CARTAS SIN FRANQUEO (CV)- LA OSADÍA

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Hay palabras, conceptos, actitudes, en los que es difícil deslindar su significado, pero, no por difícil, es menos importante clarificar esas diferencias. Sucede con la soberbia, la desfachatez, la prepotencia y la osadía, la acepción mala de la osadía. Son todas cartas del mismo palo, juntas hacen jugada, pero obedecen a distintas características, y es difícil concebir una persona que desarrolle alguna de estas actitudes, sin que las otras afloren en mayor, o menor medida.

Hoy, a colación de la cuestión que me planteabas, sobre determinadas actitudes populistas, se me viene  a la cabeza la osadía, esa actitud que sobresale en ciertas personas mejor equipadas para el silencio que para la lección ajena, esa actitud típica que debe, obligatoriamente, ir acompañada de la ignorancia, de la candidez, o de la falsedad.

Evidentemente, estoy hablando de la segunda acepción que la RAE recoge respecto al osado, a la osadía. Porque osada es, y desgraciadamente habitual, aquella persona que se siente capacitada para contarte tu propia vida, que se siente impelida a explicarte lo que tú has vivido en función de ideas preconcebidas, o de vivencias mucho más parciales que las tuyas; osado es quién vive en la mentira, o de la mentira, en la absoluta confianza de engañar al ajeno.

Osadía es la de aquellos que, habiendo sido manipulados, y en la soberbia de no aceptarlo, o en la candidez de no enterarse, intentan explicarle al mundo que su manipulación es una verdad incuestionable, ante la necesidad de defender una visión que los hace, a ellos así les parece, importantes para el manipulador.

Pero creo que la mejor forma de explicar lo que es la osadía, es poner unos cuantos ejemplos:

  • Osadía, es que alguien con menos de cincuenta años venga a explicarme como era la convivencia con el franquismo. Que venga a insinuarme como fui manipulado por el NODO, o los boletines informativos de RNE, y lo haga desde una posición ideológica y populista.
  • Osadía, es la de Tezanos, mintiendo desde un organismo oficial, para favorecer a los suyos, y reivindicar la mentira de todos los demás por no acomodarse a la suya, y persistir en la mentira fracaso, tras fracaso.
  • Osadía, es sostener al susodicho en un cargo oficial, y denunciar a los que no se acomodan a esa verdad oficial, aunque los resultados demuestren la mentira de unos, y la razón de otros.
  • Osadía, es la de ciertos ministros explicando una realidad que no existe a nivel popular y reivindicar ese relato como una realidad que la realidad no reconoce, y culpando a esa realidad de no aceptar su alternativa
  • Osadía, es la de Irene Montero, y todos sus acólitos y palmeros, culpando al universo mundo del fracaso de sus populismos, de sus ignorancias. Si Zorrilla no lo hubiera escrito hace, va ya para, doscientos años, y puesto en boca de Don Juan: “Llamé al cielo y no me oyó…”, y pido disculpas por el personaje elegido, que puede producir, a la interfecta, urticaria machista, sería para volver a escribirlo.
  • Osadía, es, al analizar el resultado de unas elecciones, considerar que aquellos que no han votado las opciones que cada uno pueda defender, son unos vendidos, ignorantes, fascistas, comunistas, equivocados, a elegir entre uno o varios, y vaticinar la muerte de la democracia por el ejercicio de la democracia, del peculiar sentido de la democracia consistente en votar las posiciones ideológicamente aceptadas por el analista, que preconiza la imposibilidad democrática desde cualquier otra ideología.
  • Osadía, y de las gordas, es erigirse en portavoz de una mayoría que nunca te ha votado; es erigirse en adalid de una verdad social contraria a la aceptada por la sociedad, en nombre de esa sociedad, o por su bien.
  • Osadía, es hablar de ex asesinos. Los asesinos, siempre serán asesinos, pase el tiempo que pase, porque, hasta donde alcanzo a conocer, no existen las ex víctimas. Otra cosa es que puedan llegar a ser arrepentidos, categoría que solo se alcanza con hechos, nunca con palabras.
  • Osadía, es cambiar las leyes, favorecer a los delincuentes, en contra del criterio popular, y pretender venderlo como una mejora democrática. Los legisladores, también ellos, deberían de garantizar el legislar de acuerdo con aquellos que los han elegido, y no en contra de su voluntad, en función de necesidades puntuales, o de criterios ideológicos.
  • Osadía, es la de la cúpula popular pensando que pueden evitar la negociación con el populismo de derechas, sin dejar de criticar la entrada del populismo de izquierdas en el gobierno actual.
  • Osadía, es denunciar el populismo de derechas como peligroso para la democracia, para la libertad, para la vida, sin pararse a contar cuántos muertos llevan en el mundo las dictaduras de izquierdas, cuantos años de falta de libertad, cuantos cautivos tras fronteras impenetrables. Desgraciadamente, las distopías, son una característica de los radicalismos, de los extremismos, de los populismos, sin que, al fin y a la postre, desde el punto de vista ciudadano, importen mucho los valores que dicen representar, y que son los primeros en cercenar.
  • Osadía, es denunciar la corrupción ajena, mientras con el pie intentas meter la propia debajo de la alfombra, porque eso significa que no tienes el más mínimo reparo en amparar a la que te favorezca.
  • Osadía, es ignorar que el comportamiento fascista de los autodenominados antifascistas, que suponen una vía sin otra posibilidad que la de ser vía muerta, una vía sembrada de muertos.
  • Osadía, ignorancia, prepotencia, ideologización, entreguismo, es pensar que el mundo se divide en buenos y malos en función de un carnet, de un pensamiento, de una bandera, o de una frontera.
  • Osadía, debilidad mental, incapacidad de análisis, renuncia a la autocrítica profunda, sincera, es pensar que los malos, los equivocados, los peligrosos, los intolerables, siempre son los demás, los ajenos, los que piensan diferente a nosotros, porque, al final, acaba resultando, se acaba llegando a la conclusión, de que los peligrosos son los que piensan.

Parafraseando a la copla: “la osadía es un bicho muy malo, que no se mata con piedra, ni palo”, y, desgraciadamente, el panorama político español, como llevamos viviendo ya durante más de dos décadas, es terreno propicio para los osados, que compiten en osadías, sin importarles un ardite que se les vea el plumero. Es más, hay quienes les aplauden; otros osados.

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