A propósito de Edgard A. Poe (el célebre escritor estadounidense, autor de ‘El escarabajo de oro’, ‘El gato negro’ o ‘Los crímenes de la calle Morgue’), Carlos Rojas (escritor y profesor barcelonés que vivió más de la mitad de su vida en Atlanta) recogió estas palabras shakesperianas “The darkest hour is just before daylight”, que tradujo como “La hora más oscura precede el alba”. Parece que se nos quiera persuadir que no debemos arrojar la toalla, ni siquiera en las peores circunstancias. Eso es lo que hacían los entrenadores de los boxeadores para rendirse y que sus pupilos no siguieran recibiendo golpes, ‘tirar la toalla’.
El ‘Tao Te Ching’, breve y viejo libro que tengo de cabecera, dice que la puerta a toda comprensión está en la oscuridad de oscuridades. Estos mensajes que tan bien se avienen a los investigadores (pienso en vosotros, queridos estudiantes, haciendo un trabajo de final de carrera o una tesis doctoral, cuando tras meses de duro trabajar no se saca ningún resultado potable) se encarnan muy bien en la célebre criatura de ficción de Miguel de Cervantes: Don Quijote de la Mancha, luz y espejo de la caballería andante.
Digamos algunas cosas de él, un hombre más versado en desdichas que en versos. Veréis que vale la pena. En las primeras páginas de este famosísimo libro se dice que “todavía es consuelo en las desgracias hallar quien se duela dellas”. ¿No os parece?
Ademán y compostura, buen juicio y maduro entendimiento; esto está a vuestro alcance, amigos míos. ¿Lo deseáis? Puede estar uno molido y quebrantado, sin esperanza de que prevalezca la cordura, y seguir adelante contra viento y marea. Con ánimo para sufrir cualquier desastre, confiando en quien uno es y quiere ser. Que cada uno es hijo de sus obras y artífice de su ventura, se dice en las páginas del Quijote.
Yo simpatizo con quien tiene en su mira ser “grave sin presunción, alegre sin bajeza”. No es frecuente que esto sea valorado de veras. En este libro se dice “que la virtud más es perseguida de los malos que amada de los buenos”. Y también se razona de alguien de este modo tan peculiar: “No porque él sea malo, sino porque no es tan bueno como yo quisiera”. Si aún no habéis vivido estas vivencias, creo que se os presentará la oportunidad en los próximos años. Ya me lo diréis, espero.
Sancho Panza decía de Don Quijote que “no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, ni tiene malicia alguna”, “y por esta sencillez le quiero como a las telas de mi corazón, y no me amaño a dejarle, por más disparates que haga”. Tal como es, sin maquillaje.
El propio Quijote era enemigo de “todo género de adulación”, “por no dar entrada en mi corazón a la hipocresía y vanagloria, enemigos que blandamente se apoderan del corazón más recatado”. No era un pelota, ni un tipo interesado. Prefería estar orgulloso de sí mismo, de quien era y quería ser.
Esto es todo por hoy y, si os parece, seguiremos hablando un poco más al respecto.