No consigo aparcar lo urgente para centrarme en lo importante. Las tareas pendientes provienen de una variedad de fuentes, ¡INAGOTABLES!
“Mezclado, no agitado”. Esta frase, que forma parte de la historia del cine gracias a James Bond, me ha venido a la cabeza en un momento de relax “entre misión y misión” (así veo ahora mi vida y mi trabajo).
Por eso, me he detenido para disfrutar, en lugar de un vodka con Martini seco, de un vinito rico.
Diferenciar lo urgente de lo importante
Se ha abierto, este año, el curso, la vuelta al trabajo, el mes de septiembre como un agujero negro que absorbe, tras el letargo de la pandemia, y nos envuelve en un vértigo que viene empujándonos a acometer lo no hecho, con más exigencias…, a otro ritmo trepidante.
Antes de comenzar a priorizar, hemos de saber a qué podemos renunciar y a qué no.
DELEGAR, bendita palabra dificilísima…
Incluso cuando no estamos trabajando, nos sentimos obligados a hacer algo productivo: ir al gimnasio, hacer recados u otras tareas. Nos sentimos obligados a extraer productividad de cada último nanosegundo de nuestra vida diaria, evaluando nuestra valía como seres humanos por el éxito que tenemos al hacerlo. ¿Y si no estamos ocupados corriendo, haciendo cosas? Entonces podemos sentirnos cargados de culpa. Es triste, pero gracias a que nuestra cultura equipara el ajetreo con un alto estatus y virtud moral, holgazanear y relajarse sin hablar por teléfono, revisar correos electrónicos o consumir libros, podcasts o artículos, indica al mundo que no somos tan valiosos como aquellos que tienen un teléfono que explota, están intelectualmente comprometidos o constantemente consumiendo información; parece ser que se es virtuosos cuando se tiene siempre la nariz metida en algún aunto.
Vamos a tomarlo con calma. Os mando unas risas desde este video: un conocido científico divulgador explica lo importante de la vida: como las moscas del vinagre, para no estar atontados o que no nos atonten, tenemos que descansar y más…
