VAMOS AL CINE

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Lo reconozco, me fascina y apasiona el cine, forma parte de mí, es mi medio de vida, con quien me acuesto y me levanto, al menos mentalmente. No puedo vivir sin cine, para mí como para Aute, “toda la vida es cine y los sueños cine son”.

Adoro el cine clásico cada vez más; la bazofia actual me da dolor de cabeza en su gran mayoría, me aburre y me provoca sueño, y mira que hacen lo posible para que esto no ocurra con ritmos trepidantes y cambios de planos que vuelven loco al más cuerdo. La industria ha empeorado sí, y no merece la pena decir lo contrario. Estamos en una etapa de mediocridad absoluta, acorde con el tiempo que nos ha tocado vivir. Poca gente va ya al cine, sus precios escandalosos frenan al público en general y al joven en particular, sumado a la baja calidad de una gran mayoría de películas que se emiten. La industria está más que tocada desde hace tiempo. Por otra parte, odio las palomitas, la coco-cola y toda la oferta de comida basura que se oferta para visionar una película. Al cine se va a disfrutar y a que te engañen o enriquezcan durante dos horas, no a engordar.

Hace años que no encuentro una película que me fascine, que me emocione realmente y de la que diga que es genial, así que he decido volver a la Filmoteca, a la mía y la de España, y descubrir nuevos títulos que guarden joyas desconocidas. Del cine en televisión me permito no hablar porque con sus cortes publicitarios el insulto al espectador está servido. Me centro en la Filmoteca. Disfrutar de ella es algo fabuloso, porque sigue guardando la magia de lo clásico, convirtiéndose en un lugar donde aún sí se puede soñar. Para empezar, casi todas se encuentran en lugares y edificios emblemáticos tanto por su historia como por su antigüedad e historicidad, por lo que el atractivo es doble.

Recuerdo Salamanca, en mis años de estudiante a finales de los noventa, cómo llegué por casualidad a la Filmoteca, guiado quizás por un espíritu desconocido que hizo que me topara con ella, me adentrase en sus fauces y me devorara para siempre. En aquel tiempo hacerse socio era algo muy sencillo, y dada su sencillez, fue lo primero que hice. A partir de entonces supe que mi vida iba a cambiar, iba a ser más completa y hasta más feliz. Los viernes por la mañana era el día en el que yo me realizaba, uno o dos días antes tenías que elegir qué película querías ver para que estuviera preparada cuando llegases. Con este pequeño detalle podías sentirte importante y hasta valorado, pues la gente que allí acudía era toda estudiosa e investigadora de lo fílmico y por lo tanto creía en lo que hacía.

 

“A partir de entonces supe que mi vida iba a cambiar, iba a ser más completa y hasta más feliz.Los viernes por la mañana era el día en el que yo me realizaba”

El ambiente era insuperable, las conversaciones elevadas y hasta el olor de las viejas películas y de la cartelería tenían algo especial y distinto a lo que podías encontrarte en un cine convencional.

Descubrí cantidad de películas que eran desconocidas para mí y empecé a interesarme por géneros y títulos nuevos. Mi verdadera vocación empezó ahí y supe que el cine iba a ser una parte importante de mi vida. Hoy, ya lejos de Salamanca hace muchos años, he obviado el cine convencional y comercial y he vuelto a la Filmoteca, esta vez la de Madrid, donde el ambiente, las conversaciones y hasta el olor de lo clásico y antiguo sigue siendo el mismo del de la Filmoteca de la vieja ciudad del Tormes. He vuelto a recordar los viejos tiempos y he sido muy feliz buscando entre legajos, películas y archivos, todo lo que un día me emocionó  y me convirtió en lo que soy hoy, un enamorado del séptimo arte.


 

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