Cuando hace un par de días, recorriendo los canales de televisión, me encontré con un programa sobre UMMO, no me quedó más remedio que quedarme a ver de qué iba el desarrollo sobre una historia que hace tantos años tuvo una gran importancia, pero que se diluyó con el tiempo, y cierto desinterés social por la cuestión OVNI.
También he de confesar que, vistos los primeros minutos, escuchados los primeros testimonios, todos cargados de desprecio, tal vez odio, hacia una persona en absoluta indefensión, no solo porque esté muerto, que no mejora ni empeora la obra de nadie, sino porque me consta que existen personas en absoluto desacuerdo con lo expuesto, y ninguna de ellas ha sido citada a mantener otra mirada que no sea la de desconsideración y ataque personal contra Jordán Peña, hubiera, asqueado, cambiado de canal, salvo por el hecho que mi conocimiento personal de muchos de los mencionados, y mi implicación, también personal, aunque marginal, en el tema, me hicieron quedarme delante de la pantalla.
Es verdad que yo no conocí a Jordán Peña a los niveles que lo conoció su hija, tal vez las más furibunda y demoledora testigo de esta causa abierta al cabo de los años contra su padre; tampoco sé cuál ha sido la relación que los demás entrevistados, todos ellos con pocos años para haber tenido una interacción directa, extensa, con el infausto, según ellos, protagonista, pero sí que me consta que existen personas con el mismo grado de relación, con la misma capacidad de conocimiento del protagonista y del tema enunciado, que tienen una opinión totalmente diferente y que han sido acallados; entre otros su hijo José Luís, al que sí conozco.
También me pregunto, aunque tengo clara la respuesta, por qué la serie se llama UMMO, cuando la referencia al tema no parece tener otro fin que el de desmontar una historia que tiene tantos recovecos, tantas debilidades, tantas cuestiones no resueltas, tantas inconsistencias, simplemente linchando públicamente a una de las, no la única, ni siquiera la más pública o importante, cabezas visibles de la ufología y la parapsicología de aquel mundo, tampoco tan distinto de este en estas cuestiones, en el que preocuparse de los OVNIs, de los efectos paranormales, o ser aficionado a la ciencia-ficción, te señalaba como incapaz de mantener una actitud seria, como indigno de ser tomado en serio, como, en término extraño y que me cuesta utilizar, un friki.
UMMO, el UMMO que yo conocí, y con el que estuve relacionado a principios de los setenta, desde una asociación que se llamaba Eridani, y se reunía en la calle Belén de Madrid todas las semanas, se parece muy poco al descrito en la serie. Allí conocí a Jordán Peña, y a Aguirre, y a Jiménez del Oso, y a Franco Muela, y a Germán de Argumosa, y a Santiago Paz, y a tantas y tantas personas que desde un interés sincero y legítimo, intentaban asomarse a temas que la sociedad miraba con sospecha, haciéndonos, de paso, a todos nosotros sospechosos.
La complejidad del tema UMMO, la variedad y profundidad de los informes que los “ummitas“ difundían periódicamente, sobre temas y disciplinas de toda índole, me hacen cuestionarme la simplista teoría, por mucho que sea confesada, de que solo hubo una mente, una cabeza pensante, detrás de toda la historia. ¿Es posible? Sí, claro, improbable pero posible, pero también es posible un montaje para desprestigiarlo. Todo es posible cuando las certezas son, ya, inalcanzables.
En Eridani, éramos auténticos entusiastas de lo que pretendíamos conocer, y la duda, el cuestionamiento permanente de las experiencias era nuestro método para intentar separar los casos y testimonios a los que teníamos acceso, la mayoría de los cuales eran palmariamente inventados, de los que tenían algún viso de verisimilitud, los menos, he de confesarlo. Muchos de los que nos incorporamos a aquella asociación en esa época, rondábamos los veinte años y éramos estudiantes universitarios, y a ninguno se nos olvidaba , ninguno ignorábamos, la lacra social que suponía declarar nuestro interés sobre los temas que allí se trataban. Vivimos episodios chuscos, muchos, serios, algunos, alguna amenaza gubernamental de precintar la sede, e hicimos mucha labor de documentación, estudio y experimentación, con los medios a nuestro alcance. Siempre, siempre, intentando ser rigurosos, intentando desmentir, aunque solo fuera entre nosotros, aunque solo fuera por nuestra propia estima, las etiquetas que se nos colgaban socialmente.
