CARTAS SIN FRANQUEO (CLXXVIII)- REFLEXIONES SOBRE LA IA: POTENCIAS Y VALORES

1
37654
81

Si tuviéramos que resumir que es lo que querríamos que tuviera, que es lo que tendríamos que pedirle a una inteligencia, que es lo que le exigiríamos para poder considerarla como acreedora a ser aceptada como inteligente, ese catalogo de características, esa relación de percepciones, sería aplicable tanto a cualquier elemento construido, y esto es importante, como a cualquier vida de nuestro propio planeta, y a cualquier otra potencial existencia extraplanetaria.

Foto de Cash Macanaya en Unsplash

Porque llevamos hablando años, en realidad siglos, me atrevería a hablar de milenios, sobre la búsqueda, e identificación, de inteligencias exteriores, sin que hayamos establecido un criterio claro sobre lo que estamos buscando, la que pretendemos encontrar ¿Bastaría una respuesta, cualquier respuesta,  a nuestra búsqueda a ciegas? Posiblemente no, ya que hay posibilidades de que haya respuestas inconscientes activadas por la recepción de nuestro mensaje. Cuando rozamos ciertos elementos de la naturaleza, provocamos una reacción instintiva, que demuestra una acción sensorial, no una inteligencia. Normalmente hablamos de movimiento, también de emisiones de ondas, o de cualquier otro tipo de reacción con la que el entorno haya dotado al ser, o al no ser. Los minerales también pueden reflejar unas ondas captadas. Incluso lograr que ese reflejo resulte modificado respecto al recibido. Nuestra IA, la  presupuesta inteligencia creada por nuestra tecnología, sin ir más lejos, responde puntualmente al estímulo de nuestros requerimientos.

Además, hemos basado nuestra búsqueda en una vocación tecnológica de la inteligencia, lo que equivale a decir que la humanidad solo puede ser considerada inteligente los últimos doscientos años, exagerando casi cien, y obviando que nuestra deriva tecnológica solo es una de los posibles, tal vez ni siquiera la mejor, senda de progreso en nuestra evolución.

Luego es importante, dado el punto de búsqueda y evolución actuales, establecer unos criterios inequívocos al respecto, que nos permitan, enfrentados a la situación, afirmar que nos encontramos ante una inteligencia. Aunque la tarea no es sencilla, ya que lo primero que intentaremos será hacer una suerte de identidad común, semejante, que nos engañe, pero es imprescindible lograr esa premisa. Hablamos de valores, de sentimientos, de tecnologías,  y, sobre todo, de potencias, que no tienen por qué ser válidos en inteligencias externas, aunque seguramente sí serían imprescindibles en aquellas que nosotros pudiéramos homologar, construir, reconocer.

Entre los valores pondríamos la conciencia, la empatía, la tolerancia, el respeto a la libertad, el amor, la caridad. Todo el catálogo de objetivos que nos han llevado a la promulgación de los Derechos Humanos, y a la concepción de una sociedad ideal, aunque el tal ideal sea puesto en cuestión por nuestros propios actos. Y, seguramente, esta sería la primera renuncia en nuestra búsqueda, ya que esos valores no son ni siquiera respetados dentro de nuestro ínfimo mundo, cuanto menos podemos exigirlo a posibles inteligencias cuyo desarrollo, cuyas experiencias y valoraciones, nada tendrían que ver con la nuestra. O, por darle la vuelta al razonamiento, los valores son una consecuencia evolutiva de la consciencia propia, y del entorno, por lo que primero sería la inteligencia y, a posteriori, esos valores éticos que regulan la autoconsciencia, y su relación con el entorno, si es que es una inteligencia social, que tampoco tiene por qué serlo.

Y, prácticamente en el  mismo escalón que los valores, tendríamos que considerar los sentimientos, objetos de la inteligencia emocional, relacional, pero ¿podríamos aseverar que los sentimientos son inherentes a la inteligencia, o, en realidad, solo lo son a la inteligencia humana? Es difícil contestar a la pregunta si hablamos de inteligencias exteriores, incluso si hablamos de una posible inteligencia creada por nosotros, ya que tendríamos que entender el mecanismo de los sentimientos en  nosotros mismos, que aún no lo hemos logrado, antes de que podamos considerarnos capaces de transmitirlo a una creación humana. Imaginemos una línea de código que venga a decir: “Si existe un reconocimiento agradable de otro ser, poner mariposas en el estómago en ON”. Seguramente es programable la correlación entre imagen y consecuencia, pero no la sensación, no la emoción, no el sentimiento tal como nosotros lo percibimos.

