¿CARPE DIEM?

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Oigo decir a la gente que si en esta vida no tienes un propósito  no llegarás a ser feliz, y a otros preguntarse: ¿por qué hay que tener necesariamente un propósito?, ¿no es suficiente propósito vivir la vida como puedas y te dejen?.

Desgraciadamente para ellos, muchas personas viven por imitación, hacen lo que otros hacen copiando sus proyectos de vida  por la felicidad que les reporta y manifiestan, obviando que puede tratarse de una simulada felicidad, una percepción  de una imagen externa que no es más que una mera apariencia que difiere mucho de la realidad del día a día. Imitación que hace que no nos planteemos con la suficiente consciencia, no sólo la oportunidad, sino también la transcendencia de nuestras decisiones, porque lo que para unos es o puede ser un propósito de vida, para otros, puede llegar a suponer una carga que les lleve a una profunda infelicidad con el riesgo de desembocar en una patológica depresión que, además pueda arrastrar a su entorno más próximo, máxime a los que pueden llegar a ser la consecuencia o formar parte de ese propósito de vida.

Es cierto que la educación recibida suele dirigir nuestras decisiones, al menos las más trascendentales,  aquellas que pensamos van a dar sentido a nuestra vida, al igual que tampoco se puede negar que tener un proyecto de vida nos va a reportar bienestar emocional y salud mental, no sólo porque nos permitirá visualizar nuestro futuro y enfrentarnos a la emocionante tarea de irle darle forma a base de tomar las decisiones oportunas, lo que finalmente va a fortalecer nuestro autoconocimiento y amor propio. Pero, lo que puede suponer un auténtico despropósito es adoptar o hacer nuestros proyectos ajenos sin al menos intentar previamente vislumbrar si estamos hechos para ellos, no sólo por una mera cuestión de aptitud de ser capaces de llevarlos a cabo, sino de capacidad emocional de intentar ver las consecuencias de los resultados al menos a medio plazo, y sobre todo analizar el camino que tendremos que recorrer para lograrlo, con sus pros y sus contras.

Vivir la vida con la suficiente intensidad que nos haga sentir vivos no significa un Carpe Diem en el sentido de vivir el momento, como si no nos quedase más tiempo por vivir, sino como la invitación para liberarnos de las preocupaciones innecesarias que nos permita encontrar alegría en el aquí y ahora, pero sin olvidarnos del futuro mediante esos propósitos de vida que nos van a marcar el camino y dar sentido a nuestra existencia. Ello implica, necesariamente, tomar decisiones conscientes y valientes para aprovechar oportunidades y disfrutar de momentos significativos.

Dicho de otra manera, si bien el Carpe Diem enfatiza vivir el presente, no significa que no pueda mantener un equilibrio con la planificación a largo plazo, porque el tomar decisiones acertadas y conscientes en el momento presente va a influir en un futuro más satisfactorio, nunca por imitación o dando preponderancia únicamente a nuestras emociones, sino más bien por motivos racionales, dado que la mayoría de las veces las emociones son el resultado de nuestras actuaciones, omisiones o fracasos, o lo que es lo mismo,  por considerar que tales proyectos de futuro resultan los más adecuados para nosotros, al igual que las decisiones que adoptemos sobre ellos.

Lo importante, por lo tanto, es concretar en qué nos hace feliz los propósitos que nos marquemos cara a  nuestro futuro, como satisfacen nuestras necesidades sin guiarnos por lo que marca la sociedad. Por supuesto, que debe tratarse de un proyecto de vida que nos apasione en la medida de lo posible a pesar de sus dificultades, así habrá quien lo centre en formar una familia, otros en conseguir el éxito profesional, y un largo etcétera como sueños cada cual pueda tener.

Lo fundamental, por lo  tanto, es tener claro que ese objetivo de futuro debe proporcionarnos tranquilidad, bienestar y estabilidad, siendo consciente que en todo camino existen obstáculos y que el esfuerzo siempre es necesario para alcanzar nuestros objetivos.

De manera que la respuesta a la pregunta de si es necesario tener un propósito de vida debe ser afirmativa, de otra manera caeremos en la rutina al quedarnos sin rumbo y no existir una meta que alcanzar, lo que nos llevará a procrastinar la toma de decisiones, sumergiéndonos en un mundo insulso y gris, porque finalmente tener un proyecto de futuro nos va a recordar que estamos trabajando en nuestro propio crecimiento personal, teniendo en cuenta nuestras necesidades para alcanzar el bienestar y, sobre todo, que vale la pena luchar por los sueños.

No hay que dejar de soñar y nunca darse por vencido, porque nuestros sueños nos van a llevar siempre a nuevos proyectos, a nuevas emociones, a nuevas dificultades que una vez superadas, nos harán sentir el triunfo, reforzando nuestra propia identidad.

 

 

1 COMENTARIO

  1. Me ha emocionado este bello artículo.

    Sin duda la imitación es un lastre a la hora de vivir.

    La auténtica felicidad, como bien sugieres, nace de perseguir los sueños, desde la cordura.

    Muchas gracias por esta gran reflexión.

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