¿VOLVERÁN LAS OSCURAS GOLONDRINAS?

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Nada me hubiese satisfecho más que no tener que volver a hablar de Cataluña por el soporífero, manipulador y desgastado  hasta los huesos “procés”, sobre todo porque igual que no me gustan las consignas políticas cuando vienen de la derecha, tampoco me satisfacen cuando vienen de la izquierda; sobre todo cuando las conductas de quienes transmiten ideas como dogmas políticos, roza poco más que el absolutismo ideológico.

 

Me estoy refiriendo a la fuga de Marta Rovira tras mandar una carta a los militantes anunciando su exilio,  indicando, entre otros aspectos, que «Será un camino duro, pero es la única forma que tengo de recuperar mi voz política»; huyendo de esta forma de su comparecencia ante el Tribunal Supremo, a la que sí han acudido los otros líderes independentistas citados, Jordi Turull, Carme Forcadell, Raul Romeva, Dolors Bassa y Josep Rull, Llanera por su implicación en el ‘procès’ independentista

Bien…, situados en los hechos brevemente narrados, pero que todos conocemos bien por lo trillado del tema en informativos, redes sociales, prensa, etc, etc…, lo que no aguanto, realmente, de los políticos, es su desarrollada capacidad para engañar a la gente, no sólo a los contrarios, sino a su propia militancia, simpatizantes, busca-vidas  políticos que se apuntan a un tornado para sobresalir entre los suyos y salir en la foto, por utilizar términos o expresiones absolutamente inapropiadas respecto de los temas que tratan, manipulando información, para la consecución de un objetivo, en nuestro caso, alarga el Procés hasta que, a punto de rasgar, se vuelva a repetir la historia una y otra vez. ¿Hasta cuándo?.

Lejos de volver a demostrar la anti-juricidad de proceso independentista de Cataluña, por lo manido del tema y, sobre todo, porque intentar demostrar desde una perspectiva jurídica algo de lo que el contrario no quiere ver, es perder tiempo; aunque volveré a dar dos pinceladas para situarnos, por si alguien piensa que mis palabras también pueden ser manipuladoras al dar por sentado la ilegalidad de este esperpento experimento político. La primera de ellas es hacer mención a la Declaración Universal de los Derechos Humanos de Nueva York (1966) que, si bien arranca diciendo, que: “Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación”–, sin embargo, y esta sería la segunda pincelada, la Corte de La Haya en numerosas sentencias interpreta la resolución 2625 (párrafo 80) donde se recoge  este derecho,  de la siguiente manera: “Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes se entenderá en el sentido de que autoriza o fomenta cualquier acción encaminada a quebrantar o menospreciar, total o parcialmente, la integridad territorial de Estados soberanos e independientes que […] estén, por tanto, dotados de un gobierno que represente a la totalidad del pueblo perteneciente al territorio, sin distinción por motivo de raza, credo o color”, lo que se conoce con el nombre de secesionismo.

Los que nos consideramos democráticos, porque respetamos las ideas contrarias a las nuestras, nos gusten o no, sólo por el mero hecho de que en esto consiste una auténtica democracia, es decir, en que cada uno pueda exponer sus ideas, debatir todos sobre ellas y, a falta de consenso, decidir sobre su resolución el voto de la mayoría. Ahora bien, lo que no se puede respetar porque en sí ya supone una falta de respeto, es querernos tomar el pelo y tratarnos como a “gilipollas”, y perdonen mi expresión, a los ciudadanos, llamando “exilio” a lo que es una huida hacia delante, ni llamar a quienes están en la cárcel por fomentar dicha secesión, presos políticos, cuando se trata de todo lo contrario, políticos que están presos por no respetar las reglas del juego que marca nuestra propia Constitución y el sistema normativo que debe emanar de ella; no de la imposición, aunque está venga refrendada por unos votos obtenidos de un referéndum ilegalmente convocado y peor controlado en los resultados, y de unas elecciones que, admitiendo los resultados que han hecho que el independentismo haya vuelto a triunfar por la unión de todos ellos, lo que no se puede dar por válido es la actitud pertinaz, absurda y ineficaz de volver a repetir los mismos errores cometido antes de las citadas elecciones, porque haciéndolo, basándose en dicha mayoría, no convalida o hace legítima su actuación por ser contraria al Orden Constitucional e irremediablemente, si se quiere no cronificar el problema que han generado los gobernantes catalanes, la solución, debe pasar por una negociación entre independentistas y constitucionalistas que implique la reforma de la Constitución de 1978 para posibilitar dentro de los cauces legales el deseo de un pueblo, dudo que por mayoría, de ser independiente.

“Ahora bien, lo que no se puede respetar porque en sí ya supone una falta de respeto, es querernos tomar el pelo y tratarnos como a “gilipollas”, y perdonen mi expresión, a los ciudadanos, llamando “exilio” a lo que es una huida hacia delante”

Tengo que reconocer que Gabriel Rufián me llego a caer bien por sus enfrentamiento a pecho descubierto con Rajoy, sobre todo para recriminarle su actitud poco respetuosa con el pueblo Catalán; pero esta percepción inicial se ha ido desvirtuando, cuando sus palabras se han ido transformando en consignas manipuladoras, revistiendo al procés de un aura de renovación democrática, cuando en realidad se trata de una imposición en toda regla; de manera que, si utiliza términos jurídico-políticos, que lo haga en su estricto significado, no el que él y lo suyos quieren atribuirle en cada momento.

Pero, bueno, aquí cada uno se cree lo que se quiere creer y manipula lo que le puede perjudicar, y el que no tenga pecado que arroje la primera piedra.

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