La sociedad se está radicalizando. Pasamos de ser un país a finales de los 70, postergado e ignaro, a ser un estado más moderno y preparado, aunque a veces parezca todo lo contrario: aquello que en teoría se deseaba en los 80, la actualización social, ahora parece convertirse en su antítesis.
Es como la excesiva higiene con los bebés, que los hace alérgicos a muchas clases de alimentos o a la propia naturaleza.
Si reparamos en la palabra “admiración“, advertimos que trasmite sorpresa primero y respeto después. Significa también, maravillarse o incluso quedarse pasmado ante algo o alguien. La admiración es una emoción social; está en nuestro ADN y es tan natural como el sentido del humor o la ironía.
Cuando nos extasiamos al ver una maravillosa talla, un cuadro o un baile perfectamente ejecutado, algo se nos mueve por dentro. Nos hipnotiza sin saber qué hacer ni qué decir. Nada se para a tu alrededor, el mundo sigue, sin embargo a ti sí que te lo parece. Es como cuando te ves en peligro, pero en vez de miedo sientes una agradable sensación.
No hace mucho me llamó la atención un anuncio. Nada de extrañar, ya que tratan de captar nuestra atención como sea y llegar al subconsciente, a la parte que no controlas y que no percibes. Pretende retocar el lenguaje oculto de nuestra naturaleza.
Nadal le dice a un niño, que QUIERE ser como él: “lo que a mí me ha funcionado no tiene porqué funcionarte a ti también. Protege lo que te hace diferente”.
Esta es la idea de la que quiero hablar hoy. ¿Es la admiración por uno mismo lo más importante? El vernos como héroes, apoyados e impulsados a sacar lo mejor de nosotros mismos. Sacar lo que llevamos dentro, y muchas veces oculto, ¿nos hará mejores? Mejores respecto a como lo éramos antes, antes de tomar esa decisión de seguir nuestros propios pasos.
A caminar aprendemos todos de una manera muy parecida. La naturaleza nos impulsa a gatear y aquellos que nos cuidan nos ayudan a ponernos en pie y a dar los primeros pasos. Pasos torpes e inseguros, pero pasos al fin. Todos caímos algunas veces hasta cogerle la medida a esta técnica tan novedosa. Después vino el colegio, el instituto y la adolescencia, la etapa donde la personalidad se acaba de formar y se escogen los caminos que probablemente nos marquen de por vida. La formación ha cambiado mucho desde mi adolescencia. Ahora se centra en la competencia en las materias, no en su memorizado. Otra diferencia importantísima es que entonces, sabíamos más o menos cuál sería nuestro trabajo en el futuro. En la actualidad, un porcentaje nada despreciable no lo sabe: están aun por inventarse porque no se conocen las necesidades del porvenir.
Por este motivo necesitamos muchos héroes, porque no sabemos las ocupaciones, las necesidades y las ideas que moverán el mundo dentro de diez, quince o veinte años. Los que hoy gatean regirán el país cuando yo sea senil y apenas me pueda valer por mí mismo. Por eso necesitamos héroes, y muchos, también ahora. La sociedad necesita sobre todo que el buen ejemplo sea el guía.
Deberían promocionarse en nuestro país la tecnología y la filosofía. La tecnología para no quedarnos atrás respecto a otros estados, para no seguir a la cola en I+D+I. La filosofía, o los ideólogos, son necesarios para ayudarnos a dar sentido a la vida, para saber por qué luchar y a favor de qué. Si no tenemos claro a dónde queremos ir, caeremos en las fauces del consumismo, de la imagen o de cualquier ídolo manipulador.
Para ser un espejo y para dar ejemplo a nuestros hijos, debemos replantearnos prácticamente todo. Ir al desván y volver al pasado, analizar el presente y ver qué caminos o pasos debemos dar. Si nunca fue fácil vivir o ganarse la vida, ahora se ha complicado bastante más. La enfermedad llama a nuestras puertas, al igual que la falta de trabajo y de recursos. En el ámbito político los fantasmas de los abuelos y bisabuelos resucitan como una pesadilla, como una herida mal curada que esparce la infección por todo el cuerpo. No veo líderes que tiren por el camino del medio, o eres de uno o eres del otro.
La tecnología dejará atrás a todo el que no apure a seguirla. Cada día es más imprescindible, hasta para pedir limosna. Nuestras calles se vacían para llenar el tráfico de ceros y unos. Ceros y unos que esconden mucho más de lo que pensamos. El libro de Aldous Huxley, “Un mundo feliz” llama a mi mente como una compañía de morosos, de vez en cuando, pero de forma constante, sin detenerse.
Mientras era estudiante de formación profesional, leí “Historia de una escalera” de Antonio Buero Vallejo, donde advierte que aunque apuestes por un bando u otro, ninguno de los dos trae la dicha; has de salir a ganártela tú con tu dolor y sudor. La intención sin acción sólo es pura ilusión, y es de esto de lo que pecan las familias de la novela.
En aquellos días, también leí el poema de Antonio Machado; “Españolito que vienes al mundo”.
Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.
Lo sabemos: estamos controlados, dopados y adoctrinados en una idea o en la otra, en un anuncio o en otro. No existen múltiples opciones, se subdividen sólo en dos. Sabemos que nadie nos salvará, seremos nosotros los que nos tendremos que trasponer. Como hay que ponerse del lado de un bando o de otro, porque te acabas poniendo sí o sí, te verás abocado a la decepción y al arrepentimiento. Por eso es fundamental no admirar a nadie más que a uno mismo. Sacando lo mejor de tu interior, luchando por tu libertad mental, aunque la física tenga que quedarse en casa. Abriendo tu mente y yendo con paso firme, pero con cautela, es como, deberíamos de ir esforzándonos hacia el futuro de mañana mismo.
Referencias sobre las obras mencionadas:
Wikipedia Un Mundo Feliz
Españolito que vienes al mundo
Resumen de “Historia de una escalera”