Podría inventarme un alter ego para excusar o justificar mi erróneo comportamiento, pero como considero que quienes me leen son más inteligentes que yo, y reconociendo que escribir para mí es la mejor terapia y camino para corregir mis defectos, no voy a cansar a ese personaje ficticio con preguntas y respuestas para finalmente utilizar un plural mayestático a modo de ventilador para culpabilizar a la humanidad de todos lo males, incluso de los propios, como conducta infantiloide del tú más.
Sí, padezco de muchos defectos, cometo muchos errores, tantos, tantos… como cualquier ser humano, de manera que no voy a justificarme por ello, y ni siquiera pedir perdón, a no ser que te hayas sentido herido por ello, pero no ofendido, porque cierto es que la ofensa cada cual la pone en el nivel que le interesa para vestirse con el papel de víctima o para justificar su ofensiva sin tregua alguna.
De manera que, cuando hablo de conductas humanas negativas en los escritos que aquí público, me atribuyo todas y cada una de ellas, en mayor o menor medida, porque no soy perfecto ni pretendo serlo, con propuestas que no son más que meros propósitos de la enmienda, tan difícil de cumplir como para cualquier persona, con justificaciones que no son más que una manera egoísta de huir hacia adelante, aunque en realidad no es más que un retroceso en esa pretensión que en abstracto todos, en mayor o menor medida, “cacareamos”, para dar una buena imagen.
- Sí, no soy un santo, ni pretendo serlo, porque nunca me han gustado las peanas, ni el olor a incienso, y sólo me gustan los templos erigidos para glorificar el trabajo interior del ser humano, sin necesidad de apearme en ninguna estación de un viacrucis del pecado y menos que quien me de la absolución sea alguien como yo vestido con sotana.
Que difícil es intentar ser buena persona, que difícil es ponerse frente al espejo y no percibir mi mejor lado, porque las imperfecciones ensombrecen mi imagen, percibiendo sólo la de mi peor enemigo, que son más que mis defectos y frustraciones, esas que me llevan a estar a la defensiva ante los demás, cuando del único que debo protegerme es mi mismo, de mi inseguridad marcada por la debilidad de ser imperfecto.
Todo ello me impide dar lecciones de nada porque sólo los sabios maestros pueden darlas y, sin embargo, no lo hacen porque su sabiduría les lleva a ser humildes en su continuo aprendizaje, pero sobre todo, porque como dice mi amiga Cati -no se si aquí llamarla alma gemela, pues ella es bastante mejor que yo-, el trabajo para lograr la perfecta libertad, si es que existe, lo tenemos hacia dentro. Pero del mismo modo, tampoco admito reproches porque lo único que hacen es enturbiar las relaciones… aunque que difícil es no entrar en esa lucha de egos que pretende demostrar que somos mejores, cuando en realidad lo que interesa es simplemente SER y transitar por el tiempo mudando la piel en cada vuelta al sol, para intentar simplemente SER MEJORES, y recordar que más difícil perdonarse a uno mismo que perdonar a los demás.
” Así soy yo” . El ejercicio que haces de autoreconocimiento, es simplemente genial. Se necesita valentía para mirarse por dentro, además de humildad; ambas cosas se ven en este artículo.
Sólo un pero: yo no soy mejor que tú.
Muchas gracias, Maestro.
Querida Cati, yo no soy maestro de nada, sólo un aprendiz eterno, además de un aprendiz tuyo. Creo que todos de vez en cuando deberíamos hacernos una limpieza interior, es duro, porque te das cuenta de que son más los defectos que las virtudes, al menos en mi caso, aunque siempre con el deseo y el propósito de mejorar, no para quedar bien ante los demás, sino para mi propia satisfacción y felicidad, porque son muchas cosas las que me tengo que perdonar. Un enorme, enorme abrazo.