Respecto a la necesidad tecnológica, ya apuntada, me parece un camino  con poco recorrido, un camino corto y problemático, ya que la presunción de que la inteligencia tiene que recorrer la senda tecnológica como opción inevitable, y de que solo existe una vía de desarrollo tecnológico, y es la que nosotros hemos encontrado, es, cuando menos, cuestionable.

Posiblemente nuestros indicadores de inteligencia tendrían que recurrir a las potencias para poder establecer un criterio con ciertas garantías de verosimilitud, con cierta amplitud de miras para poder identificarla. Sin duda habrá más, pero creo que las que voy a enumerar son las imprescindibles para considerar que nos encontramos ante una inteligencia, como mínimo, del mismo rango que la nuestra. Estas potencias son:

 

  • La voluntad. La inteligencia ha de ser capaz de reconocer y actuar según sus necesidades. No puede depender de una orden, o impulso exterior, si no interior, para iniciar cualquier tipo de procedimiento.
  • La consciencia. La inteligencia debe de reconocerse y reconocer su entorno. Debe de “sentirse” como parte de su existencia.
  • La curiosidad. La inteligencia necesitará entender todo lo que interactúa con ella, y, por tanto, necesitará generar las preguntas imprescindibles para conocerlo, y conocerse.
  • La iniciativa. Es, casi, una consecuencia de la voluntad y la curiosidad. La inteligencia decide lo que quiere, lo que busca, lo que necesita, y si no lo encuentra, tomará las medidas para crearlo.
  • La conciencia. La inteligencia desarrolla un sistema de regulaciones de interactuación con su entorno, un sistema que le permita saber qué puede considerar correcto, y qué incorrecto, y decidir lo que le interesa, aunque no siempre sea lo correcto.
  • La evolución. La capacidad de una inteligencia para variar su percepción de todo lo que le atañe, según experiencias, reflexiones y presunciones, y actuar conforme a esa variación de la precepción.
  • La creatividad. Es casi una consecuencia de todo lo anterior, pero es la más abstracta de las potencias, la más inteligente de las inteligencias, ya que permite crear lo que no existe, imaginar lo que no ha existido, percibir lo imperceptible, innovar y complementar el entorno y crear alternativas del mismo.

 

De todas formas, y resumiendo un poco todo lo dicho hasta ahora, la primera exigencia de la inteligencia sería, casi indefectiblemente, poder considerar que es un ser “vivo”, independiente, interactivo e innovador. Un ente que elimina de su comportamiento la pausa a la espera de una orden, o impulso exterior, para poder pasar a la acción, un “ser” en el amplio sentido de que solo cuando sea capaz de decir “soy”, y que ese aserto sea algo más profundo que una identificación, y logre considerarse una singularidad, una parte diferenciada y sensitiva de todo lo que le rodea.

Y, con todo, cualquier cosa expresada, cualquier definición, o explicación, que podamos enunciar respecto a la inteligencia, incurre en la incapacidad semántica de encontrar la palabra adecuada para poder aseverar que un comportamiento es indicativo de una inteligencia, y no de un instinto, o una reacción preconcebida, pre programada. Y esta dificultad, esta misma duda, o inconcreción, es el primer indicio de que no hemos logrado aún identificar ninguna inteligencia fuera de la nuestra, y que por tanto la IA no es, ni siquiera se acerca, una inteligencia en el sentido último del término.

Posiblemente todas estas consideraciones también sean una pista fundamental a la hora de ponernos sobre a viso de que nosotros mismos somos una inteligencia creada en proceso de evolución, de convergencia con nuestra inteligencia creadora, pero no estamos hablando, no aquí, no ahora, de esa posibilidad. Pero algún día habrá que abordarlo.

1 COMENTARIO

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí