ARQUÍMEDES EN LA HISTORIA DE LA CULTURA (1)

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► « Fue tanto el juicio de Arquímedes, tan elevado su espíritu, tan grande su ingenio, tan profunda su alma […] que sus descubrimientos le han dado la gloria de una inteligencia sobrehumana  ».

— PLUTARCO. Vidas paralelas. Marcelo, XVII.5.

Cuando la inteligencia divina de Arquímedes fijó en una esfera los movimientos celestes, realizó lo mismo que el Dios de Platón, que en el Timeo construyó el mundo.

 CICERÓN. Tusculanas, I.26.

Arquímedes de Siracusa se elevó por su genio por encima de la esfera de la humanidad y de la gloria inmortal de esa ciudad. Todos los secretos del universo le eran conocidos.

— SILIO ITÁLICO. Guerras Púnicas, 341.

Con las sutilísimas invenciones del divino Arquímedes puede entenderse cuán inferiores a su talento son las del resto de los hombres.

— GALILEO. La Bilancetta. Discorso del sig. Galileo Galilei intorno all’arteficio che usò Archimede nel scoprir il furto dell’oro nella corona di Hierone. Florencia, 1591.

Arquímedes es el científico que ha llegado a la más alta cima de la abstracción, y, según Plutarco, la muerte le acechaba, en uno de sus momentos de éxtasis.

Francisco VERA. Arquímedes (en Científicos griegos). Aguilar, Madrid, 1970, pág. 11.

 

Arquímedes, matemático, científico, ingeniero y sabio

Arquímedes es reconocido con sorprendente unanimidad, a lo largo de toda la historia, como el más ilustre, eminente, original y fecundo de los matemáticos griegos, no sólo por haber magnificado de forma muy considerable el acervo matemático euclídeo sino también por haber ampliado los horizontes metodológicos tanto de las vías heurísticas del descubrimiento matemático como de los argumentos de la demostración.

Pero allende la matemática, Arquímedes es, sin duda, uno de los personajes más conocidos en la historia de la cultura, la ciencia y la tecnología. Como original artífice de numerosos inventos, desarrollados con inefable imaginación, que deslumbraron a sus conciudadanos, se le considera el primer ingeniero de la antigüedad. Su nombre está asociado al célebre Principio fundamental de la hidrostática y es uno de los creadores de la Estática, donde la ley de la palanca también lleva su nombre.

Junto a su prestigio científico, el pensamiento intuitivo y riguroso de Arquímedes, forjó una extraordinaria personalidad como hombre de gran ingenio técnico creativo al servicio de la comunidad. Muchos de los grandes escritores de la Antigüedad coinciden en señalar que sin la contribución de Arquímedes, su ciudad natal, Siracusa, no hubiera podido resistir durante tres años los embates de la astucia militar del cónsul Marcelo. Arquímedes era [F. Vera, Científicos Griegos. Aguilar, 1970, pág. 12]:

► «Hombre antes que intelectual y ciudadano antes que sabio, Arquímedes no se encerró en la torre de marfil de sus lucubraciones, ni permaneció al margen de la cosa pública».

Arquímedes era sobre todo [F. Vera, Breve Historia de la Geometría. Losada, 1963, pág. 64]:

► «Un hombre completo y un ciudadano ejemplar. [] el más científico de todos los griegos, […] que supo fundir los ojos de la cara con los de la inteligencia y coordinar armoniosamente ambas visiones: la exterior para contemplar la naturaleza como fuente de conocimiento y descubrir sus leyes, y la interior para hacer progresar la matemática».

Elocuentes palabras que expresan cómo la intuición pitagórica acerca de que la matemática podría ser el instrumento clave para desvelar los misterios de la naturaleza, en la mente de Arquímedes se convierte en una palmaria realidad: es el instrumento fundamental para una profunda comprensión de la naturaleza, y más allá de la intelección de los fenómenos de la naturaleza, la matemática es el lenguaje para su explicación, es decir, las leyes de la naturaleza son expresables mediante los elementos de la matemática y son perfectamente comprensibles cuando sus leyes físicas se han reducido a relaciones matemáticas. De esta forma Arquímedes es un antecedente directo de Galileo, digno sucesor suyo, como demuestra la celebérrima frase de Il Saggiatore (1623):

► «La Filosofía está escrita en ese grandísimo libro que está siempre abierto ante nuestros ojos (me refiero al universo), pero no se puede leer si antes no se aprende a conocer los caracteres y el lenguaje en que está escrito. Ese libro está escrito en lenguaje matemático, y sus caracteres son los triángulos, los círculos y otras figuras geométricas, sin cuya ayuda es humanamente imposible comprender de él una sola palabra, y sólo se puede vagar vanamente por un oscuro laberinto».