Yo ya conocía el tema UMMO antes de unirme a Eridani dada mi relación de amistad con varios de los miembros de la familia Muela. Es más, ese conocimiento fue uno de los argumentos fundamentales para unirme a ellos, pero he de confesar que, una vez dentro, el tema UMMO era, a pesar de estar omnipresente, algo absolutamente marginal en nuestras reuniones. Solo una vez, y tras mucha insistencia a los “mayores” de la asociación, todos integrantes del grupo de “La Ballena Alegre” desde sus inicios, se nos contó con todos los pormenores, pormenores que ahora debo de poner en cuestión según la serie UMMO, o no, sobre el episodio de San José de Valderas, y que he relatado varias veces tal como lo recuerdo, y que voy a relatar para ustedes una vez más.
Tras muchos requerimientos de parte de los miembros del Club de la Ballena Alegre a sus contactos, siempre telefónicos o postales, ummitas, para que pudieran proporcionar una prueba irrefutable de la veracidad de lo que contaban, estos los convocaron el 1 de junio de 1967, por la tarde, en San José de Valderas, junto al castillo, donde se produciría el avistamiento de un OVNI procedente de UMMO, avistamiento que, al ser una tarde de tiempo excelente debió de ser contemplado por cientos de personas que frecuentaban el paraje en sus paseos, y así se refleja en la historia. Puntualmente, el OVNI hizo su aparición y fue fotografiado, llegando, incluso, sigo contando lo que me contaron, y lo que apareció en algunas publicaciones de la época, a dejar caer una cápsula metálica que contenía un trozo de plástico con el símbolo de UMMO troquelado. Hasta aquí el caso perfecto en el que llegaron a implicarse investigadores de varios países, y la NASA. Pero, lo que se consideraba inicialmente como prueba irrefutable, se acabó convirtiendo en una secuencia de casualidades, de causalidades, que invalidaban totalmente su posible consideración como prueba de la existencia de UMMO, en primer término, y de los OVNIS en general. Primero, y a pesar de que se supone que fueron muchos los testigos, no se consiguió localizar a ninguno que fuera testigo directo, independiente del tema, y fiable. Segundo, a pesar de los múltiples estudios internacionales, sobre las fotografías, ninguno de ellos dispuso de un negativo original sobre el que trabajar, lo que los invalidaba todos. Tercero, y tal vez lo más llamativo, el plástico que contenía la cápsula, inicialmente de características no conocidas comercialmente, por su grosor y composición, fue patentado muy poco tiempo después del avistamiento por la firma Dupont.
Así me lo contaron, así lo cuento, sin quitar ni poner una coma. Así se recogió en algunas publicaciones de la época que conservo.
Ni quito ni pongo rey en este tema, no conocí lo suficientemente a Jordán Peña para convertirme en un adalid de su defensa, pero mis recuerdos no coinciden con lo que oigo declarar a personas a las que no recuerdo de entonces. Nadie me invitó a participar en ninguna secta, nadie me conminó a creer en nada concreto, nadie intentó manipularme o forzar mi pensamiento en ninguna dirección. Tal vez no fuera lo suficientemente importante para ello, o tal vez eso no existió nunca durante mi pertenencia a Eridani.
Mi salida del grupo coincidió, en realidad fue causada, por la visita del famoso Uri Geller a España, con motivo de la cual se creó una comisión, en la que inicialmente fui incluido, para estudiar los fenómenos que ese señor pretendía manejar. Cuando comprobé que la pretensión era un enfoque puramente cientifista de las pruebas a realizar, validando la existencia de los fenómenos en base a parámetros conocidos, obviando que podría haber fuerzas y estados que no fueran medibles con esos parámetros, o con parámetros conocidos en ese momento, decidí que no me interesaba participar en esos estudios, y me desvinculé, con una cierta sensación de desengaño respecto a todo ese mundo, o al menos de toda esa forma de intentar asomarse a él.
No sé cuál es el renovado interés en una vieja, aunque no cerrada, historia. No sé si Jordán Peña fue sincero antes, después, o en ningún momento. No sé cuáles son las terribles experiencias vitales de su hija, y del resto de testigos de la serie. No sé, porque nadie les ha dado oportunidad, cual es la opinión de los que tienen otra visión del personaje y de la historia. Pero lo que si tengo claro es que tanta inquina, tanta parcialidad, tanto interés en un tema ya tan antiguo, me suena a intereses ocultos, aunque solo sean económicos.
Un interesante artículo y, sí, tal vez el interés por resucitar el asunto sea simplemente económico; a la postre, casi todos los intereses lo son, directa o indirectamente.