AGUSTÍN FRANCO DE CASTRO, MÉDICO Y SABIO

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Nunca se aprende lo suficiente de los mejores que nos rodean, que a menudo y a pesar de su notable valor carecen de renombre público. Una atención deficiente a su modo de hacer y de pensar nos deja, claro está, por debajo de nuestras posibilidades, en un nivel inferior al que podríamos tener, tanto en actitud como en saberes. Dado que nadie nace enseñado, resulta básico tener referentes que emular y que nos estimulen a integrar saberes contrastados.

A este propósito, pienso en el profesor Agustín Franco de Castro, un médico de excelentes cualidades que es coordinador de la Unidad de Diagnóstico Urológico del Hospital Clínic de Barcelona. Quien asiste a los pacientes con suma amabilidad e interés (un paso más allá de la debida profesionalidad) no olvida nunca la esencial fragilidad humana y actúa con delicadeza.

Como compañero suyo de la tertulia El Arca, puedo destacar de él su sabiduría, carente de pompa y vanidad, un modo de argumentar claro y sensato que sabe aportar dudas y respeto por la realidad. Poseedor de una asombrosa amplitud de intereses, le fue encargado un libro al margen de su especialidad y que acaba de ser publicado: El evolucionismo (Cátedra), cuyo subtítulo es ‘¿De dónde viene el Homo Sapiens?’.

En menos de doscientas páginas, el doctor Franco repasa algunas evidencias y reflexiones, “tratando de imaginar cómo fueron nuestros orígenes y el motivo por el que un ser aparentemente frágil ha sido capaz de llegar a alterar el medio ambiente como nunca otra especie conocida ha conseguido hacerlo”. Se ha documentado de forma extraordinaria y ha producido un texto realmente valioso y, lo que es fundamental, muy legible.

Se estima que la Tierra existe desde hace unos 46 millones de siglos, son millones de años de táctica y selección llenos de misterio. Procede, por tanto, hacer un ejercicio de interpretación del mundo que nos rodea. Repárese en que los términos paleolítico y neolítico fueron acuñados en la segunda mitad del siglo XIX, por John Lubbock (un matemático aplicado a los seguros bancarios y político inglés que fue vecino de Charles Darwin) y divulgó el término prehistoria. En cualquier caso, la mecánica de nuestro comportamiento cerebral es hoy prácticamente igual a la de nuestros antecesores.

La biología molecular permite trazar con increíble precisión las vías de dispersión de los primeros homínidos. Subraya Agustín Franco que el estudio de las proteínas antiguas no va a tardar en convertirse en una especialidad enormemente fructífera con la aplicación de sus técnicas a los restos de nuestros ancestros.

El funcionamiento íntimo de la genética aún no es plenamente conocido, y “cada paso en su conocimiento abre multitud de nuevos interrogantes”, nuevas líneas de reflexión y duda. Hay que contar con la realidad epigenética: “el medio en el que vives puede ocasionar una diferente expresión de los genes sin que se hayan producido cambios en la genética nuclear”.

En general, tratamos de manera despectiva a las restantes formas de vida del planeta, un modo irresponsable que no reconoce que “atacar a los viajeros del mismo barco sólo puede llevarnos a nuestro propio daño”; así sucede con el calentamiento global.

El capítulo 7, dedicado a la evolución frente al mundo actual, ofrece las reflexiones más personales del autor. A partir de la tecnología, se abren posibilidades como el uso de prótesis en articulaciones y en extremidades o en brazos, “con conexión neurológica en algunos de ellos, que permiten activar a voluntad los dedos de una mano amputada. O el desarrollo de los denominados exoesqueletos, verdaderas carcasas mecanizadas y controladas por el usuario que permiten, aún de forma imperfecta, una movilidad hasta ahora imposible de conseguir”. La inteligencia artificial está ya aquí y su repercusión va a ser de gran magnitud.

Por más que contaminemos e intoxiquemos nuestra biosfera (una actuación continuada nociva y perjudicial para el planeta), nuestra capacidad de destrucción actual comparada con las antiguas cinco grandes extinciones, es limitada, salvo en el caso de un empleo a gran escala de bombas nucleares. No hay duda de que siempre seremos vulnerables a cualquier mutación de gérmenes, y sabemos que la inmensa mayoría de las que padecemos provienen de los animales.

Cabe destacar, por último, que nuestra evolución está en nuestras propias manos y que no todo es técnica y negocio: nuestro objetivo más sublime debería ser cuidar de la vida y de cada uno de nosotros, sin distinciones de ningún género.

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