CARTAS SIN FRANQUEO (CLV)- EL BALANCE EMOCIONAL

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A mi modo de ver, uno de los grandes fracasos de esta sociedad, tal vez el mayor fracaso de esta sociedad, es la pérdida de los valores, esos entes etéreos, esos conceptos inaprensibles, que permiten el comportamiento ético de los individuos mas allá de leyes, normas y reglas. La desgracia, lo que me mueve al pesimismo, es que el problema que detecto, incluso en círculos donde el trabajo intelectual, incluso el trabajo ético,  se puede suponer más intenso, es que falla la base, falla la capacidad de identificar que es un valor ético, y como se debe de enfrentar su perfeccionamiento.

Es habitual confundir los valores con otros conceptos, con derechos, con emociones, con sentimientos, incluso considerar que pueden estar sometidos a algún extraño concepto de balance emocional, más propio de sistemas financieros, que de sistemas de valores. Otro error grosero, pero muy común, es, por el simple hecho de saberlos nombrar, o de pensar que se está trabajando en ellos, que ciertos individuos se consideren depositarios, portadores, de ese valor, y se erijan en jueces, justicieros o inquisidores del prójimo, exigiéndoles que compartan su error, que compartan un concepto que, por su mismo planteamiento, ya no es un valor, si no una interpretación de ese valor que intenta imponerse como norma.

Los valores, entes absolutos, metas de perfeccionamiento personal, no se sienten, no se proyectan sobre los demás, y nunca, nunca, nunca jamás, se alcanzan. Nadie puede sentir libertad hacia los demás, nadie puede sentir fraternidad hacia los demás, nadie puede sentir justicia hacia los demás, ni tolerancia, ni ningún otro valor ético de los que solemos presumir de poseer personalmente, en una negativa evidente de su práctica.

Porque, y esto es lo fundamental, los valores no se sienten, no se proyectan, no se comparten, no se piden, ni se dan, los valores se practican, y se practican, se intentan practicar, íntimamente, sin otra contraprestación que el propio reconocimiento del progreso que podamos apreciar en nosotros mismos.

La otra característica básica de los valores, es que son absolutos. No se pueden practicar parcialmente, ni un poquito, ni durante un rato, ni en un entorno determinado, ni con un círculo elegido. Los valores se trabajan, o no se trabajan, pero no tienen un interruptor de encendido/apagado, ni un reóstato de intensidad variable, entre otras cosas, porque lo valores son absolutos, inalcanzables, y cualquier renuncia, cualquier distracción o descanso, desmiente cualquier trabajo realizado, o la pretensión de haberlo realizado.

He conocido personas que, en una frase más estética que ética, en una frase demoledora, en una frase que habla de un fracaso de quién la pronuncia, demuestran su absoluta falta de rigor en sus compromisos éticos, y una ignorancia que conlleva fracaso en la comprensión de lo que son los valores. La frase:”yo soy tolerante con todo el mundo, menos con los intolerantes”. Equivalentes que demuestran el absurdo:

  • Yo soy listo con todos, menos con los tontos. ¿?
  • Yo soy pobre con todos, menos con los ricos. ¿?

Solo se puede ser tolerante con los intolerantes, los tolerantes no necesitan de nuestra tolerancia. Como los que pretender practicar la fraternidad con los amigos, vaya absurdo, la fraternidad hay que practicarla con los que nos enfrentan, con los que nos agreden, con los que nos caen mal, con los que preferiríamos no encontrarnos. La fraternidad hay que practicarla con el que nos pisa en un transporte público, con el que nos saca el dedo en medio del tráfico, con el que nos hace difícil la convivencia en la comunidad, con el que despierta nuestros peores instintos y sentimientos. Eso es fraternidad, eso es tolerancia, eso es practicar los valores, y lo otro, lo otro es una engañifa, lo otro es un bálsamo para autocomplacientes y soberbios, o sea, para todos nosotros.

Pero no olvidemos la costumbre de confundir la igualdad con el igualitarismo, la libertad con el derecho a la libertad, la justicia con la legalidad, o la equidad con algo que puede imponerse mediante leyes y castigos. No habrá libertad mientras existan restricciones a la libertad, mientras cada individuo de la sociedad no se sienta reponsable, y solidariamente, libre con todos los demás. No habrá justicia mientras exista la legalidad y los individuos deleguen su práctica en entes ajenos a sí mismos. No habrá equidad mientras existan diferencias creadas artificialmente por reglas fabricadas según intereses de grupos, mientras cada individuo de la sociedad no tenga la convicción íntima de que todos los que le rodean son sus iguales, y no se renuncie a prebendas y derechos adquiridos sin justificación ética.

Por eso esta sociedad no puede quejarse de la falta de valores, porque no los practica, porque no los pretende, porque los confunde en un interés de determinados, perfectamente identificables, grupos de poder para los que su práctica los privaría de su posición de privilegio. Esos grupos de poder en los que los individuos, mal formados, mal informados, mal educados y vagos éticos, delegan su vida, sus valores, para ir renunciando a ellos a cambio de confort, de despreocupación, de falta de responsabilidad. De esos grupos que hacen del balance emocional una práctica que invalida cualquier progreso.

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