AQUELLOS TIEMPOS

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“…Eran hermosos aquellos tiempos en los que sólo, y con pesetas en los bolsillos pasaba tardes enteras sentado en aquel viejo café, esperando que un milagro sucediese…

Imagen Archivo

Con un pequeño cuaderno de cubiertas azules y un lápiz siempre con la punta recién afilada, bajaba con pasitos cortos los cuatro pisos que me separaban de la acera, y después, poniendo cara de interesante andaba con zancadas de cámara lenta de documental de “La 2”, los escasos cien metros que me separaban de un café con leche, una mesa de mármol blanca, un suave hilo musical y la soledad de una tarde de triste color gris perla….

Era curioso contemplar como el mundo se movía en torno a mí, sin tan siquiera rozarme ligeramente….ajeno, saltando como un rabo de lagartija…Ahora sé como se siente Dios la mayor parte de las veces…

Y al abrir la puerta pintada de rojo y con cristales grandes y azogados, del “Café de la Luna”, intentaba rehuir el reflejo de mi propia imagen…Cerraba los ojos y con la mano izquierda empujaba el precioso agarrador de latón, que siempre me recordaba a la mano de mi abuela, larga y eternamente fría…

Dos peldaños y el salón se abría ante mí como el corazón de una enamorada, sonriendo anhelante….

Secretamente siempre lanzaba un beso antes de entrar en aquel lugar que he hecho mío y de nadie más…

A las cinco y cuarto de la tarde, hora en la que siempre llegaba, aquel recóndito lugar del universo se hallaba vacío y tan solo el mágico éter del otoño llenaba el espacio.

Hubiera jurado más de una vez el haber visto caer una y mil estrellas fugaces tras de la barra o incluso en el vaso de agua, última pieza perfecta del comienzo de una buena historia…..

Y aquel día muy parecido al de hoy, en el que espero aún tantas cosas, el milagro se produjo….

Es la segunda mesita de la derecha esa redonda, pequeña y con una veta negra sobre su mármol, frontera que divide en dos a los enamorados, pegadita al ventanal que da a la calle del Agua, en donde creo cada día mi reino prohibido sentándome a su lado, apoyando mis brazos sobre ella y dejándome llevar por mi tristeza….

Vino Martín, el camarero, con sus ojos felices y grandes, de niño de pueblo.

Sesenta y tantos años a sus espaldas y aún , casi los mismos que la bandeja redonda de acero alemán 18/10 que le espera de novia en la barra, mantiene intacto el recuerdo de su primer amor….

Se pinta una sonrisa en los labios con un traguito de sifón y viene hacia mí….

-Muy buenas tardes Joven del Cuaderno…-es así como me llama-

Su mano se desliza como la hoja de un castaño recién caída, sobre mi hombro..

-Hola Martín –le respondo yo mientras coloco el cuaderno sobre la mesa-.

Afuera, la calle del Agua hace honor a su nombre y se llena de pequeños trocitos de cielo roto y de gente corriendo…banda sonora de tacones. Acústica percusión de pañuelos sobre la cabeza y de perfume de vida…

El ventanal se ha llenado de vaho…..

-Lo de siempre amigo, un café con leche y… la voluntad….

-Marchando –dice el poeta de pajarita negra y bandeja de Perseo-…te traeré unas tejas….

-Gracias…

…Inconscientemente escribo con mi dedo sobre el cristal un nombre de mujer…

Y una gota de tiempo me cae en el cuello de la camisa. Y sobre la gota una botella de verde y en su interior un mensaje escrito en una hoja recién arrancada de mi cuaderno…

-Aquí tienes, Ten cuidado que el café está muy caliente…-dice Martín dejando una taza blanca y humeante de indio apache sobre mi mesa-

-Gracias…

Y fue intentar dar el primer sorbo a un café con leche, cuando, de reojo, como se ven las cosas más grandes de este mundo, la ví…..

…Cubierta con un paraguas azul y vestida de afueras con una gabardina blanca que le estaba algo corta, ella estaba allí, mirándome, escribiendo un nombre, mi nombre en el cristal de “La Luna”….La lluvia hacia de su pelo arco iris….

Miró su nombre escrito en el cristal y después se hizo aire y entro en el Café…

-He hecho chocolate –dice Martín desde la barra-….Es lo mejor para un día de lluvia….A ella le gusta, lo sé…

Y la frontera de veta negra de mi mesa se ha borrado de goma Milán al apoyar ella sus brazos sobre el mármol y la silla silla huérfana que siempre llora de pena junto a la mía, se ha llenado de risas cuando sus caderas de almohada de seda han descansado sobre la madera de cerezo….

He abierto mi cuaderno de cubiertas azules y he escrito en él, después de tanto tiempo, las dos primeras palabras……”

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