No cabe duda de que hay personas cuyo carisma y buen hacer profesional, marcan tendencia en el mundo que les rodea, pero nunca he entendido, entiendo, ni entenderé, que muchas de esas personas se conviertan en una especie de gurús de la verdad política, ni en la suficiencia con la que afrontan ese papel. Como tampoco he entendido nunca ese arranque fanático que pretende destruir la obra, sobre todo si es apreciable, de alguien que no se ajusta a los parámetros morales imperantes, que ciertos grupos imponen bajo pena de linchamiento.
Un gran actor, o director, o escritor, o músico, o pintor, o, incluso, intelectual, no es más que una persona con una gran capacidad en la disciplina a la que se dedica, como lo pueden ser un futbolista, un funambulista, un charcutero, o el zapatero de la esquina, pero eso no garantiza que sus opiniones sean más respetables que las de alguno de mis amigos, o que alguna de las personas que trabaja conmigo, y que, en la mayoría de los casos conocen una realidad cotidiana, de supervivencia, que la mayoría de estos personajes desconoce.
Decía mi ex, con gran sentido de la realidad, y una construcción perfecta, que hay personas laboralmente brillantes, que sin embargo son tontos civiles. Lo suscribo, plenamente.
Y viene esta reflexión a la repercusión que ciertas palabras de una gran actriz, magnífica cantante y excelsa señora, han tenido en los medios de comunicación, y que me han llamado la atención por lo de revelador que tienen, respecto a por qué abomino de las ideologías, por qué, como ácrata confeso, considero que las ideologías son el mayor cáncer que la humanidad tiene que soportar, como causantes de las guerras, de los desastres económicos, en realidad los que me preocupan son los sociales derivados de los económicos, y de un clima permanente de enfrentamiento.
Las palabras, cito lo que leo textualmente: “»¿Libertad en qué?». O lo que es lo mismo, al parecer, se deduce de sus palabras, Ana Belén, considera la libertad como una especie de parcelación política de un concepto absoluto, porque, aunque las ideologías se empeñen en otra cosa, la libertad es un concepto absoluto, que no admite matices, parcelas o componendas. Pero, por si acaso no quedara claro, remacha: «¿En que me pueden poner unas aceitunas tomándome una caña? ¿Pero qué es más importante? ¿La aceituna, o que yo tenga médicos en la sanidad pública? ¡Joder! Quiero decir, que entonces prefiero no tomarme la aceituna, coño”
Exabruptos aparte, que no me aportan ninguna idea concreta, lo lamentable es que esta gran actriz se permita poner en cuestión mi libertad, para defender la suya, e, incluso, para más inri, nos considere imbéciles a la mayoría de los seres humanos. Todo muy populista, todo muy característico de una postura, yo diría pose, de una superioridad ética e intelectual que desmontan sus propias palabras.
Me explico: nadie, por muy idiota, descerebrado, incluso siendo de extrema derecha, o de extrema izquierda, que sea, elegiría nunca comerse unas aceitunas renunciando a una sanidad universal, a un equipamiento eficiente de esa sanidad, o los medios necesarios para un bien común evidente. Y con eso, es claro que considera que somos idiotas, todos menos ella, y sus correligionarios.
Pero, y voy un paso más allá, lo más preocupante del ejemplo, coño, joder, es que niega de raíz mi libertad para pensar por mi mismo si prefiero comer unas aceitunas, o tener un médico cuando lo necesito. Es decir que, parafraseando aquella famosa página web “yapecoyoporti.com”, ya piensan ellos por mí, con .com, o sin .com, porque lo mismo me equivoco, o no sé elegir.
Muy señora mía, y admirada actriz y cantante, usted está negando mi libertad, usted está negando la libertad, que consiste, precisamente, en que yo pueda decidir lo que me interesa, sin necesidad de que nadie tutele, o se apropie, de esa decisión. Eso, admirada Ana Belén, es mi libertad, es mi potestad, es aquello que me distingue de cualquier otro ser que coexista conmigo. En realidad, salvo para obsesos del pastoreo de masas, lo que estoy exponiendo, es una idea básica, de primero de derechos ciudadanos, pero, algo que no reconocerán nunca ninguna, ni la suya, ni las otras, ideologías, que persiguen el pensamiento único, y el sometimiento de las personas.
Luego, y esto ya más coloquialmente, se pregunta, pregunta, si ¿el comunismo le ha hecho algo a España? Pues no, así al pronto, no. Habría, tal vez, que ponerse a pensar en si ha tenido oportunidad, en lo que se ha hecho, en su nombre, en otros lugares, y en un montón de cuestiones y variables, pero, teniendo sus declaraciones a mano, frescas, para que me voy a esforzar. No, mire usted, el comunismo no me ha hecho nada, pero sus palabras me hacen pensar que, si tuvieran oportunidad, lo mismo, subiendo los impuestos, prohibiendo los aperitivos, o cerrando los bares, hacían que las aceitunas me resultaran inaccesibles. Eso sí, como en la fiesta de la marquesa que otras veces he mencionado, por mi propio bien, y el de la sanidad pública. Naturalmente.
En todo caso, y contraviniendo las recomendaciones que las gentes ideológicamente cargadas, como ustes y otros seguidistas de consignas e ideologías, yo no confundo la persona con el artista, la obra con las ideas, por lo que seguiré oyendo sus canciones, viendo sus películas, y renegando de su ideología, o, tal vez, de la forma de presentarla, (o de ambas cosas, lo más seguro).