Me dice un amigo, a la sazón colaborador de este medio, que soy monotemático y que mi postura se convierte en un oxímoron intelectual y, aunque no entiendo si lo dice por la contradicción o por lo absurdo de mis pensamientos y, sin necesidad de justificación habida cuenta que nadie está obligado a leerme en caso de no gustarle lo que escribo o como escribo, faltaría más, cierto es que mi vida siempre ha estado llena de contrastes, como un suelo ajedrezado, creo que, no muy diferente al resto de los monos sapiens que repoblamos este planeta, en definitiva luz y su ausencia, la vida y la muerte, los aciertos y los errores, los sueños y la realidad.
Tampoco puedo negar mi oposición férrea a las doctrinas y dogmas y a los que viven de ella, precisamente porque en su momento nada bueno me reportaron, así como mi defensa a ultranza del librepensamiento por encima de todo y, el riesgo continúo de un despertar intelectual con las ansias de descubrir lo que durante mis cincuenta y tantos no he podido o sabido hacer antes.
Así que preocupado por mi neurosis mental he revisado mis últimos artículos, trabajo que no suelo hacer precisamente para no caer en esa preocupación, pero sobre todo porque al igual que el tablero de claro oscuros de mi vida, no soy de ideas inamovibles, casi siempre por evolución intelectual provocada por experiencias propias o ajenas que logran convencerme con sus argumentos. Evolución intelectual que, en ningún caso me sitúa en una posición superior a nadie, en todo caso, diferente.
Por otra parte, el deseo constante de seguir andando el camino de mi vida sacándole el máximo provecho, inevitablemente me lleva a posicionarme frente a esas experiencias y aprendizajes y, consecuentemente, a hurgar insistentemente en anteriores posicionamientos, por su falta de consistencia o por fallidos que obstaculizan mi evolución espiritual y, por tanto, personal.
De manera que, no le falta razón a mi amigo, a la sazón colaborador de este medio, vivo en un constante oxímoron intelectual en esta luminosa oscuridad.