EL SUFRIMIENTO DE LA DESESPERACIÓN

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Dejadme sufrir en paz..

Las personas que deciden terminar con su vida no son diferente al resto. No existe un perfil del suicida. Los espirituales, esos que viven en comunión con Dios dicen que el suicida es un Espíritu cobarde e ignorante que huye a los compromisos adquiridos en la Espiritualidad, como medio de rescate de su propio pasado; destruyendo un cuerpo que no le pertenece, ya que es una obra de Dios. Que simple razonamiento,

¿Es un valiente o un cobarde el que decide quitarse la vida?. El suicida ni es un loco ni un valiente ni un cobarde. Sin embargo, constituye un problema de salud pública, ya que cada año un millón de personas en el mundo se suicida; es decir, cada 40 segundos muere un individuo por su propia mano.  El suicidio ocurre en un individuo normal que está enfrentando una situación difícil, complicada, dolorosa; el suicida es una persona que sufre, y tanto es su sufrimiento que prefiere no vivir para no sufrir. Sus notas más notables son el sufrimiento y la desesperanza”.

Una fuerte desesperanza, que no depresión, porque la depresión, no es condición para que se dé el suicidio, es la desesperanza, cuando ya no espera nada de nada ni de nadie…, es un desamparo aprendido que no puede cambiar su entorno, porque hace las misma cosas, de la misma manera, y sigue frustrándose, sigue fracasando en la forma en que enfrenta su vida.

No hace más de un año un amigo mío, extremadamente religioso, decidió quitarse la vida. ¿Por qué tomo esta decisión?, ¿por qué un hombre temeroso de Dios y amante de la vida decidió poner fin a todo?. La desesperanza ante una grave enfermedad con dolores insoportables parece que fue la causa.

Quizás alguno de nosotros haya sentido algo parecido a esto, o puede que no nos imaginemos qué pasa por la cabeza de quien se plantea la posibilidad de quitarse la vida. Probablemente la mayoría no entendamos nunca cómo puede llegar alguien a suicidarse. Es por ello que queremos acercaros  una realidad muy dura para muchas personas en el mundo y para sus familiares y amigos. Porque aunque a veces parezca que el dolor, el vacío o el derrumbamiento de nuestro mundo vaya a ser permanente, no lo es. Puede ser algo temporal.

¿Te has preguntado alguna vez, qué diferencia a un valiente de un cobarde? A primera vista, parece que son dos personas muy distintas, ¿verdad?

Pues si lo piensas no hay tanta diferencia…

¿Cuándo fue la última vez que fuiste valiente? ¿Qué sucedió? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué hiciste? ¿Cúal fue el resultado?

¿Cuándo fue la última vez que fuiste cobarde? ¿Qué sucedió? ¿Cómo te sentiste? ¿Qué hiciste? ¿Cúal fue el resultado?

La diferencia no es muy grande. Los dos quieren hacer lo que toca en vistas a conseguir sus objetivos. Los dos sienten el miedo, cuando tienen que actuar su corazón se acelera y les sudan las manos. Se les encoge el estómago. Les tiembla el pulso y su voz se quiebra. Las piernas flaquean.

Nada más lejos que querer hacer desde este razonamiento una apología del suicidio, ni mucho menos, sino simplemente acercarnos a quienes han perdido las ganas de vivir y, si cabe, de una manera simbólica tenderles mi mano, y contarles mi experiencia.

Hace tiempo, casi cuatro años me detectaron una artrosis degenerativa en la zona lumbar de mi espalda, lo que llevó a los médicos a intervenirme quirúrgicamente llevando a cabo una artrodesis. Para que todos  nos enteremos, una fijación con tornillos de  varias vértebras. Después del tiempo transcurrido no sólo las cosas no han mejorado, sino  que los dolores han ido cada vez más en aumento haciéndose. Dicen que se trata de dolores neuropáticos, un trastorno neurológico en el que las personas experimentan dolor crónico intenso debido a un nervio dañado. Los nervios conectan la médula espinal con el cuerpo y ayudan al cerebro a comunicarse con la piel, los músculos y los órganos internos.

Dolores que me han llevado más de una vez a tirar la toalla, ante este sufrimiento incontrolable, a no ser mediante una medicación salvaje a base de corticoides y estupefacientes derivados de la morfina, horas y horas de cama, y un largo peregrinaje por hospitales, buscando una solución que quizá o exista. Medicación que anula todos sus sentidos,hasta convertirte en ocasiones en un trozo de carme deambulante capaz de autolesionarse por el mero hecho de llamar la atención en una necesidad acuciante de sentir el apoyo de quienes te rodean, intentando reforzar una autoestima que no existe, y como muestra al exterior de nuestro sufrimiento. Conductas parasuicidas.

“Dolores que me han llevado más de una vez a tirar la toalla, ante este sufrimiento incontrolable, a no ser mediante una medicación salvaje a base de corticoides y estupefacientes derivados de la morfina, horas y horas de cama, y un largo peregrinaje por hospitales, buscando una solución que quizá o exista”

¿Se puede pedir tanto estoicismo a estas personas?, ¿se puede atentar más contra su propia dignidad llamándolas cobardes?. Aquí no hay valientes ni cobardes, y mucho menos falta de generosidad con los tuyos, a tal caso molestia, perturbación en su vivir diario. Sólo hay una realidad: el sufrimiento que, aunque en compañía de nuestros seres queridos y amigos, sólo lo sufrimos nosotros, empeorando nuestra calidad de vida.

Hoy por hoy amo la vida, a mi esposa, a mi familia, pero tengo francamente, el miedo de algún día no poderlo soportar. Pero, por favor, no me juzgues, no tienes derecho a hacerlo. Al menos dejadme ser libre.

No tengo falta de pudor por contar esto, sino la necesidad de tocar la mano a los que me conocéis.

Pero, prefiero no decir mi nombre al menos así te ahorro el motivo de juzgarme en nombre de no se qué deidades, ética o moral.

 

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