UN REFUGIO INESPERADO (1ª PARTE)

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Transcurría el año 1.931 cuando Jan Zabinski y Antonina Erdman festejaban sus esponsales, quedando sus vidas unidas para siempre. Jan era ingeniero y zoólogo. Antonina había estudiado piano y lenguas extranjeras. Se conocieron cuando aprendían dibujo y pintura en la Academia de Bellas Artes. Compartían, además, un mutuo amor por la naturaleza y los animales.

Antonina Zabinski

Emprendían juntos una nueva andadura por la senda de la vida, cargados de ilusiones, de proyectos innovadores y de expectativas. Ejerciendo el puesto de nuevo director del zoológico de Varsovia, Jan, aspiraba legítimamente a convertirlo en uno de los más majestuosos de Europa. Su esposa y él ocupaban la casa grande, que pasaba casi inadvertida entre tanta vegetación. Desde el primer momento compartieron su vida y su hogar con los animales del zoo, quienes requerían de una constante atención y cuidados. No resultaba extraño entrar en el salón de su casa y ver aparecer a algún animalito con una pata vendada, un ave con el ala quebrada en vías de curación o a los cachorritos de lince (procedentes del bosque de Bialowieza y huérfanos a causa de los cazadores furtivos) que ella se ofreció a cuidar, con el fin de preservar la especie en peligro de extinción pues sólo quedaban unos cuantos ejemplares en Europa.

Diferentes lenguajes, sonidos, sabores u olores se mezclaban y condensaban en el aire, formando una amalgama misteriosa difícil de desentrañar. A estos densos y cotidianos aromas se terminaron por acostumbrar.

Rynard Zabinski

En 1932 nació su primer hijo, Ryzard, (les gustaba llamarle Rys), que en polaco significa: lince, quien creció en un hogar donde sus mejores amigos eran los animales.

El zoológico estaba situado a la orilla derecha del río Vístula. Contaba con muy diversas especies, algunas exóticas. Tenían la responsabilidad y la preocupación que todo parque zoológico requiere, la de mantener animales sanos y calmados, por lo que Jan debía organizar, supervisar y hacer continuas rondas. Se desplazaba para realizar este trabajo en su bicicleta e iba acompañado siempre de su inseparable alce, al que llamaba Adam. Disponían de guardas que patrullaban constantemente para evitar robos, ya que las especies exóticas estaban de moda en el mercado negro. Acudían a visitarlo personalidades distinguidas, tanto de Polonia como del extranjero, delegados del gobierno, profesionales de la prensa. De anfitriona ejercía Antonina enseñándoles las distintas zonas que habían recreado, bosques, prados, desiertos, lagunas, entusiasmaba a todo el mundo contando historias y anécdotas. Ella tenía un don especial en su trato diario con los animales, les ayudaba a estar calmados y tendía a humanizarlos, consiguiendo efectos verdaderamente sorprendentes.

En 1.939 habían conseguido varios objetivos, el zoo gozaba de un aspecto magnífico y ellos se preparaban para recibir al año siguiente la reunión anual que se celebraría en su ciudad, la cual congregaría a los miembros de la Asociación Internacional de Directores de Zoológicos. Un evento importantísimo. Lo que ignoraban entonces era la secreta orden que Hitler había dado a sus generales, “para que se ocupasen del problema polaco”.

Molotov-Ribbentrop

En agosto de 1.939 los ministros de asuntos exteriores Von Ribbentrop y Molótov, habían firmado un pacto secreto de no-agresión entre Alemania y la Unión Soviética. El mundo despertó conmocionado ante la noticia, aún no se conocía el contenido de dicho pacto pero parecía no quedar duda de las intenciones, se albergaban negros auspicios sospechando que ya se estaban dividiendo Polonia tras la invasión, repartiéndose sus productivas y codiciadas tierras de labranza.

En la madrugada del 1 de septiembre, los alemanes, contando con la ventaja del factor sorpresa y en la oscuridad de la noche habían atravesado las fronteras polacas. Amanecía cuando los zumbidos de los Stuka se acercaban amenazadores a la ciudad sobresaltando y estremeciendo a sus habitantes. Como Jan era un veterano de la Primera Guerra Mundial supuso que serían escuadrones de la Luftwaffe escoltando al ejército alemán. Consciente de que Polonia carecía de los aviones, armas o equipamientos de guerra para combatir contra la todopoderosa Alemania de Hitler, decidió poner a salvo a su familia de inmediato alojándola en un lugar más seguro.

La Blitzkrieg (palabra que se atribuye a Hitler y significa: “guerra relámpago”) hacía acto de presencia, acompañada del terror. Una pesadilla con connotaciones apocalípticas invadió súbitamente la apacible vida de los polacos, su existencia estaba a punto de cambiar y jamás volvería a ser igual. Tan sólo habían pasado unas pocas horas cuando se enteraron de que la viciada mente de Hitler había urdido una artimaña para justificar la invasión ante el mundo, intentó hacer creer que los polacos habían atacado Gleiwitz, una ciudad fronteriza alemana. En realidad fueron las mismas tropas nazis las que prepararon el falso ataque, se vistieron con uniformes polacos y requisaron una radio local emitiendo una falsa llamada a las armas contra Alemania. Incluso llegaron a mostrar a periodistas extranjeros los cadáveres de prisioneros vestidos con el uniforme polaco, en un vano intento por convencerles ya que la trampa no surtió efecto.

“a Blitzkrieg (palabra que se atribuye a Hitler y significa: “guerra relámpago”) hacía acto de presencia, acompañada del terror. Una pesadilla con connotaciones apocalípticas invadió súbitamente la apacible vida de los polacos, su existencia estaba a punto de cambiar y jamás volvería a ser igual.”

Los Zabinski, en su lógica obsesión de salvar a su pequeño hijo Rys prepararon precipitadamente algo de equipaje y salieron del zoo, adentrándose en las calles adyacentes y bulevares. Sobre sus cabezas retumbaban los zumbidos de los bombarderos y de las sirenas que llevaban incorporadas, sembrando confusión entre la gente. Los Stuka aparecían veloces, se dejaban caer en picado dibujando en el aire una vertical perfecta y acto seguido soltaban sus bombas que caían cerca de donde se encontraban. La ciudad se había convertido en un caos, la gente gritaba

llamándose unos a otros, corrían enloquecidos sin saber muy bien adonde les llevaba el pavor que, de pronto, se había apoderado de ellos. Escenas dantescas aparecieron ante sus ojos, tejados que se desprendían de los edificios y desaparecían entre un ruido infernal acumulando nubes de polvo negruzco, casas que ardían, ramas caídas, árboles arrancados de cuajo, socavones en el asfalto que impedían el paso y diseminados por las calles yacían los cuerpos inertes de ancianos, niños, mujeres y de animales. Los quejidos de los heridos pidiendo ayuda apenas tenían eco entre aquel infierno de destrucción. Varsovia era bombardeada en un brutal y salvaje ataque sorpresa, los nazis aniquilaban cuanto encontraban a su paso sin discriminación alguna, de tal forma, que parecía como si quisieran borrarla de la faz de la tierra. Jan se dio cuenta de que no podían seguir y debían regresar rápidamente a su casa del zoo.

Continuará…

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