Tras los análisis geoestratégicos que cada día vierten los medios sobre la barbarie que ocurre en los territorios israelí y palestino, subyace una verdad terrible: el ser humano sigue dispuesto a matar en nombre de una idea.
Mi hermano me contó una vez que, de vez en cuando, sintonizaba a Federico Jiménez-Losantos (vaya oxímoron que contiene, por cierto, su apellido) para “darse un chute de adrenalina”. Y tanto. Yo no podría soportarlo: sería como ponerme un electrodo en la amígdala. Quizá por imitación, últimamente yo me estoy sometiendo a curioso experimento psicológico que tiene alguna similaridad: pongo Radio María en el coche. Mi objetivo es comprobar si el lenguaje clerico-catecumenal sigue siendo el mismo que yo conocí, y descubrir sus efectos en mi intelecto, casi cuarenta años después de, vamos a decir, dejar de frecuentarlo. Sobre la primera pregunta, la respuesta es sí: nada ha cambiado. Reconozco hasta el último resorte emocional, la habilidad de sus giros argumentales, el lenguaje con el que nos martillearon desde los seis hasta los dieciocho años. Teniendo en cuenta lo mucho que han evolucionado las cosas y las sociedades desde entonces, creo que alguien tendría que hacérselo mirar. Me abstendré de comentar la respuesta a la segunda cuestión; no sea que a alguien mi opinión le parezca mal. Solo les diré que, después de esta segunda oportunidad, sigo sin querer volver al redil.
Sirva esta introducción para enmarcar la sorpresa que me produjo uno de los sacerdotes-locutores-predicadores, al hablar (al insistir) de Israel como “El Pueblo Elegido”. ¿Pero todavía estamos con esas? ¿De verdad alguien se cree que Dios eligió a un pueblo de pastores enloquecidos por el desierto como destinatario de la religión verdadera? ¿Que reservó su mensaje a un minúsculo colectivo, despreciando a las demás tribus, naciones, planetas y galaxias? Pues sí. Y los primeros que lo piensan son ellos mismos. Quizá por esa sea la razón por la que, aferrados a su fe durante siglos, han sobrevivido a su triste y dolorosa historia. Una evidencia más de la capacidad adaptativa del homo-symbolic.
El saberse designado por el Creador como su representante en nuestro planeta conlleva, como decía el tío de Spiderman, una gran responsabilidad. No ha sabido ejercerla el pueblo de Israel, que (si atendemos a sus escrituras), se instaló de manera violenta en la tierra prometida, llevándose por delante a filisteos, camorreos y todos los pueblos acabados en “eos”. Una conquista en toda regla, vaya, disfrazada de misión divina. ¿Les suena? Una ocupación que, miles de años después, han vuelto a protagonizar.
A pesar de que los crímenes cometidos directamente por Yavé, o por el puño de otras personas instigadas por su mandato, se eleven a millones (según un ameno cómputo realizado por alguien que, se ve, tenía tiempo libre), esto no va, ni mucho menos, contra el pueblo de Israel (en tanto que Estado): una nación que ha sufrido durante demasiado tiempo un destino cruel e injusto. Se trata, sin duda, de un país que tiene derecho a existir y a defenderse, amparado por la ley. Un país que hoy llora, y cualquier persona decente con él, las masacres cometidas contra ancianos, mujeres y niños por unos fanáticos que también piensan que han sido elegidos por Dios para cometer unos crímenes “santos” que los conducirán al paraíso.
Pero es un estado que debe respetar las resoluciones de las Naciones Unidas, especialmente la de 1947, que otorga el derecho a existir a un Estado Palestino. Que no debería haber ocupado ilegalmente el 61% de Cisjordania para establecer nuevas colonias de judíos ultraortodoxos en nombre de un pretendido mandato Biblíco. Que no debería haber confinado a dos millones de personas en 360 km2, bajo condiciones infrahumanas. Que no debería haber cometido atrocidades de forma constante sobre la población civil, humillada y al fin, en su desesperación, fanatizada. Que no debería haberse dejado fanatizar a sí mismo.
