#EnCasaconPLAZABIERTA
A estas alturas, después de dos meses de confinamiento, de política hasta el hastío, de muertos, muertos y más muertos, millares y millares, mas de trescientos mil en todo el mundo y casi treinta mil en España, amen de una legión de contagiados, muchos de ellos con secuelas para toda su vida; parece que hay quien todavía no se ha enterado de nada y, lo peor aún, sin ganas de enterarse, haciendo de esto un borreguismo político con banderas de todos los colores, banderas que aunque alguna de ellas representen a mi país, me chirrían porque no se utilizan como símbolo de unión, sino de lucha, de guerra de ideologías. Ojalá fuera de ideologías, porque ni siquiera eso, repito, borreguismo y más borreguismo. A unos y a otros, les mandaría a cualquier UCI de cualquier hospital de cualquier ciudad para que viesen la agonía, el dolor, la angustia que los contagiados sufren, que los sanitarios padecen como un carga desbordante y con una alta probabilidad de contagio, que muchos lloramos, aún sin entender como hemos podido llegar a esta situación.
Parece que lo que ahora impera en esta locura que el mortífero virus esta provocando, es llegar los primeros en esta carrera por alcanzar las diferentes fases que nos permitan cierta normalidad. Locura o demencia, no se si por el confinamiento o por la frustración de quienes hacen de esto una continua campaña electoral ante sus fracasos en las pasadas elecciones, o movidos por la angustia de ver que sus negocios corren el peligro de no remontar tras dos meses sin ingresos, con perdidas por la inversión en género no vendido, pago de alquileres e impuestos, que les nubla la vista ante las consecuencia de una apertura a esa pretendida normalidad que nunca, al menos a medio plazo, será normal.
Sea por una razón o por otra, por montar el pollo al gobierno o por reivindicar la apertura de los negocios, muchos de ellos todavía heridos de muerte tras aquella crisis económica que no ha terminado de remontar, los hay quien confunden determinados derechos en el sentido de no tener la prudencia que, ante una colisión de varios de ellos, hay un derecho que impera sobre los demás, como es el derecho a la vida y a la protección de la salud, porque sin personas no hay negocios que valgan, sólo para aquellas grandes compañías y corporaciones que hasta su aparente generosidad está teñida de la avaricia de futuras desgravaciones fiscales por sus donaciones o como campaña publicitaria de demostrar a los confundidos ciudadanos que en su escala de valores empresariales han estado en primer lugar las personas y no los beneficios, cuando su trayectoria anterior ha sido, en muchos casos absolutamente la contraria. Con ello me refiero a muchas entidades bancarias, a empresas energéticas, aseguradoras, textiles y un largo etcétera de sectores, que nunca han dado nada sin obtener algo a cambio, lo cual es normal en cualquier negocio, nadie les pide que sean ONG´s pero que no venga a ponerse la medallita, al menos ahora… un poco de sensibilidad, o mejor dicho un poco de pundonor y vergüenza; al igual que a los que confunden la limitación del derecho a manifestarse en las calles como una medida de represión del gobierno, y no de garantía de la salud pública, poniendo en riesgo no sólo su propia vida, sino la de los demás. Que casualidad que son los mismos que hace unos días aplaudían esas actuaciones policiales reprimiendo la conducta de algunos descerebrados que vulneraban la cuarentena. Esquizofrénicos ideológicos, con conductas reactivas.
Sigan con las caceroladas desde sus balcones, con los aplausos, ya no se sabe a quien van dirigidos unas y otros, otros y unas, o si sólo son una manifestación de la farándula que tanto nos va en este país, porque al estas altura, en la que ya es imposible no conocer a alguien que haya perdido algún familiar o se haya visto contagiado por esta grave pandemia, no estaría mal un poco más de solidario dolor, al menos no pasando del “resistiré» del Duo Dinámico al “Dale a tu cuerpo alegría Macarena» de Los del Río. Hasta la libertad de expresión debería emplearse conla responsabilidad que exige el momento. No todo vale.
Sólo fuerza y unión ante el verdadero enemigo, el virus. Y un poco de sentido común: mascarillas, distancia social y lavarse las manos… y respetar las horas de salida a la calle, no se nos pide mucho, digo yo… así solamente conseguiremos escalar en las fases de vuelta a la normalidad y no de muertos y contagiados… y que los negocios vuelvan a abrir…