¿Quién cultiva hoy los principios de la decencia y la responsabilidad personal?

¿Quién promueve el compromiso individual con el humanismo para su práctica en sociedad: verdad y justicia; fraternidad y filantropía; de la ordenada libertad civil, religiosa e intelectual? Solo se nos requiere a cada uno de nosotros la fidelidad, la lealtad y el acatamiento a las leyes del estado en el residimos para convertirnos en «ciudadanos».
Pero, ¿qué sabemos realmente de todo lo que pasa? Para llegar, como decía John Locke:
«Al conocimiento de las cosas, tal como se encuentran en sí mismas, y no en nuestra imaginación».
A veces no es fácil interpretar los hechos y no tenemos toda la información, ¿Serviría de algo? Nos recuerda Lord Bolingbroke:
“El conocimiento de las cosas tal como son, y el conocimiento de las ideas acerca de ellas, son extremadamente diferentes, tan diferentes como la luz inmediata y reflejada, como el conocimiento relativo y absoluto”.
Por difícil que parezca la tarea, está al alcance de toda persona que firmemente camine hacia la verdad.

Ser una persona de honor y de conciencia es un complicado cometido: preferir el deber a todo lo demás; ser independiente en las opiniones y partidario del humanismo; dispuesto a ayudar a los semejantes por todos los medios al alcance.
Todo esto se aleja de actuar sobre las cosas pasando por encima de ellas o aplastándolas, para acercarnos a la observación del entorno, intentando descubrir lo que puede unirse desde todo aquello separa. Es la tarea de promover un allanamiento capaz de resolver los obstáculos provocados por la incomprensión, tanto en las relaciones sociales como en las político-económicas difíciles, o, en el plano espiritual, en la turbiedad áspera que oculta a las personas su propia luz.
La unión entre los seres humanos pasa por el reconocimiento previo de aquello que puede unirlos, es evidente que el primer paso consiste en reconocer en nosotros mismos aquello que nos convierte verdaderamente en el prójimo, dejando de hacer distinciones por sexo, raza, religión, riqueza o nacionalidad.
Una vez reconocido este elemento, todas las numerosas pretensiones individuales productoras de caos, pueden supeditarse a la aspiración central común del humanismo.
Ciertamente, en la política y en la economía universal, existen elementos a cribar y otros a extinguir, pero esto jamás puede hacerse en un clima de denigración y de odio.
Generalmente, en la construcción, cuando algo está nivelado, tiene más que ver con el suelo sobre el que se apoya que en la gravedad en su conjunto. Esto alude a la Justicia. La balanza, que es un símbolo común para referirse a la misma, tiene un nivel como elemento central. Ahí debería situarse el Honor, vinculado a la dignidad, a las conductas que explican las relaciones sociales: ética e integridad.
Esta síntesis filosófica, implica la voluntad de actuar con audacia para llegar al destino de “posicionarse” ante la guerra, no ser indiferentes. Sopesar. Y como el destino no es una cosa inmutable, nuestro pequeño grano de arena, la sustancia solida más importante del mundo y que está en todas partes, incluso en lugares inesperados, es importante: hasta el mismo William Blake decía:
“Ver un mundo en un grano de arena”.
¿Qué deberíamos hacer en tiempos de guerra? Somos personas, tal vez podamos encontrar el sentido actuando con honor y como es nuestro deber: con decencia.
Toda guerra es una derrota del humanismo, por eso siempre y siempre ¡NO A LA GUERRA!