La voluntad política deja mucho que desear a la hora de materializar sus políticas en contra de la pobreza.
Necesitamos una Economía Solidaria
Muchas personas piensan que este mundo va a mejor porque cada vez hay más avances tecnológicos, porque la expectativa de vida de los seres humanos cada vez es mayor gracias al avance de la medicina y de la ciencia… Pero, ¿quiénes son los que realmente se benefician de este presunto progreso?.
El progreso supone un desarrollo continuo, gradual y generalizado de una sociedad en los aspectos económico, social, moral, científico, cultural, etc., por tanto hablar de un progreso global de todo el planeta no sería más que una falacia al basarse en una generalización apresurada. Es decir, debemos tener en cuenta el grupo social al que se atribuye dicho progreso para corroborar si éste realmente existe, lo que evidencia la existencia de desigualdades de unos grupos en relación a otros.
La culpa de esta situación de desigualdad la tiene el capitalismo moderno que, si bien ha aumentado el número de ricos, apenas ha mejorado el sector de la población mundial más miserable y desfavorecido que continúa superando el 30% de la humanidad que evidencia el grave problema del subdesarrollo.
En Estados Unidos se calculan unos 36 millones de pobres; unos 18 millones en la Europa Occidental. En el mundo hay al menos en extrema pobreza unos mil millones de seres humanos, lo que nos permite aseverar que el progreso existe pero de él no se beneficia todo el mundo por igual.
Existe una falta de humanismo derivado del sistema económico capitalista, basado en la propiedad privada de los medios de producción, así como en la importancia del capital como generador de riqueza y en la asignación de los recursos a través del mecanismo del mercado.
Resulta evidente, por otra parte, que la pobreza constituye un problema político y social, no en vano en las campañas electorales entra a forma parte de los programas en los que los diferentes partidos políticos orientarán su política. Si bien algunos pretenden atajarlo desde políticas neoliberales donde se propone que se deje en manos de los particulares o empresas privadas el mayor número de actividades económicas posible lo que incrementará la riqueza de la que se beneficiarán el resto de la sociedad, propia los partidos de la derecha, los de la izquierda defienden, sin embargo, un mayor intervencionismo público para corregir las desigualdades.
En todo caso, la voluntad política deja mucho que desear a la hora de materializar sus políticas en contra de la pobreza, convirtiéndose en la mayoría de los casos en un escaparate para obtener el mayor número de votos, pero que, una vez acceden al poder, “si te he visto no me acuerdo”, centrando su atención en un sistema macroeconómico que, por capitalista, se tiene más en cuenta o se protege a quienes tienen en su manos la mayor parte de la riqueza que a los pobres, justificándoselo en que el motor de la economía está en manos de aquellos, en sus inversiones empresariales, olvidando que la solución a medio plazo está en un equilibrio entre el capital y la mano de obra, situación que, evidentemente exige una cesión en su posición de los ricos al verse aminorados sus beneficios a corto plazo, ya que el equilibrio finalmente beneficiaria su situación, y la de todos, a largo plazo al aumentar el consumo, lo que a su vez exigiría aumentar la producción, por lo tanto nuevas inversiones en mano de obra y renovación de equipos.
Todo ello, se traduce en la necesidad de potenciar una mayor solidaridad social de los de arriba en relación con los de abajo, porque de otra manera el mercado mundial en la producción de bienes y servicios está en peligro de hacer aguas y, además, así se conseguiría evitar los repliegues de la economía con situaciones de recesión económica, o lo que es lo mismo un mayor progreso a nivel mundial.
Alargar la situación actual, seguir potenciando el sistema capitalista esta abocando al mundo a su propia destrucción, a hacer que la grieta entre pobres y ricos, entre países pobres y países ricos, sea cada vez mayor, con aumento de la inmigración, de la sobre explotación de recursos, de confrontaciones, de luchas por la supervivencia. Es necesario un cambio, una revolución pacífica, que persiga evitar el dominio de unos sobre los otros. Algo no muy complicado de hacer, pero que ni los políticos ni los que tienen el dinero en su manos están dispuestos a llevar a cabo, porque los primeros sólo buscan soluciones a corto plazo que puedan rentabilizar electoralmente y, los segundos, porque piensan que su situación de privilegio va a durar toda la vida.
Algunas y algunos pensarán que ésta es una visión pesimista y derrotista no basada en datos científicos y, puede que tengan razón. Pero, es una visión empírica que no excede de los límites de la experiencia, de ver cómo se van desarrollando el devenir de los hechos. Éxodos de personas que huyen de sus países ante una muerte segura, conflictos bélicos basados en el dominio y en la explotación de los recursos naturales, fundamentalismo religioso en el que se amparan personas al no encontrar respuesta a sus interrogantes de vida a su situación precaria, explotación laboral en países tercermundistas por parte de grandes emporios, oligopolios por empresas energéticas que chantajean a los gobiernos como parte fundamental de su desarrollo económico, nueva confrontación, en este caso económica entre los EEUU y los países del Este, en este caso debido al crecimiento del dragón chino, con el que Rusia pretende crear un bloque, con líderes incendiarios y expertos en la confrontación.
Acabamos de pasar una crisis económica a nivel global, y lo que se esperaba que fuese una recuperación económica en ascenso se ha transformado en un lento caminar que sólo ha beneficiado a las grandes fortunas, a las grandes empresas que, en una gran mayoría siguen explotando la mano de obra. Cada vez son menores los salarios y más las horas de trabajo. Además según los expertos se avecina una recesión económica, que ya se está experimentando y que anuncia una nueva crisis, quizá peor que la que nos ha dejado.
Entonces, a aquellos que piensan que todo lo que aquí se dice es especulación, cabría formularles la pregunta: ¿Qué harían si sus hijos y ustedes no tuvieran para comer y el vecino de enfrente viviese en la opulencia?, ¿dejarían morir a sus hijos?. Es un simple dilema que quien quiera basarse en la moral o en la ética dirán que habría que buscar soluciones más pacíficas. Pues de eso se trata en el hoy y en el ahora, sin escudarnos en nuestros representantes políticos para no hacer nada. Podemos empezar por un consumo más ético, no aferrándonos a esas marcas que sabemos que sus beneficios se basan en la explotación de los más débiles, por exigir la dignidad que nos corresponde como trabajadores, a exigir nuestros derechos, a elegir a representes políticos que ofrezcan soluciones reales y no uno humo.
Depende de todos, depende de tener una visión real y más amplia que no se ciña a nuestro pequeño mundo, a nuestra zona de confort inmediata.
Catastrofismo, es posible, pero no veo otra cosa, sólo una servidumbre moderna al capitalismo al que hemos convertido y seguimos convirtiendo en nuestro dios.