Hoy en día se escriben cosas que era impensable leer hace unos años. Así, por ejemplo, que “el pujolismo no fue un régimen benigno”. El autor de esta frase es el periodista Santiago Tarín, y la incluye en su libro ‘En el tsunami catalán’ (Galaxia Gutenberg), presentado hace poco en un concurrido acto. Esta sentencia supone que el pujolismo fue un régimen -una anomalía en democracia- que produjo daño social.
Desde que empezó a gobernar, Pujol puso en práctica el publicado Programa 2000: la enseñanza y los medios de comunicación se pusieron al servicio de su proyecto secesionista. Engañó a quien se quiso dejar engañar. En sus discursos nunca paró de acusar al Estado de agredir y discriminar a los catalanes. Pero él siempre tuvo patente de corso para hacer y decir todo cuanto se le antojó, por supuesto con insidia. El postpujolismo de Maragall y más prolongó su tarea hasta alcanzar la ebullición del procés.
Tarín tiene claro que la corrupción fue detonante de ‘lo que ha pasado’. ¿Se puede pasar por alto la falta de transparencia de cómo se ha financiado el procés?: “Es fácil constatar que cientos de millones de euros, quizá miles, se han evaporado de las arcas públicas, destinándose a comisiones en lugar de a otros fines, como la salud, la educación o las infraestructuras”. Ahí es nada. Sin olvidar la orquestada y rotunda intolerancia hacia cualquier oposición, a la que aún se procura condenar por todos los medios a la irrelevancia.
No obstante, Tarín guarda tics probablemente inevitables en su oficio. Habla de 131 presidentes de la Generalitat cuando sólo son 19, tal y como ha detallado el catedrático de Economía Francesc Granell (poseedor de la Creu de Sant Jordi). Una concesión gratuita a la insaciable propaganda de megalomanía gubernamental. Asimismo Tarín reitera que Pujol nunca sacó partido de haber sido detenido y torturado durante el franquismo. No es así. Y de ello hubo dosificada y continua resonancia en los medios de comunicación.
Santi Tarín pone de manifiesto que Torra -el exdiputado que aún preside la Generalitat- es ejemplo de odio xenófobo y fanático. Según él, “los españoles solo saben expoliar” y “vergüenza es una palabra que los españoles han borrado de su vocabulario”. Está claro que no es un tipo ante el que haya que inclinarse, y menos al ‘estilo Iván Redondo’.