Que manía de mezclar a Dios con las guerras. Quizá la iconografía religiosa sea la culpable, un Dios enfadado, un Dios autoritario, incluso tirano. No sólo tenemos la osadía de apropiarnos de los dioses y los hacemos a nuestra imagen y semejanza, sino que además nos ampararnos en ellos para justificar nuestra beligerancia e incapacidad de vivir en paz. Que fracaso de humanidad.
Si Dios existiera dicen, los ateos, ¿por qué permite que sus hijos se maten?, ¿por qué no manda una plaga de insectos o una lluvia de fuego y granizo, que termine con esos que alzan la bandera de una determinada religión en su nombre.
Y, por contra, los no ateos, imploran la intervención de su dios, rezando salmos de alabanza y venganza en defensa de la que denominan tierra santa que por derecho divino les corresponde.
Que despropósito, matar en nombre de Dios, que blasfemia, que fanatismo irracional para morir en olor de santidad o para ser merecedores de vírgenes en el paraíso.
No, no hablo desde el buenísimo del que desea la paz como una manera de quedar bien ante los demás y, tampoco desde el que se considera en posesión de la razón para apoyar a unos o a otros, sólo me posiciono a favor de las víctimas, da lo mismo el país o si se trata o no de tierras prometidas o santas, porque las guerras, guerras son, y como tal no son más que un fracaso, del ser humano, sólo del ser humano, de ese ser que llamamos racional. ¿Puede, a tal caso, ser racional una guerra en la que la destrucción es el único fin?. Nuestra destrucción.
La tierra prometida, pero, ¿a quién o a quiénes?. Es cierto que en la Biblia, concretamente en el Génesis, 12.1-3, se dice: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré. Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré al que te maldiga, y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra », y también en este primer libro de la Biblia (28,13) encontramos: «Yahveh estaba en lo alto […] y dijo: « Yo soy Yahveh el Dios de Abraham, tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia».
Pero, ¿hasta donde llega el pacto entre Dios y Abraham, como el primero de los tres patriarcas del judaísmo?, ¿legitima matar en nombre de Dios?, eso sin contar que la tierra prometida tiene un significado espiritual y simbólico dentro de la Biblia que representaba la realización de la promesa de Dios de establecer una nación santa y un pueblo elegido, por consiguiente, ¿es acaso la Resolución de la ONU num. 181, de 29 de noviembre de 1947, por la que se aprueba el “Plan de Partición” de Palestina, con el nacimiento del Estado de Israel, la continuación divina de ese pacto abrahámico, con el que el padre del Sionismo, Theodor Herzl, soñó y que se revela en su libro «El Estado judío», publicado en el año 1896, en el que propone crear un Estado propio para los judíos, situado en Palestina.
Además, ¿puede atribuirse a la Biblia un valor vaya más allá de su puro carácter símbólico y espiritual, que se pretende relacionar con un contexto histórico determinado de la salida del pueblo judío de Egipto huyendo del maligno?, ¿o no es más que una obra de los hombres intentando divinizar y dar sentido a nuestra frágil y contaminada existencia humana por el caos de nuestra sinrazón a través de los siglos, amén?. No lo sé, igual que tampoco se, si es legítimo, defenderse frente a los ataques de los terroristas de Hamas y Hirgola contra Israel matando a Palestinos indefensos, la mayoría mujeres y niños o bombardeando hospitales y otros objetivos prohibidos por el derecho internacional. Bueno, si lo sé, es una barbaridad, una crueldad, una desproporción absoluta; todas las guerras lo son, máxime cuando hay detrás intereses de potencias mundiales como EEUU y Rusia, o cuando la ONU no es un Organismo que trate por igual a todo el mundo, debido al derecho de veto de los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Así no vamos a ninguna parte.
Todo me parece una necedad, matar por fanatismo religioso o político, por eso, sólo me puedo poner al lado de las víctimas, del lado de la razón, de la convivencia pacífica que muchos israelitas y palestinos de bien han sido capaces de mantener dentro esta aberrante división de dos pueblos, a pesar de que sus gobernantes y religiones les instigan a la continua confrontación, en defensa de por lo que por derecho divino le corresponde. ¿Existe, acaso, un derecho divino más que la propia Ley natural que procura el bien ordenando la convivencia pacífica entre los seres humanos, para terminar con el caos propio de la distopía a la que continuamente tendemos?.
Si Dios es el alfa y el Omega, el principio y el fin, la génesis de todo lo existente e inexistente, ¿por qué a algo tan sublime e infinito, imposible de entender desde nuestra limitada concepción y material visión humana de la Existencia se le puede atribuir la causa o fuente de religiones que dividen y enfrentan?. Qué uso tan pobre y ruin de la Existencia infinita, ¿se puede ser tan raquítico y enano mental, tanto afirmando la existencia o no de una divinidad, concebirla de una forma tan tiránica y humana?.
Todos los pueblos tuvieron dioses guerreros y vengativos. En los genes de la especie está inserta esa idea.
Sólo un hombre al que se le llamó el único hijo del Dios verdadero habló de paz y amor…
Un gran artículo en el que se hacen grandes preguntas.
Muchas gracias por la reflexión.
Pues lo que dije el otro día… Pastores enloquecidos.