LA NUEVA INQUISICIÓN EN LA POLÍTICA QUE NOS PERSIGUE EN LA SOCIEDAD ACTUAL.

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Desgraciadamente la religión sigue siendo en el mundo actual, un elemento de potenciación de enfrentamientos entre las personas y son el origen de conflictos de larga duración entre algunos países y los causantes de muchas guerras durante la historia de nuestro planeta.

La religión se puede afirmar, que es la causante de millones de muertes, directamente a través de las guerras en su nombre y sobre todo por las trabas que siempre han puesto a los avances médicos. Imaginemos como hubiera cambiado la ciencia médica, si por ejemplo la religión musulmana no hubiera impedido a Ibn Siná en el siglo XI practicar autopsias para estudiar el interior del cuerpo humano, acusándole de nigromante y encarcelarle por ello, o si la hegemónica iglesia cristiana en occidente durante toda la edad media, no te acusaran por poca cosa de brujería y te quemaran en la hoguera, junto a miles de libros científicos.

Nunca sabremos a ciencia cierta qué nivel de avance médico tendríamos después de prácticamente mil años de atraso en investigación médica, pero seguramente la mayoría de enfermedades, hoy estarían erradicadas.

Pero más allá de los avances médicos y de las guerras, tenemos las relaciones entre la iglesia y los estados. Parece evidente que tendrían que ser dos cosas totalmente separadas. El estado tendría que funcionar sin las prerrogativas de la iglesia y mantenerse apartado de favorecer a una frente a las otras, tanto en lo económico, como en lo político.
Del mismo modo, las ideologías no deberían influir en la legislación de un país, ni en la aplicación de sus leyes. No deberían existir delitos de blasfemia por ejemplo. En algunos países, la blasfemia, es decir, la irreverencia hacia personajes, artefactos, costumbres y creencias de carácter religioso, no es un delito sino que está considerada una forma de libertad de expresión. En otros, como el Reino Unido o Pakistán la blasfemia es delito. En España sin llamarse blasfemia sino escarnio también es punible.

La blasfemia en España fue considerada un delito público contra Dios, castigado desde la Edad Media hasta finales del siglo XX con diversas penas, y del que se ocupaban tanto los tribunales seculares como la Inquisición —hasta su abolición en 1820—. A partir de 1988 la blasfemia dejó de ser delito en España, aunque existe el de escarnio de los “dogmas, creencias, ritos o ceremonias” de “una confesión religiosa” (artículo 525 del Código Penal de España).

Nuestra Carta Magna equipara ideología y religión, en cuanto que son derechos fundamentales de las personas, pero al llegar al Código Penal esta situación se desequilibra a favor de la religión. Las creencias religiosas gozan de un plus de protección penal del que no disfruta ninguna ideología. Si el Código Penal es la Constitución en negativo, habrá que concluir que el derecho a ser católico o evangélico tiene un mayor rango que el derecho a ser ecologista o nacionalista. En efecto,
un ecologista o un nacionalista no podrán denunciar a quien pretenda ofender sus sentimientos haciendo escarnio, burla o sátira de sus respectivas ideologías. Sin embargo, cualquier creyente podrá denunciar a quien considere que ha herido sus sentimientos religiosos.

Si las creencias religiosas son tan respetables como las ideologías, no es admisible que disfruten de un blindaje penal del que ninguna ideología, doctrina o producto del pensamiento humano puede disfrutar. Los sentimientos de los cristianos no pueden ser afrentados mediante una burla tenaz –ésta es la definición de escarnio- pero cualquier tertuliano puede despacharse a diario llamando “feminazis” a quienes defienden el feminismo, o “perroflautas” a quienes defienden a determinado partido y aquí penalmente no ha pasado nada.

Bien, pues parece ser que en España, ni la inquisición, ni el delito de blasfemia han desaparecido, como sería de esperar. Los dos ejemplos más conocidos en los últimos años han sido los que protagonizaron el cantante Javier Krahe y el cómico Leo Bassi, perseguidos por sus burlas.

El primero vio cómo se le perseguía en los tribunales por blasfemia.
Al segundo se le puso un artefacto explosivo en el teatro en el que representaba “La revelación”, donde hacía de Papa. La obra “Me cago en Dios”, de Íñigo Ramírez de Haro, cuñado de Esperanza Aguirre, llevó a que ultraderechistas le agredieran, patearan al actor y se manifestaran en la puerta del teatro para que fuera retirada. Dos nietos de Blas Piñar patearon al actor Fernando Incera y agredieron al autor, antes de destrozar el equipo de sonido e intentar incendiar la sala al grito de “Viva Cristo Rey”. Todos fueron absueltos de ofensas a la religión. El juez y la Fiscalía consideraron que la libertad de expresión, estaba por encima de la supuesta ofensa religiosa.

La libertad de expresión, hoy vuelve a estar en entredicho. Tenemos los bochornosos casos de acusaciones y juicios a unos titiriteros que sacan una pancarta, dentro de una obra de teatro; a una edil del Ayuntamiento de Madrid, acusada por protestar contra el hecho de que la iglesia mantenga espacios privilegiados, dentro de los espacios públicos dentro de la universidad; al cuñado de Rita Barberá, acusado de apología a la violencia de género por sus declaraciones públicas, en las que dijo “Permitidme la licencia. Si yo me entero de que mi mujer ha dado 1.000 euros (al PP), la corro a bofetadas; ni ha dado ni se los ha pedido nadie”; El alcalde de Cartaya suspende una obra de teatro sobre víctimas y ETA, se ha eliminado de la programación del teatro municipal la obra ‘La mirada del otro’, de la compañía Proyecto 43-2, sobre los encuentros que tuvieron lugar entre víctimas y disidentes de ETA en la cárcel de Nanclares de la Oca (Álava) en 2011; La portavoz de Ciudadanos en Valladolid, Pilar Vicente, ha pedido al Ayuntamiento que suspenda “por prudencia” un concierto del grupo de Def con Dos.

Estamos viviendo unos acontecimientos que son reflejos de épocas pasadas que creíamos superadas pero que la realidad nos demuestra que ciertos pensamientos retrógrados, autoritarios, persecutorios y sectarios, siguen de plena vigencia en la sociedad actual.
La Inquisición no se abolió en 1820…

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