CARTAS SIN FRANQUEO (CLXII)- LA TA, TONTERÍA ARTIFICIAL

Decía Forrest Guuuump, y en el tema puedo considerarlo una autoridad, que “tonto es el que hace tonterías”, y, como no puede ser de otra forma, yo estoy totalmente de acuerdo. Luego queda discernir si el tonto es permanente, o es un tonto circunstancial.

Maquiavelo, en “El Príncipe”, clasificaba a los hombres, según su cerebro, en tres categorías: “uno que comprende por sí mismo, otro que discierne por lo que se le dice y un tercero que no entiende ni por sí ni con la ayuda ajena “

Quevedo, mucho más directo y canalla, más popular y populachero, resolvió la tercera categoría subdividiéndola, a su vez, en tres niveles: “El necio, que es el tonto sin saberlo. El majadero que se detecta en cuanto empieza  a hablar. El modorro, que no necesita ni hablar para que se sepa que es tonto.”

Y luego, ya bajando al ruedo popular, existen diferentes categorías de tontos permanentes: tonto de baba, tonto del pueblo, tonto cum laude, tonto la linde, tontorrón, tontaina, tonto de pacotilla, tonto del bote, tonto de capirote, tonto del culo, tonto de los cojones, tonto de campeonato, tontolaba, tonto con balcones, tonto de remate, tonto sin remedio, atontado, tonto de solemnidad, tontín… y todos existen, tienen su ámbito y recorrido, y medran a nuestro alrededor.

Pero, con ser todos estos tontos dignos sujetos de un artículo, por cierto ya escrito (Sobre Los Tontos, Carta LIX), no es de ellos de los que intentaba sacar un perfil y comentario, no, antes bien, mi comentario quería señalar que tenemos un nuevo tipo de tonto, el tonto artificial, o TA, como gustaría más de llamar en ciertos mundos: el editorial, el científico, o el popular.

Creo que, para cualquiera, es evidente que hay más listos que tontos, y hablo de listos, no de “listos”, “listillos”, lumbreras, cuñados, o superdotados; hablo de listos de diario, de listos que no se comen los mocos, de listos cotidianos, y, aunque de estos, de esos que el vecino dice: “hay que ver que listo es fulanito”, “es que menganito es muy inteligente”, nadie ha hecho una clasificación tan pormenorizada como la de los tontos, casi podríamos convenir, hasta con un cierto compromiso futuro a demostrarlo, que por cada clase de tonto existe una clase de listo, de inteligente. Así, a volapié, se me ocurren el listo de la clase, el listo de cojones, el más listo…, pero, curiosamente, cuando hablamos de listos, de listos de verdad, nos pasamos, casi de forma automática, a la inteligencia, y de la inteligencia a las habilidades que la componen, y entonces, nos ponemos trascendentes, mientras que, hablando de tontos, hemos estado más metidos en el mundo de las chanzas, de las ocurrencias.

Y ¿Cuál es la inteligencia de moda?, sí, efectivamente, la IA, la inteligencia artificial, panacea de futuros, temor de temerosos, coartada de profetas agoreros, que parece, ya a estas alturas, la única inteligencia sobre el mundo. Pero no, tampoco de la IA quería yo hablar ahora, si no de su opuesta en el eje de las capacidades, de su reverso en el espejo, de su némesis, de la TA, Tontería Artificial, mucho más abundante y cotidiana que la IA, aunque nadie parece hablar de ella, ni siquiera ser conscientes de su abrumadora presencia en nuestro diario devenir.

Ya, que no cae. Que no sabe a que me estoy refiriendo. Veamos:

• Llama usted, casi a diario, al banco, a su seguro, a su operador telefónico, al servicio técnico de alguno de sus aparatos, a la seguridad social, o al ayuntamiento, para hacer una gestión urgente e imprescindible. ¿quién le responde? ¿contra qué absoluta falta de inteligencia, capacidad, empatía, recursos, o soluciones, se enfrenta? ¿a quién, tras varios desesperados, infructuosos, frustrantes, inútiles, intentos, acaba colgándole e insultando a voz en grito, presa de un furor desesperado? ¿Quién le ofrece, ordenadas por el número a marcar como opción deseada, varias posibilidades, pero ignora sistemáticamente, la única opción que usted necesita en ese momento? ¿Quién, obviando su desesperación, le suelta un rollo, lo pone a la espera con una música destonada, repetitiva y machacona, para, finalmente, colgarle, sin darle ninguna solución, ni atisbo de solución?
• ¿Quién, oculta tras el alias de “Predicitivo”, deforma sus mensajes, sin que al final, ni usted al releerlos, ni nadie, sea capaz de saber cuál era el mensaje original? Eso sin contar, aparte, la capacidad para hacerte pasar por un analfabeto funcional, incapaz de escribir dos palabras correctamente.
• ¿Quién, en un alarde de estulticia malévola, aprovecha que has dejado tu teléfono en el bolsillo, para marcar, por su cuenta, sin previo aviso, el número más inadecuado de la agenda, al momento y la situación?
• ¿Quién, simulando que ha cortado la comunicación, se queda conectado y permite oír, al otro lado, esas palabras que solo se pueden pronunciar ante una comunicación acabada, y que suelen ser verdades íntimas y lacerantes, sobre el locutor pretendidamente ausente?

Sí, efectivamente, ahí la tiene usted, la TA, la Tonteria Artificial, en alguna de sus más habituales, y desagradables habilidades, creadas por nosotros mismos, por nuestros listos, por nuestros brillantes hombres emprendedores. Sí, mujeres también.

Yo, que quieren que les diga, hoy en día, considero mucho más desarrollada, mucho más acorde a su denominación, la Tontería Artificial, que la Inteligencia Artificial. Y que conste, porque siempre hay malpensados, que en ningún momento he intentado nombrar, sin señalar, a los políticos. Posiblemente también sean TA, pero de otro tipo. Más tipo tonto la linde desnaturalizada.