A LAS OCHO DE LA TARDE

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#EnCasaconPlazabierta

Es propio de tiempos difíciles que las personas no unamos buscando ayuda y consuelo.  Es propio de tiempos oscuros esforzarse por ver algo de luz entre tanta tiniebla. Es propio que ante la adversidad aflore en nosotros la solidaridad con los más débiles o perjudicados. Es propio que ante la angustia frente a la incertidumbre del mañana caminemos juntos por miedo a que el siguiente día no llegue.

© Ángela Zapatero para Plazabierta.com

Sí, así somos los seres humanos, la adversidad nos une, pero sólo cuando la tenemos a un palmo de distancia. Sólo basta con echar la mirada a atrás un par de meses para ver la pandemia como algo tan lejano que no nos afectaba hasta que Italia empezó a sufrir los estragos de este enemigo oculto que es Covid-19 y, no del todo, si tenemos en cuenta la recepción de vuelos procedentes de la zona más afectada sin ningún tipo de control de la región de Lombardía, tal vez porque nuestros dirigentes pensaban que Milan sólo exportaba  moda.

Aunque no del todo es cierto, los hay que ante la adversidad hacen de la desgracia un medio para su lucro personal o un argumento para arrimar el agua a su molino, aparte de los psicópatas que disfrutan con el mal ajeno o de quienes con un tufillo político tratan de buscar culpables en los contrarios en vez de arrimar el hombro; no de extrañar ante la tan extendida cualidad de ruines existente entre nuestra clase política, para los cuales siempre hay motivo para culpabilizar a los otros. Los de la izquierda contra la derecha por haber esquilmado la sanidad pública con los famosos recortes durante y después de la última crisis económica, favoreciendo a sus amigos de la sanidad privada y,  los de la derecha contra la izquierda por la gestión que ahora están haciendo, junto a los perroflautas, término por ellos acuñado para referirse a los socios del actual gobierno socialista, aunque la verdad, no les falta razón a cada uno de ellos, pero visto en su globalidad, no apuntando en una sola dirección, propia de los bizcos de un ojo o del otro, menos el insulto y descalificación personal por la apariencia, porque no es oro todo lo que reluce y llevar rastas en el pelo no puede formar parte del baremo para medir la calidad política de las personas, salvo para los necios clasistas de traje y corbata que exhiben en demasía símbolos patrios de los que se han apropiado para presumir de su amor por España, aunque luego se lleven sus riquezas a paraísos fiscales.

Pero, como siempre, evitando que el hastío de la política nuble mi vista y, dando por sentado que discutir en términos de política de taberna no lleva a buen puerto, además de por lo complicado que resulta  hablar de ideas  y no de ideólogas,  quiero centrar mi reflexión en el ser humano, en su dicotomía frente a iguales situaciones dependiendo del  nos situemos o nos sitúen en cada momento, en defensa de nuestros propios intereses, dando preeminencia a ciertas actitudes que revelan la esquizofrenia de nuestra especie.

No me equivoco y, por lo tanto lo afirmo con toda la rotundidad de la que soy capaz que tenemos más de misántropos los seres humanos que de filántropos, de egoístas que de solidarios, fruto de nuestra tendencia a restar en vez de sumar con tal de reafirmar nuestro “propio yo” con absoluta autocomplacencia que lleva a algunos a tener poluciones nocturnas y a algunas a un exhibicionismo exagerado, como manifestaciones de un hedonismo disfrazado de cierta intelectualidad, cuando no como salvadores de la humanidad con autoimposición de medallas como premio a su hacer, siempre por mejor que el de los demás.

Sí, es cierto que la pandemia nos ha unido y, salvo aquellos que arriesgan su propia salud en ayudar a los demás, con especial carga para los sanitarios que hacen y han hecho de nuestro sistema de salud público uno de los mejores del mundo, no por los medios, sino por su profesionalidad y dedicación abnegada, dado que los primeros se los llevo el viento, para hacer más ricos a los ya lo eran con la excusa de salvar la economía nacional; no es más que una unión de balcón de a las ocho de la tarde para aplaudir a quienes de verdad están siendo los verdaderos héroes en esta crisis que tantas vidas se está llevando por delante, alguno de ellos tan mal vistos en otros momentos por esa dicotomía a la que me he referido antes.

Allá cada cual con su condena o reconocimiento a los que ahora son o se comportan como héroes porque en otros momentos fueron villanos por cumplir con obligaciones inherentes a sus funciones, como la de la seguridad ciudadana, ya sabemos que del poder al abuso de poder siempre hay una fina línea, sobre todo para ciertos energúmenos que se sienten superior a los demás porque llevan una pistola y una porra que les gusta exhibir sin pudor para reafirmar su ex vi potestatis; aunque también  cierto es que el trabajo sucio nadie lo quiere hacer aunque sea necesario retirar la basura para evitar que huela demasiado mal.

También es cierto que, esa tan aireada solidaridad de la ciudadanía por su confinamiento me gustaría haberla visto, sino es por las multas que llevan aparejadas su incumplimiento, habiendo sido necesario una declaración del estado de alarma por el gobierno para obligarnos a esta reclusión que hubiese sido necesaria nada más que la pandemia puso sus pies fuera de la gran muralla china; haciendo realidad la frase de Thomas Hobbes que “Los pactos que no descansan en la espada no son más que palabras, sin fuerza para proteger al hombre, en modo alguno”; e incluso así, todavía los hay que por su egoísmo siguen haciendo caso omiso a estas reglas tan excepcionales para garantizar la salud de la población inventando justificaciones que nada más pueden ser fruto de una merma mental o inconsciencia.

Me temo que, cuando todo este termine, cuando el coronavirus haya sido vencido, volveremos a cerrar las puertas de nuestros balcones y la solidaridad que ahora rebosamos volverá a convertirse en indiferencia cuando la noche sólo se perpetúe en casas ajenas. Y volverá a dolerme la perdida de humanidad que sólo aparece cuando el sol se oculta en nuestro valle y no cuando la noche aterra al otro lado del planeta.

De todas formas, gracias VECINOS por demostrarme que la humanidad, la sensibilidad y la compasión por las desgracias de nuestros semejantes existe, aunque sólo sea por un instante y por miedo por aquello que, cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar…

Ojalá me equivoque y este amor por nuestros semejantes se perpetúe más allá de este instante y tenga que tragarme mis palabras que, sin duda lo haría con mucho gusto.

Han existido y siguen existiendo guerras, holocaustos, exterminio de poblaciones enteras, epidemias, y un sinfín de tragedias y el ser humano no ha aprendido ni aprenderá, porque como también dijo Hobbes, Homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre), además del destructor de su propio hábitat. El cambio está en una transformación individual, en una crecimiento personal en valores y principios, convirtiéndonos en esporas para contaminar a los demás, a nuestro entorno, del humanismo que hemos hecho crecer en nosotros. Eso sí, es un buen momento para empezar a cambiar, con la consciencia que esté cambio es lento y que dura toda la vida, exigiendo dejar en el camino muchas intereses, actitudes egoístas y, sobre todo la bajeza moral de desentendernos de todo aquel dolor que no tiene que ver con nosotros, pensando que son los demás los que tienen que cambiar…

https://www.youtube.com/watch?v=98BD4rgnt4g&fbclid=IwAR1ksd1FjnOv-dP8MnbEvl-s81btasC8uoIEAvG1GVXIBQJh13awxBoO-gg&app=desktop

 

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