LA INTEGRIDAD DE UNOS PADRES

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Despedidagabriel
Me atrevería afirmar que la mayoría de los españoles hemos tenido que contener la emoción tras conocer el desenlace fatal de la desaparición del pequeño Gabriel; así como la furia contra su presunta asesina por su execrable conducta contra un niño indefenso, por su frialdad y actuación ante los medios intentando despistar a los investigadores, a su propia pareja -padre del niño-, a miles de voluntarios, y a millones de ciudadanos que hemos seguido los acontecimientos con la esperanza puesta en su retorno, esperanza que poco a poco se iba disipando, sobre todo cuando  fuimos conocedores de la extraña aparición de su camiseta.

Si de las muchas actuaciones de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que merecen ser ensalzadas, ésta es una de ellas, por su eficaz actuación y por su rapidez, aún a pesar de que poco más de las dos semanas que han transcurrido desde su desaparición para muchos, pero sobre todo para la familia, ha sido una eternidad. Pero, si alguien merece un especial reconocimiento es la propia familia de Gabriel, sobre todo la de sus padres Ángel y Patricia, no sólo por el exquisito trato hacia los medios, sino también por su colaboración con los investigadores del caso, y por su enorme integridad.

Y, de nuevo el debate sobre la prisión permante revisable, lo que no dejar de ser un eufemismo de la cadena perpetua pero con matices cuyo origen lo tiene en la Ley Orgánica 1/2015 por la que se modificó el Código Penal, sobre la que el Congreso de los Diputados está estudiando su derogación a iniciativa del PNV.

Hace unos días, mostré mi opinión sobre la excesiva politización que existe del Derecho Penal y de sus penas, olvidando, a veces, su doble finalidad, por una parte la del pago de la deuda contraida con la Sociedad y con la víctima por su conducta punitiva y, por otra, la de reinserción del condenado una vez cumplida su condena.

Por otra parte, es comprensible la actitud de muchos padres que por la desaparición y asesinato de sus hijos, hagan suya la causa de defensa de la citada  condena; pero, el problema surge cuando de casos particulares, como el de la muerte de Gabriel, Diana Quer, Marta del Castillo, MariLuz Cortés, Candela y Amaia Oubel Viéitez, y Ruth y José Bretón Ortiz,  se globalizan en una pena aplicable a otros muchos supuestos sin concretar, de excepcional gravedad en los que esté justificada una respuesta extraordinaria mediante la imposición de una pena de prisión de duración indeterminada, sujeta a un régimen de revisión. Entre otras cosas, porque se incumple el principio constitucional de reinserción y el carácter no degradante de las penas”

“es comprensible la actitud de muchos padres que por la desaparición y asesinato de sus hijos, hagan suya la causa de defensa de la citada  condena; pero, el problema surge cuando de casos particulares como el de la muerte de Gabriel (…) se globalizan” 

Bien es cierto, también, que dicha pena se aplica a asesinatos especialmente graves, homicidio del Jefe del Estado o de su heredero, de jefes de Estado extranjeros y en los supuestos más graves de genocidio o de crímenes de lesa humanidad. Ahora bien, la investigación criminológica demuestra que el aumento de la dureza de las condenas no disuade de cometer delitos. Además, nuestro Código Penal es uno de los más serveros de nuestro entorno con penas de hasta 40 años en prisión (por concatenación de distintas penas).

También hay que tener en cuenta si interesa a un Estado el alto presupuesto dedicado a las instituciones penitenciarias, ascendiendo el coste por preso 21.299 euros; además de la alta tasa de reclusos que en nuestro país es superior a los de nuestro entorno. ¿No sería mejor invertir en otras medidas de prevención del delito y en medidas sociales que luchen contra la verdadera causa de los mismos que, en la mayoría de los casos se debe a la marginación y la desigualdad social?.

Sí, resulta obvio que quien delinque pague por sus acciones, y que la pena sea proporcional a su gravedad, pero, también es necesario poner en la misma balanza otros aspectos, y es que la pena de cadena perpetua no devuelve a las madres y padres los hijos que han perdido a manos de un criminal sin escrúpulos; satisfaciendo únicamente su deseo de justicia contra tan grave pérdida, lo cual no deja de ser una manera de aplacar su deseo y el de muchos ciudadanos, de venganza contra crímenes como los indicados.

Es decir, tenemos en una balanza, por una parte la necesidad de castigo y, por otra, la humanidad hacia el preso, como un Derecho Humano que impide penas inhumanas y degradante; línea que también  marca nuestra propia Constitución. Y, no nos queda otra que buscar el equilibrio dicha balanza, símbolo de la justicia, sin que resulte oportuno juzgar en caliente y, no lo digo yo, lo ha dicho la mismísima madre de Gabriel en el funeral de su hijo, en referencia a un cuento que tras la noticia de la muerte ha llegado a sus manos, donde se indica que no han perdido sino que han ganado un tesoro porque la bruja del cuento está donde tiene que estar y, que, por lo tanto, debemos sacarla de nuestras cabezas.

Hagamos caso a Patricia, y cuando el dolor que todos tenemos en nuestros corazones por la pérdida de Gabriel, nunca tan grande como el suyo, tome poso; debemos hablar con tranquilidad para buscar el equilibrio aludido, una difícil decisión que aunque debe ser adoptada por nuestros representantes políticos, estos no pueden desoír la voz del pueblo, pero sin intentar hacer de ello una causa política, sino buscando lo mejor para todos, para toda la sociedad.

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