, económica. Hablo, es inevitable en este momento, de raza, de etnia. Hablo, porque se está dando sin que nadie repare en ello, de edad. Hablo, porque puedo y quiero, de todas las caras de la xenofobia, del odio, miedo, a lo diferente. Hablo de esa ristra de leyes de contenido ideológico que están lacerando a los ciudadanos de un país a los que se está intentando imponer y configurar una sociedad atemorizada, en vez de una sociedad educada y convencida, y que dan como resultado el efecto contrario, la radicalización a la contra de aquellos cuyas posiciones ideológicas son contrarias a los autores de la ley, que , a su vez, se encargan de exhibir y provocar ese rechazo con actitudes de frentismo, y división de la sociedad en buenos y malos.
Ante este tipo de cuestiones, lo último que necesita la sociedad, lo último que necesitamos los que intentamos abstraernos a una guerra mentirosa y dañina, es más respuestas. Es hora de hacerse preguntas, es hora de examinar las respuestas a esas preguntas sin caer en la fácil salida de la autocomplacencia, negándolo todo, o en la propuesta justiciera de considerar la sordidez de una sociedad culpable y aberrante, que en nada se parece a la que percibimos cotidianamente.
¿Existe en España la xenofobia? Por supuesto, la xenofobia es una respuesta que existe a nivel individual, y de grupos concretos, en todo el mundo, pero esa existencia no implica necesariamente que todo un país sea xenófobo. Es más, y en casi todos los casos, todos tenemos, por nuestra educación, por nuestro entorno, un poso xenófobo, un poso supuestamente primitivo, que la educación y la evolución de la sociedad nos permite identificar, e intentar aislar, para evitar que se acabe convirtiendo en convicción, o en comportamiento. No podemos enterrar y pensar que no condiciona, una convivencia de siglos con la etnia gitana, plagada de desencuentros, chistes y prejuicios, por ambas partes, ni varios siglos de batallas, de encarnizada lucha con los musulmanes.
Tal vez, curiosamente, el único racismo que puede venirnos importado, que nunca hemos vivido directamente, es el de los negros. España nunca fue una potencia esclavista, y la esclavitud, aunque solo fuera oficialmente, ha sido casi siempre, en casi todo el territorio, ilegal.
Pero, seamos más concretos, seamos más inquisitivos, las circunstancias de la actualidad parecen favorecerlo: ¿Se pueden combatir los delitos de odio, provocando el odio, el enfrentamiento? ¿No es eso, al fin y al cabo, lo que acaban logrando las leyes de corte ideológico? Me queda en el aire, por inconveniente, pero no por ello soslayable, otra pregunta ¿No es eso lo que parecen pretender esas leyes? ¿Sus promotores?
Todos los desencuentros, principalmente aquellos que parten del, y generan, odio, tienen multitud de aristas, de visiones, incluso diría que tiene un recorrido de odio por ambas partes, aunque eso no evite el que haya una parte que lo genera en posición de superioridad, desde el supremacismo; pero ni esa posición, ni todo el entramado de agravios, nos permite presuponer que haya una parte totalmente inocente, tal como parecen pretender a aquellos que utilizan estas fobias en su provecho, desde una posición absolutamente populista.
Permíteme, desde una imposible posición de neutralidad, que intente un ejemplo, que cuente una historia, irreal, pero no imposible, tal como estamos siendo manejados por intereses que nada tienen que ver, aunque lo pretendan, con las posiciones de derecho o de ética de esta sociedad, de la sociedad española.
“Iba el otro día por la calle, y me crucé con una persona negra, y en ese momento me salió del alma gritar: imbécil. Pasaban por allí, es necesario para la historia, un militante de la izquierda radical y un militante de la derecha radical, que escucharon mi interpelación, y se acercaron para intervenir. El militante de la derecha radical se dirigió a mí, presuponiendo que el negro, ese era el color de su piel y así lo describo, me había molestado y mi reacción era totalmente justificada. El militante de de izquierda radical, lo primero que hizo fue dirigirse a mí gritando y llamándome racista, gritos a los que se unió el negro que hasta ese momento no había intervenido, y acabaron llamando a la policía con el fin de denunciarme por un delito de odio”
Nadie me preguntó por qué había reaccionado de esa manera, tampoco les preocupó si yo había dirigido mi improperio contra esa persona, o no, cada uno se apropió de la historia dándole el sesgo que favorecía a su posición ideológica, o étnica. Todos ellos se consideraron con el derecho a reivindicar su superior posición ética desde unos hechos que solo conocían parcialmente, pero se ajustaban a un patrón que les permitía erigirse en entes superiores y justicieros.
