LOS JUEGOS DE GUERRA DE DONALD TRUMP

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Dentro de la inocencia de la niñez y, parte de la adolescencia de aquella época de los que ahora superamos la mitad de un siglo -nada comparable a la actual-, recuerdo que en el tránsito de una etapa a otra, haber jugado por primera vez al Monopoly;

y dentro de la suerte del principiante, haber ganado un montón de dinero de juguete que me hizo sentir como el propio Rockefeller, especulando con mi creciente riqueza de ficción. Sentí por primera vez, la erótica del poder, pero, como contrapunto, también empecé a vislumbrar la injusticia social en cuanto a la falta del equilibrio de fuerzas entre quienes tienen el capital y quienes venden su trabajo para subsistir.

 

Del juego a la realidad, de la ficción a la patética realidad de machacar a los más débiles para que los fuertes cada vez lo sean más. Del poder al abuso de éste para no perder los privilegios que lleva implícito. Y al final un mundo en manos de los que encabezan la Lista Forbes, a excepción de algún chalado ensalzado por la plebe en uso del juego de la democracia, que permite votar pero no de controlar a quienes  se votan, eso, sin tener en cuenta la irresponsabilidad de quienes dan su voto a cualquier charlatán a pesar de un pasado turbio como es el caso del nuevo inquilino de la Casa Blanca,  con un armario lleno de trapos sucios como determinadas conductas de acoso sexual, con una misoginia incontrolable en una campaña electoral lo más parecida a un espectáculo circense; eso sin tener en cuanta sus negocios sucios y sus trampas al fisco. Y es que el pasado de Trump está tan entrelazado con la mafia que parece increíble que sus contrincantes del partido Republicano y su rival demócrata Hillary Clinton, no hayan llenado los periódicos de todos los EEUU con sus evidentes vínculos con el Crimen Organizado, y de esta manera haberse hecho con el poder.

 

“Estamos pues, ante una mezcla explosiva, ante una fuerza incontrolable manejada por quien su personalidad megalómana le hace auto situarse en la cumbre del poder, espetando decretos en contra no sólo de los propios derechos humanos, bajo una apariencia de auto protección frente a los enemigos de los EEUU”

Pero, lo realmente preocupante es que estamos hablando del presidente de los Estados Unidos de América, la única superpotencia militar tras la Guerra Fría y la disolución de la Unión Soviética, representando las dos quintas partes del gasto militar mundial, además de su fuerza económica, política y cultural, líder en el mundo. Un país con una fuerza inmensa en manos de quien ha empezado a gobernar a base de Decretos, con una ostentación sin precedentes del poder que representa, y que ha propiciado que muchos dirigentes de otros países del mundo hayan manifestado su preocupación por tales actuaciones, claramente calificable de abuso de poder, al predominar una predisposición a la confrontación más que unas cordiales relaciones en aras a solucionar los posible problemas bilaterales o plurilaterales, amén de su constante obsesión, como siempre ha sucedido en el partido Republicano, de potenciar los conflictos bélicos, al haberse auto atribuido el país una posición de garante de la democracia y libertad en el mundo, aunque no de los derechos humanos.

Estamos pues, ante una mezcla explosiva, ante una fuerza incontrolable manejada por quien su personalidad megalómana le hace auto situarse en la cumbre del poder, espetando decretos en contra no sólo de los propios derechos humanos, bajo una apariencia de auto protección frente a los enemigos de los EEUU, sino también, dando al traste con determinadas medidas iniciadas por su predecesor, las cuales presagiaban una mayor protección social, tales como la inclusión de medidas para abaratar los anticonceptivos en su reforma sanitaria o la ley de derecho al aborto; una normativa federal para la igualdad salarial entre hombres y mujeres y otra contra la violencia doméstica, campañas contra de las agresiones sexuales y una reforma de la regulación de las armas, así como designar a dos mujeres como juezas del Tribunal Supremo. Un legado que no está nada claro que sobreviva en su totalidad a la era de Donald Trump.

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