En esta metáfora sobre el gran libro de Universo, Galileo retoma el espíritu de la ciencia arquimediana, demostrativo de que la metáfora realmente funciona, al menos desde Arquímedes. Él fue el primer sabio en descifrar el libro del universo y descubrir que estaba escrito en el lenguaje de las matemáticas.

 

Arquímedes nace el año 287 a.C. en Siracusa en el seno de una familia emparentada con quien a partir del año 265 a.C. sería el rey Hierón II, que había consolidado su poder, después de las luchas intestinas en la isla de Sicilia, y de las intervenciones cartaginesas y del rey de Epiro, Pirro, combatiendo a los romanos. Hierón fue durante cincuenta años un gobernante sagaz, amigo de la paz, aliado de los romanos en la primera guerra púnica, y supo dirigir una administración eficiente, además de favorecer el arte y la cultura. En este ambiente propicio se desarrollarían los primeros años de Arquímedes.

Por fortuna, Arquímedes es uno los pocos científicos griegos de quien nos ha llegado noticias de su vida, ya que han glosado su figura los historiadores y escritores más eximios de la antigüedad: Polibio, Tito Livio, Plutarco y Cicerón, entre otros. Quizá sean estas las fuentes más fiables, pero hay otras muchas (Valerio Máximo, Silio Itálico, Giorgio Valla, Eutocio, Zonaras, Tzetzes,…). Estos eruditos vieron estimulada su fantasía por las asombrosas invenciones técnicas del sabio siracusano, que aparentaban subvertir las propias leyes de la naturaleza, que la tradición ha atribuido a Arquímedes. A pesar de las múltiples fuentes, lo único que podemos afirmar certeramente es que Arquímedes murió en el año 212 a.C. en la caída de Siracusa en manos del cónsul romano Marcelo, durante la segunda guerra púnica, tras un prolongado cerco de tres años, en el que el sabio habría participado brillantemente como defensor, al ingeniar espectaculares artilugios militares, que causando el terror al enemigo, prolongarían de forma considerable la toma de la ciudad, que parecía inminente.

Parece ser que en la antigüedad circuló una biografía de Arquímedes escrita por Heráclides. Se desconoce con exactitud quien era este personaje. No obstante, Arquímedes menciona a un matemático con este nombre al comienzo del preámbulo de su obra Sobre las Espirales, dirigido a su amigo alejandrino Dositeo [Mugler, Archimède, Les Belles Lettres II, 1971, pág. 8], [Ver Eecke, Les Oeuvres complètes d’Archimède, I, 1960, pág. 239].

A pesar del noble linaje de Arquímedes, Cicerón le llama «homúnculo de modesta condición que trazaba figuras en la arena» [Tusculanas, V.23] y Silio Itálico, poeta y orador romano del siglo I d.C., menciona a Arquímedes en su poema épico, Guerras Púnicas, sobre la segunda guerra púnica, como «pobre de medios» pero a quien «se le revelaron cielos y tierras». En orden a darle un tinte casi hagiográfico, a veces se interpretan estas afirmaciones sobre Arquímedes como referidas no a su presunto origen plebeyo, sino al hecho de que quizá fuese de carácter humilde y contrario a honores y riquezas.

La leyenda siempre ha rodeado la historia de Arquímedes, y su nacimiento y primeros años no podían estar libres de ella. En orden a encumbrar intelectualmente al personaje desde la cuna, algunas fuentes árabes llegan a conjeturar que Arquímedes estaba emparentado con Pitágoras, contra toda cronología y con tan poca base como que Pitágoras ya maduro desarrolló la mayor parte de sus doctrinas en el Sur de Italia. Incluso la fantasía hizo circular la historia de que Arquímedes habría estudiado con Platón o los discípulos que dejó el fundador de la Academia, cuando el filósofo se trasladó a Sicilia para instaurar en la isla un régimen político conforme a su filosofía.

