Apuntes sobre la crisis catalana, entrega enésima y no última

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He leído con todo el interés que la persona merece, como político, pero sobre todo como científico, el artículo publicado por La Vanguardia y escrito por Eduardo Punset y en el que vacía su pensamiento sobre el monotema actual, la crisis catalana. Un artículo lleno de verdad, de su verdad, lleno de sinceridad y pleno de sentimiento y memoria.

Me ha parecido un artículo impecable y emocionante. Un artículo en el que Punset se vacía y tira de memoria, el artículo que solo puede escribir un hombre bueno y convencido de lo que dice. pero una cosa es que un hombre bueno, sabio, como Punset, diga sus verdades y otra cosa es que esas verdades sean absolutas o compartibles por todos. Por mí en este caso, o por organizaciones o instituciones internacionales.

Recuerda Punset sus tiempos de exilio, sus tiempos universitarios, sus militancias en el PCE. Recuerda con emoción su compromiso con la lucha antifranquista y las libertades, como cada uno de nosotros recuerda sus cuitas, sus miedos, sus compromisos y sus actos, fueran muchos o pocos, alineados o personales, en favor de un cambio en aquella sociedad dominada por un pensamiento único emanado de un partido único encabezado por un líder único, omnipotente y omnipresente, o eso pretendía.

Y vienen esos recuerdos a cuenta de la independencia judicial, de su frustración personal porque considera que aquellos acuerdos alcanzados no garantizaban la independencia del poder judicial respecto al poder ejecutivo tal como él lo consideraba. Y lo recuerda hoy, y lo recuerda respecto a lo que está sucediendo en su tierra valorando, sin mencionarlo, todo el entramado judicial que acompaña al proceso, poniéndolo en cuestión. Dando cuerpo a una corriente de opinión, sesgada, que considera que sus políticos presos son presos políticos. Hoy, también, casualmente, y respecto al mismo tema, Amnistía Internacional dice que no hay presos de conciencia, su terminología para denominar a los presos políticos, en el tema catalán, y especifica: ni los “Jordis”, ni los consejeros encarcelados.

Pero donde él ve defecto yo veo virtud, donde él ve carencia muchos vemos posibilidades, donde él apunta política, otros, sin descartarlo, vemos legalidad, donde él ve derrota muchos vemos necesidad de lucha.

Se queja el señor Punset de no haber logrado imponer íntegramente en la constitución las ideas que su partido consideraba. Seguramente si le preguntáramos al señor Fraga, o al señor Roca, que silencios los suyos en estos días, se quejarían de lo mismo, pero desde el extremo contrario. Y en ello veo virtud porque lo que significa el fracaso que él siente a día de hoy es la consecuencia de una negociación en la que nadie se salió completamente con la suya, o en la que nadie consiguió imponer totalmente su criterio, que tanto monta. El producto final fue mejorable, visto desde hoy, pero supuso, por una vez en España, que la voluntad de convivencia se impuso a la pulsión fratricida que habitualmente, históricamente, predomina en las ideologías de nuestro país.

Donde el Señor Punset, amargamente, apunta a la carencia de independencia global del poder judicial respecto al poder ejecutivo, yo, y más, apostamos por la independencia personal de los jueces implicados en el trámite legal de las consecuencias de las decisiones tomadas en aras de un proceso independentista no amparado por la legalidad vigente. No apuesto por la pericia procesal, no apuesto por la conveniencia de las decisiones, no, apuesto únicamente por la independencia de conciencia del juez designado, de la jueza en este caso. Porque una vez descartado el orden de factores, reconocido, incluso internacionalmente, que lo que hay en España son políticos presos por sus acciones en contra de la legislación vigente y no presos políticos por sus ideas, a los ciudadanos nos es fundamental pensar, confiar, en la imparcialidad de los jueces, de esos funcionarios a los que pagamos todos y que deben de dirimir, de aportar el factor humano, a aquellas actuaciones que acaban en sus manos. Porque, si no confiamos en los que tienen que administrar la legalidad, más allá de los fallos, de las carestías, de la imperfección legal, ¿a qué podemos acogernos? ¿con qué reglas comunes podemos convivir?

“Donde el Señor Punset, amargamente, apunta a la carencia de independencia global del poder judicial respecto al poder ejecutivo, yo, y más, apostamos por la independencia personal de los jueces implicados en el trámite legal de las consecuencias de las decisiones tomadas en aras de un proceso independentista no amparado por la legalidad vigente.”


Donde el Señor Punset se muestra desesperanzado, vencido, sin otra opción que pervertir la legalidad que el mismo contribuyó a crear en busca de una justicia que a otros nos parecería dudosa, yo veo una llamada a la lucha. Donde el ve una suerte de camino ciego y sin salida yo veo el punto de partida para luchar por la consecución de un poder judicial más comprometido con la sociedad y menos susceptible de ser señalado por su intervención política.

Habla Eduard Punset del pequeño paraíso de sus primeros años y de como salió de él, y de como esa salida le hizo abrirse a nuevas ideas, a nuevos horizontes, y acaba el artículo con sus percepciones actuales escritas desde ese mismo pequeño paraíso de su infancia y juventud, y tiene uno la sensación, desde el respeto, desde la admiración, de que su vuelta a su paraíso ha sido una vuelta a sus horizontes limitados, a que el entorno cercano, cálido, emocional, ha pesado más en el final de sus reflexiones que esos otros internacionales, universales, multi universales, cósmicos, con los que nos ha deleitado tantas veces.

Así que yo voy a  seguir confiando en la legalidad vigente como regla fundamental de convivencia, en el sistema judicial como órgano administrativo que la interpreta y dicta sobre su cumplimiento, y, sobre todo, en los jueces como eslabón último para interpretarlo, acercarlo a esa Justicia intangible, inalcanzable, a la que todos aspiramos. Y en esa confianza va mi reconocimiento de su imperfección y mi compromiso a luchar por uno mejor, más cerca de la perfección, más próximo a la Justicia que todos, absolutamente todos, anhelamos.

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