CARTAS SIN FRANQUEO (CLXVII)- AÑO NUEVO EN EL DESIERTO

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Foto de Inbal Malca en Unsplash

Vino a visitarme el tiempo bajo una bóveda de luz blanca, tachonada de cuentas incontables, poblada por luceros innumerables, entrelazados con espacios insondables, a distancias inimaginables, y, sin que pudiera apenas percatarme, sin mediar gesto, ni palabra, hizo ademán de pasar la página. ¡Espera! Le grité sin que llegaran a sonar mis palabras, inmerso mi cuerpo en una marea de arenas susurrantes, siseantes, acogedoras, que amenazaban con llevarme con ellas sin que mis pies colaboraran. Espera, dame un instante para ver la belleza de este momento. Juraría que resonó una risa en  mi cabeza; el tiempo no me concedió la tregua necesaria para apreciarlo, y un año nuevo se abalanzó sobre mi existencia, dejando atrás el año que ya no estaba, sin que nada en mi percepción se inmutara en el transcurso. Las arenas seguían insinuando, en su sonido, caminos que nunca estuvieron abiertos, salvo para aquellos que supieran navegarlas. Las estrellas seguían iluminando mundos inconcebibles, espacios inaccesibles, realidades inabarcables, que resistían el esfuerzo desesperado de mi mente por asomarse a unos lugares que nunca estuvieron a mi alcance, mientras su luz, derramada a distancias con las que mi mente se pierde al intentar dimensionarlas, pretendía penetrar una negrura pertinaz, densa, acaparadora de la belleza cromática que solo se rinde, se revela, a un sol próximo, propio, cotidiano.

Puede que el tiempo se considere mi dueño, dueño de mi transcurrir vital, de mis caminos, que me empuje, que marque, inclemente, una tiranía secuencial sobre mi vida, pero asomado a las infinitas infinitudes del desierto, al parpadeo imperceptible de un año que se marcha, es apenas nada, un pobre recurso para movernos en dimensiones que nos sobrepasan, una herramienta sin fuste para limitar lo que no abarcamos.

Solo, solitario, embriagado por la inmensidad de lo contemplado, renegando del tiempo, negándolo, renegando del espacio, navegándolo, nombrando las dimensiones que pretenden acotarme, reflexiono; solo la belleza me devuelve a la dimensión divina de la que procedo, a la eternidad, que es mi hábitat inmutable.

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