CARTAS SIN FRANQUEO (CLX)- KAFKA Y LA LEGISLACIÓN ESPAÑOLA

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En tiempo de homenajes, todo el mundo reconocible parece querer hacer un esfuerzo por unirse a la iniciativa que corresponda. Y, qué duda cabe, estamos en tiempos de homenajes; estamos en tiempos en que todos los días son de homenaje y conmemoración de algo, o alguien.

Edicción Plazabierta.com

Este año se celebra el segundo centenario de la muerte de Franz Kafka, el retratista de los absurdos burocráticos, el glosador de los disparates administrativos, el literato de los sinsentidos cotidianos, el observador de una sociedad más preocupada por el método, por la preservación del método, que por los resultados, habitualmente perniciosos, que ese método ocasiona. Eso que vulgarmente, sin apreciar la exquisitez de su encaje, y con cierto desprecio, llamamos la burocracia.

Ese mundo, este mundo, por ser más concretos, en el que el poder real, cotidiano, con el que el ciudadano se tiene que enfrentar día a día, ante cualquier actividad, dificultad o iniciativa, no reside en el parlamento, o en las instituciones, ni siquiera, quién osaría dudarlo, en el pueblo, si no que reside en la mesa, en la pluma, en la bandeja de asuntos pendientes de despachar, de cualquier oscuro, oscuro como anónimo, como desconocido, funcionario, de su voluntad, de su criterio, del humor con el que ese día se haya levantado, de que haya decidido plantearse su trabajo, su selección de trabajo pendiente a realizar, en modo riguroso, o juguetón, o favorable a solicitudes, o aleatorio, o…, son tantas las posibilidades..

Y ya, si la coyuntura, o coyunda, una tal cómo la actual, enlaza en una misma sociedad, en un mismo devenir, en una misma época temporal, el gobierno cotidiano de la burocracia, con un desarrollo político-legislativo mediocrático, o sea, lo que viene a ser, el gobierno de los mediocres, que es lo que llevamos disfrutando ya hace unos cuantos años, las opciones tiendes al infinito, o más allá.

Pero vayamos al hecho concreto, del que, desgraciada y esperpénticamente, he sido protagonista involuntario, un hecho que aunque pudo desarrollarse en el entorno de “El Castillo”, y perseverar en el de “El Proceso”, tuvo lugar en Madrid, en una brigada de extranjería de una comisaría de Madrid, de cuyo nombre prefiero no acordarme, y en la que fui detenido y fichado hace unos días, cual si de un delincuente me tratara. Detenido durante casi tres horas, y haciendo ese recorrido canalla de las fotos y la huellas que estamos acostumbrados a ver en el cine, en la televisión, pero que pocos habremos vivido en directo.

Pero, lo reconozco, hasta aquí está claro que de alguna manera, transgredí la ley. Hasta aquí, está claro, sufrí las consecuencias de no ajustarme a la legislación vigente. Hasta aquí, es evidente, Kafka, ni pincha, ni corta. Cuando Kafka entra en acción, cuando el homenaje su muestra fastuoso, de fasto, y adecuado, es cuando se revela el grave delito cometido insospechadamente.

Lo confieso, soy culpable, no tuve otra ocurrencia que contratar a un trabajador, al que dí de alta en la Seguridad Social, registré en el SEPE, y puse a trabajar para mi mayor beneficio, y el suyo. Contrato legal, alta legal y condiciones según convenio. El trabajador, Renato, un personaje con gran capacidad de trabajo, honrado y comprometido, colaborador y buena persona, me dio su número de NIE, el DNI que se les da a los extranjeros, y su pasaporte, paraguayo, que yo trasladé a la gestoría para tramitar su incorporación a la empresa, y que la gestoría me devolvió horas más tarde en forma de documentos tramitados y conformes, por lo que yo asigné trabajo a Renato como nuevo trabajador de la empresa.

Ese ha sido mi delito, a Kafka ni se le hubiera ocurrido jamás que el que contrató al agrimensor, acabara siendo juzgado por el hecho de contratarlo. Hubiera imaginado un trámite de contratación que no se contratara, hubiera imaginado una imposibilidad burocrática de que el contrato, una vez formalizado, pudiera llevarse a efecto, hubiera imaginado… yo que sé lo que hubiera imaginado. Pero nunca, nunca, nunca, estoy seguro, hubiera imaginado que una vez acabados los tramites de contratación, conforme a los procedimientos vigentes, el agrimensor tuviera un procedimiento de expulsión de “El Castillo” en curso, y su contratador se viera inmerso en un procedimiento a tramitar en cualquier “Proceso”.

Me siento éticamente impecable, aunque civilmente conturbado por mi fichaje, por haber sido fichado, por dar trabajo a un trabajador. Perdón, por haber dado trabajo a un trabajador de forma leal y transparente. Por haber contribuido a que una persona leal y cabal pueda ganarse la vida de forma honrada.

Ah! Claro, perdón, se me olvidaba aclarar cuál fue mi delito, ese por el que me he convertido en delincuente. Mi delito consistió en no verificar que el permiso de residencia de Renato estaba en vigor, cosa, que aún a día de hoy, no sé hacer, pero que supuse, tonto de mí, que si un trabajador tiene NIE, número de seguridad social, y los portales gubernamentales aceptan la solicitud de darlo de alta como trabajador, es que todo está correcto. Pues no, posibles delincuentes que me leen, no. El delito acecha en los recónditos rincones de la burocracia, de ese ente amorfo e infinito que nos gobierna, como el anillo de Frodo, a todos.

Kafka, ni tú lo hubieras imaginado.

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1 COMENTARIO

  1. vivimos es un estado policial y eso que gobierna la izquierda, y con los ilegales no pasa nada, es increíble.

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