No recuerdo bien si eran cables rojos o vísceras lo que nos ataba. Un laberinto de carne dura y dunas que levantaban tus costillas flotaban en la densidad y el color del licor de granadina. Suave como despertar tras un coma, tras ese sencillo susurro de aire que precede al intercambio de saliva viscosa y dulce de un caracol en celo.
No recuerdo bien cuándo fundiste los plomos de aquella avenida, no recuerdo cómo, sin levantar cabeza, dibujaste en el cielo tallos germinando a la velocidad de fuegos artificiales.
(El proceso de escritura puede darse de miles de maneras, por ciencia infusa, por vivencias bien o mal filtradas a la taza de café, tras un largo, o no, proceso de lectura y aprendizaje… Yo bebo y fumo hasta que algo sale)*.
No recuerdo cuándo escribí esto, cuándo te conocí y si te conocí pero todo apunta a que la respuesta es ahora.
Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora.
*Parón en el proceso creativo debido a la falta de ideas y/o la imposibilidad de alcanzar un estado alterado de conciencia. Otro cigarrillo y un nuevo trago.