A mar revuelto, hasta el independentismo vale

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 No sé si a ustedes se les ha llegado a pasar por la cabeza que esto de la independencia es algo que, a pesar de las muchas chapuzas en su puesta en escena esconde algo más tras de si.

 

Nadie en su sano juicio, y menos algunos politólogos, pueden haber pensado que el fin del procés es la independencia de Catalunya con el sistema constitucional vigente, y quien no oliese a sedición todo esto, o es que es un ignorante redomado, en cuanto al conocimiento del derecho se refiere, máxime cuando la vía del dialogo entre el gobierno central y el autonómico estaba rota; o también puede tratarse de un osado ignorante intentando poner al gobierno de Rajoy entre las cuerdas esperando que éste se achantase por miedo a una revolución popular en las calles de Barcelona.

Pensar en el última alternativa del modus operandi de los independentista sería desconocer la represión de la que siempre ha hecho gala el Partido Popular, posiblemente por lo enraizado que está en sus sangres el añorado, por ellos, dictador Francisco Franco, siendo prueba de ello, entre otros comportamiento y actitudes, las subvenciones que otorgan a asociaciones y organizaciones franquistas que, independientemente del objeto de sus estatutos, han dejado patente  la exaltación del fascismo de la que, incluso hacen gala sin ningún tipo de disimulo; aunque tampoco se puede negar que pueda haber más de un independentista que en su ensoñación, posiblemente se veían vencedores en esta batalla.

Como es lógico, el Tribunal Constitucional declaró ayer contrario a la Constitución la declaración unilateral de independencia de Catalunya, esto unido al posicionamiento en contra de los organismos internacionales a pesar del mucho ruido que parte del ex gobierno catalán y alcaldes de la cuerda están dando en Bruselas. Si bien a más de uno nos complace que la prensa internacional, en su mayoría, esté haciendo un perfecto análisis de la situación, incluido del abuso de las fuerzas del orden público, manejadas como suele hacer habitualmente  por el Partido Popular, a pesar del esfuerzo de Puigdemont en la capital de Bélgica de tratar de vender la moto a los periodistas con una película diferente de lo que ha sucedido, donde España aparece como un país maltratador y poco demócrata.

Pero, volviendo al argumentación inicial, el análisis que también puede hacerse de lo sucedido en cuanto al posicionamiento independentista se refiere, aparte de asegurar el plato de sopa boba de sus políticos en el Parlament durante los próximos treinta años, fraccionando no sólo Cataluña sino también al resto del Estado español, cuyos ciudadanos, de uno y otro lado se han tomado esto como una guerra entre moros y cristianos, obviando lo fundamental que no es otra cosa que el sentido independentista de algunos catalanes  -vamos a dar por hecho que la mitad-; sentimiento legítimo porque cada uno puede pensar lo que quiera, otra cosa es como se haga, de manera que cuanto más sean las medidas represoras, aunque sean legales, más exacerbado será, además de provocar que dicho sentimiento perdure a lo largo del tiempo como una demanda histórica, por lo que urge acercar posiciones.

La otra finalidad ha sido y sigue siendo aprovechar el momento de la representación de determinados partidos políticos entre cuyos objetivos es hacer que el actual sistema democrático salte por lo aires,  con la intención de demostrar al resto de España y al mundo en general que en parte de la península ibérica las cosas no funcionan bien, lo cual no es del todo falso, porque, precisamente, el surgimiento de ciertas fuerzas políticas a la izquierda de la izquierda a la que estábamos acostumbrados, se debe en gran medida al descontento de la población, sobre todo de la más joven que ven su futuro más que incierto.

 

“La otra finalidad ha sido y sigue siendo aprovechar el momento de la representación de determinados partidos políticos entre cuyos objetivos es hacer que el actual sistema democrático salte por lo aires,”

No es necesario posicionarse de uno y otro lado, máxime cuando es evidente que en ambos lados no se ha actuado correctamente o, al menos, como debería haberse hecho para evitar la confrontación vergonzosa que está teniendo lugar; para ver que, efectivamente ni España, ni ninguna de sus Comunidades Autónomas van bien, sino no se hubiese aplicado por el gobierno central la regla de contención del gasto para intentar enmendar las barrabasadas que se han hecho desde las distintas Administraciones Públicas; sino también en comprobar que la recuperación económica de la población no deja de ser más que una ficción o un cuento de brotes verdes. Sólo hay que salir a la calle y ver la gran cantidad de negocios que se cierran y no se vuelven abrir, o comprobar la estadística de desempleo, que levemente mejora y cuando lo hace es debido al empleo estacional en época estival, entre otros indicadores.

En definitiva, está pasando algo que, aparte de tener su causa fundamental en la política económica marcada por Europa, que ha demostrado que no está dando resultados, también lo es porque en España se han cometido excesos, no sólo por los poderes públicos, sino también por las propias familias que en el momento de las vacas gordas llegaron a endeudarse hasta las trancas pensando que el ritmo económico seguiría en ascenso, aunque el calentamiento económico ya se veía venir.

Gobierno central y gobiernos autonómicos, independientementes del color, se jactaban de un estado de bienestar ficticio provocado por la burbuja inmobiliaria, que lo vendían en cada comicio electoral como un logro de su gobierno para su rentabilidad política, hasta que todo ¡¡ boom !!, saltó por los aires, provocando una grieta en la economía difícil de recuperar. Y, como siempre se ha hecho, a mar revuelto ganancia de pescadores. La izquierda más radical aparece en escena, cuestionándolo todo, provocando y fomentando la lucha popular en las calles, incluso en las instituciones; y como contrapeso una nueva derecha, personalizada en Albert Rivera, aparte del resurgimiento de la extrema derecha que no dudan en salir a la calle enarbolando banderas españolas preconstitucionales en confrontación a la estelada, incluso a la señera

En fin, un totum revolutum, en que no sólo los ciudadanos mezclamos todo, sino también los políticos, éstos a su antojo para llevar el agua a su molino, que exige que todos nos soseguemos un poco, porque ni todo lo construido durante los últimos cuarenta años es malo y porque, la confrontación nunca contribuye al acercamiento de ideas y posiciones.

Nos urge que nos sentemos a hablar no sólo por el tema de Catalunya, sino que, además, deben llevarse  en el orden del día otros temas de vital trascendencia, siendo necesario un pacto de estado que, no sólo afronte la reforma constitucional, sino también una profunda reforma fiscal conforme a la cual paguen más los que más tienen, laboral y de pensiones, sin olvidarnos también de la reforma de ciertas instituciones básicas del Estado, como la Administración de Justicia, la sanitaria y la educativa, amén de la lucha efectiva contra la corrupción política, empezando a conjugar todos el verbo dimitir, por higiene política, al margen de la decisión que adopten los tribunales, porque dejar enquistar conductas contra las cuales no se reacciona con la misma rotundidad y prontitud que al aplicar el 155, lo único que conduce es la inseguridad jurídica de la ciudadanía que ve como el gobierno central o los gobiernos autonómicos no aplican la ley por el mismo rasero.

Si seguimos dando voces en la calle, da lo mismo en Bruselas, que en Madrid o que en Barcelona, y el resto de las ciudades de España, no llegaremos a escucharnos bien, imperando la agresividad y la fuerza, no la de la razón precisamente, situación de la  saldremos todos perdiendo.

 
 
 

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