Insisto, yo no voy a hablar de la guerra, de ninguna, pero la situación actual de los sucedidos, varios y variopintos, casi todos violentos, me ha traído a la mente una famosa frase que, por una vez, no es un refrán español, si no una recurrente frase inglesa, que además está de actualidad: “And the winner is…”, que suele ir seguida de una pausa dramática, y, finalmente, el nombre del vencedor que provoca un estallido de aplausos y vítores del público presente, casi siempre.
Vamos a probar, a ver si funciona, y, dado el ámbito no presencial, doy licencia a los lectores para no prorrumpir en aplausos y vítores, ruego que tampoco abucheos, y rellenaré la pausa dramática de un texto que nos vaya conduciendo hasta el nombre final del “winner”.
“AND THE WINNER IS…” (inicio de la pausa dramática)
La primera ocurrencia es que voy a hablar de los Oscar, de la ceremonia de entrega de los Oscar, que tanto juego están dando en la prensa, en los corrillos de toda la vida, y en los actuales, que ahora se llaman redes sociales, pero que solo se diferencian con los de la vieja del visillo, en la capacidad de difusión de los chismes.
No, no tengo ninguna intención de hablar de Will Smith, ni como persona, ni como personaje, ni como actor, ni como sujeto patológicamente agresivo (característica que además desconozco personalmente), tampoco del patoso cómico que dio pie al episodio, o de la liberal esposa, según los que todo lo saben sobre los demás, que sufrió la patosidad del “cómico”, y ex amante, según las mismas fuentes. Lo primero porque no los conozco personalmente, no tengo el placer, ni la desgracia, y por tanto todo lo que puedo decir lo he oído, y ni me fío de mi sentido del oído, ni me fio de lo que dicen esos demás, que hablan de estas cosas. Y lo segundo, y principal, porque me importa un ardite la boetada, el sujeto que la dio, el que la recibió, la pasiva causante del acto, la indignación social de los indignados profesionales, y la madre que los parió a todos. Sea quien sea el “winner “ del episodio, mi vida va seguir siendo la misma.
Que no, que tampoco, que no tengo ningún interés en hablar del congreso del PP. Al fin y al cabo ya sabemos quién es el ganador evidente, que bonito es el guiñol, el perdedor incuestionable, la triunfadora del momento, momentos habrá para pasarle cuentas, y los palmeros de la aclamación de turno. No hay posibilidad de pausa dramática, no en este momento.
A pesar de lo que algunos puedan pensar, no, tampoco voy a hablar del gobierno, tampoco esta vez me voy a parar en incongruencias, inutilidades, pasividades , mentiras, populismos y errores, supuestos errores, con los que convivimos día a día, en principio porque no toca, pero, en esencia, porque en este caso el “winner” es tan claro, que no quiero ofender a nadie nombrándolo directamente. Solo la gran empresa, y sus acólitos locales, saldrán de esta crisis, y de las medidas de un “gobierno de izquierdas”, favorecidos por la situación que ellos mismos están creando.
En el hipotético caso de que quisiera hablar e este tema, empezaría por cambiar la frase, y el sentido y entonación de lo escrito. La frase en este caso sería: “AND THE LOSER IS”, y sin pararme en pausa dramática alguna, porque ya bastante dramático es el resultado, nombraría a la clase media, a la clase baja, a los profesionales no especializados, a los grupos económicos sin capacidad coercitiva, sin organización que los represente.
Tampoco, que también podría ser, voy a hablar de la marchita huelga del transporte, del abandono que, por veinte virtuales y cochinos céntimos, virtuales porque primero los subieron para luego descontarlos a costa de nuestro propio dinero, de ese que no es de nadie, y cochinos por poco significativos, han hecho la mayor parte de los huelguistas sin reparar en que a la vuelta de seis meses, dada la tendencia del mercado, y la absoluta ineficacia de la medida en las circunstancias actuales, estarán peor que ahora, y ya nadie creerá en ellos.
También en este caso tiene poca emoción señalar al vencedor, y sería más correcto hablar de los perdedores, los huelguistas, los consumidores más frágiles, los contribuyentes.
Y, finalmente, para que la pausa dramática acabe siendo dramática, y no inadecuadamente larga, tampoco voy a nombrar al vencedor del conflicto ruso-ucraniano (ucranio, que dicen los modernos), porque no creo que, en la situación actual, visto lo visto, que haya ningún vencedor, ni vencido. ¿Apostamos a que, como si de unas elecciones se tratara, al final todos se considerarán vencedores? Porque, cuando empezó la invasión rusa, esa que algunos intentan justificar tirando de ética comparativa, todos suponíamos una victoria por aplastamiento. Por aplastamiento militar, por aplastamiento tecnológico, por aplastamiento numérico, por aplastamiento de inteligencia. Y si no ha sido al revés, aunque ya veremos, sí que la evolución marca escenarios insospechados por los que no estamos en los entresijos íntimos del poder mundial.
(Fin de la pausa dramática), “… ¡¡¡¡¡¡¡CHINAAAAAAA!!!!!!!. (léase como el famoso ¡¡¡¡¡ Pedroooo!!!!!)
¿China?, me preguntan todos al leer. Sí, China. No ha entrado en la guerra, todos miran hacia ella esperando una influencia que ni ejerce, ni deja de ejercer, sobre Rusia. Y sus actos, a nada que se examinen, marcan claramente una estrategia de recogida de frutos.
(Discurso de agradecimiento, en este caso reflexivo)
El mundo es bipolar (tres son multitud), siempre lo ha sido, y se divide entre dos potencias, entre dos formas de ver la vida, y de ver la bolsa, que se enfrentan por una preponderancia. Todas las potencias de la historia han tenido su contraria, y todas han resuelto su choque mediante la guerra, pero la barbarie de las dos últimas guerras mundiales abrió unas expectativas diferentes. Ya la guerra, la guerra total, de enfrentamiento directo, no parece el instrumento deseable porque puede derivar en la destrucción de todos, y ese nunca ha sido el objetivo. A cambio, salpicamos el planeta de guerras locales, de guerras civiles, de guerras de desgaste, con diferentes motivaciones, en las que cada potencia, con más o menos claridad, apoya a uno de los bandos. Y así se va solucionando el tema.
Y de repente, una potencia, en declive por lo que la misma guerra está mostrando, entra en una guerra de influencia para la que, lo evidente lo demuestra, no estaba preparada, y se deja en ella el prestigio, la economía y, casi con toda seguridad, potencial nuclear aparte, el reconocimiento internacional de superpotencia. Mientras, China, trabaja con primor la manzana envenenada de dar todo su apoyo moral, a Rusia, pero solo moral. Ni económico, ni armamentístico, ni militar, mientras contempla como su “amigo” se estrella, se derrumba, se empobrece, y le deja el camino expedito para ocupar el trono de segunda superpotencia mundial y contrapeso ideológico, económico, social, a la superpotencia que representa la OTAN, como concepto político, no militar, sin tener que mancharse las manos más allá de las palabras que encelan a su “amigo” y le enseñan a los contrarios quién es ahora el oponente a tener en cuenta.
Pase lo que pase en el campo de batalla, Rusia ha perdido su estatus, lo está perdiendo a cada día que pasa, y, sin dudarlo, en todos los ámbitos, “the winner is China”, y, por ausencia directa, al igual que China, los Estados Unidos de América, que junto a los Estados Unidos de Europa, conforman la alternativa. Queda por dilucidar como ambos bloques van a ir posicionando a los que quedan fuera.
Fin de la ceremonia.