YO, MI, ME, CONMIGO

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Se acuerdan ustedes del dicho popular conocido como   ley del embudo, “lo ancho para mí y lo estrecho para los demás”, pues esta ley se está convirtiendo cada vez más en una práctica habitual, manifestación sin dudas del individualismo cada vez más galopante de una sociedad como la nuestra carente de valores; lo que en términos más técnicos, dentro de la sociología, seria la tendencia que otorga primacía al individuo respecto a la colectividad.

La manifestaciones de esta tendencia suelen ser muy diversas, aunque la que más me llama la atención, quizá porque es la más generalizada, es la de considerarnos los más listos, los más buenos, los mejores; en definitiva el egocentrismo que hace que sólo nos miremos hacia nuestro ombligo.

Cada día me encuentro con más gente cuyas teorías sobre cualquier asunto no admiten réplica. Vivimos en un momento en el que todos sabemos de todo, dominamos cualquier tema o materia, en la mayoría de los casos por “información” cogida de las redes sociales, como si de un máster se tratase sin ni siquiera molestarnos en contrastar o completar con información veraz cogida de lugares seguros o especializados. Y es que, queramos o no, nos moleste o no que nos lo digan, cada día se lee menos y peor se asimila lo que se lee, eso sin contar con la gran cantidad de sabios, profetas, líderes y lideresas, sanadores, brujos que adivinan el pasado, porque con el futuro no dan ni una, que se auto proclaman nuestros guías espirituales o ideológicos sin que nadie se lo pidan, y que sin ningún pudor se inventan historias o ideologías para vender con el objetivo de engañar a unos cuantos incautos que les mantengan en un falso prestigio, suficiente  para vivir de la sopa boba.

Pero, para no desviarme del tema, que no es otro que “la ignorancia de los listos”, lleva a las personas a ser tan osadas de considerar a los demás como auténticos idiotas, sin reparar siquiera que su interlocutor puede saber algo más que él, permitiéndose incluso despreciar cualquier opinión contraria incluyendo insultos o descalificaciones cuando se ven pillados en su limitado y pretensioso saber, en vez de escuchar por si pudiese aprender algo, pero también por educación, salvo, claro está, que estemos ante un imbécil redomado, en cuyo caso es mejor no perder el tiempo y quitárnoslo de encima cuanto antes.

“Pero, para no desviarme del tema, que no es otro que “la ignorancia de los listos”, lleva a las personas a ser tan osadas de considerar a los demás como auténticos idiotas, sin reparar siquiera que su interlocutor puede saber algo más que él”

Y, no sólo se trata de conocimientos, también el individualismo y como manifestación de éste el egocentrismo, no lleva a repudiar sentimientos contrarios a los nuestros sin reparar que los demás tienen derecho a sentir como les de la gana, o mejor dicho catalizar sus emociones con arreglo a sus experiencias y modo de vida, sin que ello nos lleve a encasillar a nadie o tildarlo de esto o de lo otro.

En definitiva, todo se reduce a tener una óptica más amplia de las cosas, de la vida y de las personas, siendo conscientes que fuera de nuestro pequeño y gran mundo existen otros mundos tan importantes, al menos, como el nuestro, por lo que nos debemos plantearnos salir de ese “yo, mi, me, conmigo”, para convertirlo en algo de todos, sino correremos el riesgo de que los demás no nos soporten, quedándonos al final solos en esa torre de marfil o zona de confort que nos hemos construido.

Otra manifestación también del individualismo, y dentro de éste el egocentrismo es la soberbia, como un sentimiento de superioridad frente a los demás que provoca un trato distante o despreciativo hacia ellos, de los cuales nos tenemos que cuidar muy mucho, porque mi experiencia con esta tipo de seres es, con tal de no dar su brazo a torcer son capaces de hacer daño debido a su deseo incontenible de controlar todo, regocijándose, además, por el fracaso de otros y resentirse por el éxito de los demás; apartándote de su círculo si no las adulas lo suficiente.

Autosuficiencia, vanidad, autocomplacencia, altanería, afán de singularidad, entre otras, serían otras de las manifestaciones de tan insoportables seres; aunque en el pecado llevan la penitencia, porque en su egoísmo de querer ser el centro de todo, cuando no lo consiguen porque alguien brilla más que ellos, su rabia es tan incontenible que su único misión es hacer todo lo que pueda para ganar en esa carrera de ser la única estrella  con su espíritu calculador.

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