¿Qué pasó realmente? Cómo este es un cuento moral, aunque bordee la realidad cotidiana, podemos darle varios desarrollos a la historia:
- El señor negro hizo un comentario inadecuado hacia otra persona, o hacia mí, justo cuando pasaba a mi lado, que me hizo reaccionar.
- Me desagradó el aspecto del señor negro y reaccioné de forma abrupta, racista.
- Iba oyendo en mi móvil un comentario político, con unas declaraciones que me llevaron a reaccionar calificando al declarante, y ni me había fijado en que hubiera alguien a mi alrededor que pudiera sentirse concernido.
- Padezco el síndrome de Tourette.
Esta misma historia puede aplicarse a cualquier fobia, a cualquier xenofobia, de las que ciertas posiciones populistas se empeñan en legislar, en vez de buscarle una solución viable, y en cualquiera de ellas el resultado es el mismo, una sociedad enfrentada y un agravamiento de los casos, en cantidad y en acción.
Por mucho que haya gente que pretende inducirnos a un pensamiento uniforme, único, si nos paramos a observar, nos daremos cuenta de que hay blancos, y negros; de que hay imbéciles blancos, y negros; de que hay racistas blancos, y negros. Y toda una infinita gama de grises cuya corrección solo es viable desde un reconocimiento de todas las facetas del problema, y desde una educación consensuada, asumida y exquisita.
Vinicius, el jugador de fútbol, recibió insultos racistas, intolerables, pero tampoco él, que se está convirtiendo, que está siendo convertido, en un provocador consumado, es totalmente inocente. Curiosamente es el relevo, en reacciones de odio en los campos ajenos al de su equipo, a otro jugador que en ese caso era blanco, Cristiano Ronaldo. Curiosamente del mismo equipo, curiosamente de la misma demarcación, pero de distinta raza, y objeto de distinto tipo, pero no menos, insultos.
Si ese jugador, o este de ahora, jugaran en otro equipo ¿provocarían las mismas reacciones? ¿Por qué, es solo una pregunta, los demás negros, orientales, sudamericanos, no despiertan esas mismas actitudes exacerbadas de odio? ¿Es posible que el enfoque ideológico no sea el correcto? ¿Es posible que alguien esté interesado en provocar esas actitudes?
Al final, como todo lo que tocan las ideologías, tenemos más preguntas que respuestas, más frentes abiertos que soluciones reales, más odio después de sus pretendidas soluciones, que antes. Pero lo suyo es complacer a los propios, no resolver problemas. Populismo.
Excelente análisis de una situación absolutamente sobredimensionada. Claramente hubo interés desde ciertos ámbitos en amplificar esta polémica, aunque finalmente se les fue de las manos y, tras la enorme explosión inicial, el ruido ha ido disminuyendo y ya casi no se habla del tema. Algunas preguntas que me surgieron casi inmediatamente después de los hechos:
-¿Por qué no recibieron insultos (racistas) el resto de jugadores negros del Real Madrid? (Coincido con tus comentarios sobre el carácter provocador de Vinicius)
-Aunque citas el caso de Ronaldo, hay otra estrella futbolística que ha recibido tremendos y abundantes insultos, especialmente en el Bernabeu: Leo Messi. ¿Hay alguna diferencia entre los insultos recibidos por Messi en el Bernabeu y los recibidos por Vinicius en Mestalla? ¿Se deben calificar unos como racistas y otros no, o son frutos del mismo tipo de odio y falta de deportividad en el fútbol?
-¿Habría habido tanto ruido mediático con los insultos a Vinicius si el Real Madrid hubiera ganado el partido?
La respuesta a esta última pregunta aclararía el posible carácter sesgado y manipulador de la polémica. Evidentemente, los mismos que la provocaron tuvieron que dar un par de pasos atrás cuando el tema trascendió al ámbito de la política internacional, llegando el caso incluso a la ONU y perjudicando la imagen exterior de España como país. Por supuesto, hay que combatir la violencia, pero también hay que desenmascarar a quienes la provocan aparentando neutralidad y arrogándose una supuesta superioridad ética, cuando en realidad tienen intencionalidades claramente dirigidas. Y personalmente creo que todo esto no tiene mucho que ver con el racismo (algo puede que sí, pero no mucho): la violencia verbal en el fútbol es la misma independientemente del color de la piel, sólo cambia el tipo de palabras, que también pueden ser muy hirientes, desafortunadas y crueles cuando el receptor de las mismas es un jugador blanco, asiático o de cualquier otra raza.