Para sus compatriotas, Arquímedes fue siempre un personaje popular, curioso y prestigioso por sus méritos científicos, por sus excentricidades, por los originales inventos que le atribuyeron y por su vinculación con la familia real, que siempre le tuvo en una gran estima, como manifiesta la frase de Hierón II: «Mostradme un hombre que haga crecer dos espigas de trigo donde hoy sólo crece una, y le concederé más honores que al propio Arquímedes».

La vida de Arquímedes se ha reconstruido sobre la base de fragmentos de diversos autores, sobre todo de los historiadores de las guerras púnicas. Según su propio testimonio en su obra El Arenario [Mugler, Archimède, II, Les Belles Lettres, 1971, pág. 137], [Ver Eecke, I, 1960, pág. 356], Arquímedes era hijo del astrónomo Fidias, quien orientaría en cuanto a vocación y formación, sus primeros estudios en Siracusa. Pero según Diodoro Sículo [Biblioteca histórica V.37] muy joven se trasladó a Alejandría que por entonces era el más importante centro de estudios del Mediterráneo y el núcleo de la cultura helenística. Con sus dos instituciones, El Museo y La Biblioteca, Alejandría era un foco de atracción para todos los estudiosos del momento, no sólo por disponer de prácticamente todo el material bibliográfico conocido o por albergar a los más importantes científicos y eruditos, sino también por el mecenazgo que oficialmente ejercía la dinastía del fundador Ptolomeo I Soter.

 

Arquímedes estuvo algún tiempo en Alejandría completando su formación. En este período debió trabar amistad con ciertos científicos (en particular Conón de Samos, Dositeo de Pelusa y Eratóstenes de Cirene), a quienes, de regreso a Siracusa, dirigirá posteriormente sus grandes tratados matemáticos.

Sorprende que Arquímedes, con su vocación estudiosa e investigadora, no permaneciera en Alejandría, donde tenía un emporio científico institucional a su disposición. Se puede conjeturar que fue la llamada del rey Hierón, empeñado en favorecer la cultura en su tierra natal, lo que le indujo a regresar a su patria. A este respecto relata Plutarco [Vida de Marcelo, XIV.8]:

► «[….]. Y le persuadió [el rey Hierón] a que convirtiese alguna parte de aquella ciencia de las cosas intelectuales a las sensibles y que, aplicando sus conocimientos a los usos de la vida, hiciese que le entrasen por los ojos a la muchedumbre».

Sin embargo los motivos que impelieron a Arquímedes a abandonar Alejandría pueden ser de índole más profunda aún que el propio patriotismo y estar enraizados en su propia personalidad como científico. La ciencia alejandrina estaba muy mediatizada por la influencia ideológica del platonismo. Con casi la única excepción de la Medicina, la cultura helenística desarrolló una ciencia sustancialmente teórica y abstracta, que, complacida en su idealidad en los métodos y en los contenidos, permaneció ligada al modelo teórico de la matemática pura, que rechazaba las aplicaciones prácticas de la ciencia a la realidad corpórea y sensible, por considerarlas objeto de oficios toscos y manuales e impropias de una actividad liberal, que debía dedicarse sólo al estudio de la dimensión inteligible del entorno bajo una filosofía de la actividad científica e intelectual que con censura describe Plutarco [Vida de Marcelo, XIV.11]:

► « […] Platón se indispuso e indignó contra Arquitas de Tarento y Eudoxo de Cnido, porque degradaban y echaban a perder lo más excelente de la geometría con trasladarla de lo incorpóreo e intelectual a lo sensible y emplearla en los cuerpos que son objeto de oficios toscos y manuales».

 

Es posible que fueran estos presupuestos ideológicos los que indujeran a Arquímedes a abandonar Alejandría, consciente de que allí su espíritu científico no iba a tener un ámbito adecuado. En efecto, la actividad investigadora de Arquímedes fue profundamente original y diferente de la ciencia alejandrina, porque al fundir los aspectos científicos con los técnicos, logró alcanzar una síntesis armónica que, elevándose a las más altas cotas del rigor, produjo extraordinarios resultados al complementar la investigación teórica con las aplicaciones prácticas.

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