Vagaba yo, en cuerpo, automóvil, e imaginación, por las carreteras de España, intentando centrar mi atención en el trabajo de conducir a una determinada velocidad, pacatamente inadecuada a mi coche, y psicológicamente inadecuada a mi estado de ánimo, y sin percatarme mi mente pasó del cabreo de arrastrarme por una carretera, al gobierno, del gobierno a la situación económica, de la situación económica a las guerras patéticas que a diario nos cuentan las noticias, de esas guerras y las imágenes de las bombas cayendo con precisión milimétrica en los objetivos, a los satélites que las controlan, y de ahí, en una grácil pirueta, a la absoluta falta de intimidad, llámese libertad, o de control de nuestra intimidad, en la que la tecnología actual, al servicio de los servicios, nos sitúa. Nunca podemos saber si estamos siendo grabados, o, por ser más exactos, si lo que están grabándonos será visto, ni por quién, ni con que fin.
En los tiempos actuales, y con la tecnología al uso, todos los héroes de nuestra juventud serían imposibles. No resistirían este furor tecnológico que los estados utilizan, por nuestro bien, claramente, para meterse en nuestras vidas. Permitidme unos ejemplos:
Desde su lujosa estancia, el gran Julio observa en una pantalla como tres misiles son lanzados desde Petibonum y caen con absoluta precisión sobre las chozas de Asterix, Obelix y Panoramix. Al día siguiente las fuerzas combinadas del imperio, en una maniobra envolvente desde los cuatro campamentos, toman la aldea gala sin apenas resistencia.
El príncipe Juan, reunido con el sheriff de Sherwood, prepara la operación encaminada a la erradicación del bandolerismo, encabezado por el facineroso Robin de Losley, alias Robin Hood, en los bosques próximos. Los medios de comunicación ya se han encargado de crear el clima social necesario y mediante un satélite se han localizado a todos y cada uno de los bandidos y sus campamentos. Para evitar bajas innecesarias unos helicópteros rociarán los lugares localizados con bombas de NAPALM. Si alguno quedara milagrosamente vivo, será capturado a posteriori. Larga vida al rey Juan.
El Capitán Trueno toma un vuelo para ir desde España a Suecia, viaje que hace asiduamente para visitar a su prometida Sigrid. El avión, que tarda poco más de dos horas, supera una tormenta y los fuertes vientos que habrían lanzado al capitán hacia el Mar de los Sargazos, o a lo más recóndito de las selvas africanas, donde habría vivido inopinadas aventuras, son apenas una molestia en forma de turbulencias. El Capitán Trueno hace años que pertenece a Inteligencia y su trabajo consiste en grabar rastreos de móviles para prevenir actos terroristas, Goliat trabaja en un reality de tele5 y Crispín es consultor informático. Aprovechando los partidos de la selección española quedan para verlos juntos y tomarse unas copas.
Yo creo que esto de conducir a la velocidad legal, sin otro motivo que alimentar las arcas recaudatorias del estado, va a resultar peligroso. Como a todos nos de por sacar la imaginación para no aburrirnos y pensar, pudiera darse que en alguna pingareta mental, en algún kilómetro cualquiera, de cualquier carretera, nos podemos encontrar con que empezamos a darnos cuenta de que ni libertad, ni justicia, ni democracia. Tiempo al tiempo.
Magnífico despliegue de imaginación.
De todas formas, pase lo que pase, el tiempo ostenta el poder más absoluto de todos los poderes…; tiene la última palabra.
¡Simpática reflexión! ¡Pobres Asterix y Obelix! ¡Pobre Robin y pobre fraile Tuck! Comparto tus conclusiones: el nivel de control que se ejerce sobre el ciudadano recorta su libertad. Las herramientas de difusión masiva, las redes sociales, lideradas por unos pocos iluminados que nadie sabe de dónde han salido, nos imponen cómo debemos comportarnos. La injusticia se extiende en favor de los poderosos. Y lo que llamamos democracia se reduce a un teatrillo que hace pensar a los más ingenuos que tienen capacidad de influir en las decisiones que les afectan. Trueno, Goliath y Crispín han caído en las redes del fútbol, moderno circo usado para distraer la atención del pueblo y evitar que se cuestione su realidad. Al menos parece que sólo ven partidos de la selección y no se han abonado al fútbol de pago, por lo que no están alimentando el sistema que les ha corrompido. Ya describió Orwell, gran visionario, algo parecido, pero lo imaginó al otro lado del telón de acero. Nadie imaginaba que podría ocurrir en el “lado bueno”, el lado defensor de la libertad, la justicia y la democracia. ¡Ja!
Un abrazo