BORBONIA

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Existe un país, al final de la Europa civilizada, peninsular, que mira a África con un ojo y a Europa con otro. A América Latina, la mira, dependiendo del color político, con el derecho a una Venezuela vilipendiada, con el izquierdo a una Cuba, un tanto depauperada, al resto, México, Colombia, Guatemala…ni las mira porque no las necesita. 

Este país imaginario, Borbonia, vamos a llamarlo, tiene una saga de gobernantes conspicuos. Verán ustedes: cuando los pillan robando, prevaricando, evadiendo impuestos, estos gobernantes, se ponen  muy dignos, negándose a declarar, cerrándose en banda, con que usted no sabe con quién está hablando, y tal. Este país imaginario, tiene realeza, como las de los cuentos. Príncipes, princesitas muy monas, primos de príncipes, yernos de reyes, hermanos, cuñados, amigos, compisyoguis, asesores, edecanes, marquesas, duquesas, barraganas de reyes, de príncipes, amantes, hermanos, hijos de amantes…Como debe ser, en todo país de cuento que se precie. Una corte palaciega, con bufones, (Inda, Maruhenda) favoritos/as, ayudas de cámara, y hasta palanganeros. Como en este país, Borbonia, se vivía bien hasta hace un tiempo, se hacía negocietes, se construían casas en suelos recalificados al calor de los amigos, en una burbuja que daba para casoplones, coches de lujo, joyas y putitas de confianza, nadie se preocupaba y el orden estaba garantizado. Todo eso pasaba en el país feliz de Borbonia, en los tiempos de vino y rosas, pero hete aquí, que la burbuja pinchó y los borbonenses comenzaron a mosquearse. Salieron, de las cloacas del pueblo, gente protestona. Nacieron diarios y magazines libres (Plaza Abierta, of course) jueces, a los que la ley les importaba más que la promoción de su carrera, fiscales, que no se arredraron ante las presiones y todo acabó como el rosario de la aurora.

Borbonia, sufre de subversión. Sufre de mala educación, porque hay que ser burdo para preguntar a la familia principesca por los dineros, que ya sabemos que es conversación plebeya, donde las haya. ¿Cómo osa un juez a preguntar a una Borbona Parma, de donde sacó su herencia si sus padres  jamás trabajaron, ni tuvieron oficio, pero sí beneficio?  Hay que ser mal nacido para increpar a la augusta familia con esas menudencias. En Borbonia, en la buena, la de antes; la realeza tiene derecho de pernada, no se le cuestiona su inutilidad, ni su inanidad, se le sufragan caprichos, como yates reales, caballos, palacios, bodas suntuosas y se les da, como calderilla, unos millones todos los años, que por supuesto, no  tienen que justificar cómo  los gastan. Faltaría más. ¡Explicar donde va el dinero!  De toda la vida, es bien sabido, que los plebeyos aportan como diezmo de su trabajo, el dinero para reyes, iglesia, y demás jerifaltes que recibieron el poder, directamente del dedo de Dios. Y eso no se cuestiona: Dios, rey, iglesia, aristócratas y pueblo. Ese es el orden. Esa es la sociedad de Borbonia.

 

“¿Cómo osa un juez a preguntar a una Borbona Parma, de donde sacó su herencia si sus padres  jamás trabajaron, ni tuvieron oficio, pero sí beneficio?  Hay que ser mal nacido para increpar a la augusta familia con esas menudencias.” 

Se hicieron algunos cambios, que maquillaron la realidad, en tiempos de la Transición, por aquello de resultar miméticos con una Europa popular, pero sin pasarse. Las esencias de Borbonia, son las que son. Al pueblo se le mantiene con lo que queda, después de los fastos reales y si no queda, pues a cascarla; aplicamos con rigor la ley hipotecaria, la ley mordaza, que para eso están y el poder emana de Dios Todopoderoso. A los borbonense que los den.

Una nueva época nace, los desarrapados y la prensa libre, se están descarando,  descubren una  trama que unida  a las ya conocidas, osa poner los estamentos sagrados del Estado, patas arriba: Castellana, le nombran. No hizo falta más que subir los peldaños de edificios inteligentes, pisar los alfombrados despachos de la capital bornboniense, en Castellana , para traer y llevar dineros, que nadie sabe de donde salieron. La desfachatez de los nuevos borbonenses al bucear en los privilegios de la familia real, llega al insulto, piensan ellos, meciendo su aristocrática figura en sus palacios. Como medida de gracia, creo que se les debería enviar al colegio, a fin de  explicarles a todos ellos, que la Edad Media pasó hace mucho. No hay o no debería de haber, siervos de la gleba. Que se abolió la esclavitud hace dos siglos, aunque no deberían de preocuparse en exceso, quizá las cosas vuelvan a su ser. Ellos a cabalgar y comer perdices, los borbonienses, a doblar el lomo, como buenos siervos. La otra alternativa es colocarles las maletas reales en un tren, camino de Hendaya, como a los abuelos. Seguro que no les importa, lo pasarán bien, incrementarán las riquezas y seguirán sin dar palo al agua. Como los abuelos.

Borbonia, feliz país.

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