Para nada estas líneas quieren justificar el horror vivido por gente inocente, ni insinuar que el pueblo israelí, como cómplice pasivo de un genocidio, merece semejante castigo. Ya hemos vivido ese ejercicio de cinismo aquí mismo, en España. La clave sería una respuesta proporcional y legítima, que trazase una nítida frontera ética entre un país que se defiende y un grupo de terroristas. Pero me temo que no lo será: en estos momentos la ira de Yahvé se abate con furia milenaria sobre la franja de Gaza como en los tiempos de Josúe, derribando muros no con trompetas, sino con bombardeos masivos. Otra gente inocente (atrapada desde hace treinta años por el casual azar de su nacimiento en una pesadilla de escombros, insalubridad y falta de oportunidades) va a morir, seguramente multiplicando por dos o tres el número de víctimas del otro lado y añadiendo cifras sin nombre a una lista ya demasiado larga, que no es, no lo olvidemos, simétrica.
¿Qué haremos nosotros, los civilizados occidentales? Pues nada, lo de siempre. Mirar hacia otro lado y preocuparnos por el precio de la gasolina. Decidir que los buenos son los que se parecen a nosotros, y no los que llevan turbante. Estar atentos durante unos días al relato informativo hasta que volvamos la mirada nuevamente hacia Ucrania, que son más rubios y más europeos. Hablando de ojos: retengo una de las frases que los años de enseñanza religiosa me dejaron grabada en la memoria. “Si tu ojo te escandaliza, arráncatelo” (Mateo, 18:9). Ya no nos quedan ojos para arrancar, me temo.
Maimonides, Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, Baltasar Gracian, Luis de Vives, Antonio de Nebrija, Cervantes…(Todos de nuestra tierra y de procedencia judía).
Leonardo da Vinci (madre judía), Albert Einstein (judío), Isacc Newton (se pasó la vida bebiendo de la sabiduría y Cábala judías, por qué sería?).
El máximo defensor de la paz y el amor, Jesús El Cristo,…judío.
Sólo ese ramillete basta. Son una tribu de pastores, asesinos opresores??? Desde luego que NOoooo.
Allí donde ha habido y hay judíos se ha generado y genera riqueza, intelectualidad y clase media, por ende, masa social crítica no manipulable. Quizás ese haya sido el odio que siempre han suscitado a todos los regímenes e ideologías político/totalitarias.
Por las venas españolas, afortunadamente, corre mucha sangre judía.
Yo siempre estoy de parte de la libertad y la justicia que van acompañadas de la meritocracia y la inteligencia.
Occidente tiene herida la libertad, porque “desde sus costas ha sido y es atacada”. Tenemos que seguir poniéndonos de lado o defenderla?
Por cierto, Lenin y Stalin eran de procedencia judía. También Karl Marx…
Y sí, si un ojo está muy enfermo hay que extirparlo.
Pues no parece que ahora estén haciendo honor a esa tradición de intelectualidad y moderación (efectivamente, cierta). Más bien diría que viran hacia el autoritarismo.
Mi comentario no es sobre los judíos, sino sobre la religión mal entendida y el fanatismo de ambas partes.
Sinceramente, creo que el único que ha entendido el meollo de la cuestión, es Bryan, el de la vida de, aunque no tengo claro si a l final se afilió, a a la OLPJ, a la OJL, OPJL, la OLJP, o a alguna de las distintas permutaciones de letras que componen el mapa de esa parte del mundo. Esta discusión es bizantina, no en el sentido general de la expresión, si no que buscar una solución, o hacer que la busca, solo le interesa a los imperios, porque a las partes interesadas, a ninguna de ellas, sean directamente, o actuando por interpuestos, les importa una mierda la paz, o la justicia, o la vida. Una mierda, que es lo que vale para ellos, la vida de una persona