LA IMPERFECCION DEL SER HUMANO

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Llega un tiempo en que las personas de cierta edad tenemos mucho pasado, un presente que nos planteamos vivir intensamente hacia un futuro que, obviamente, aunque nunca se sabe, lo normal es que sea más corto que el de una persona joven. Es por ello que, de una manera diferente de aquellos que tienen toda la vida por delante nos planteamos si lo vivido ha merecido la pena, si se han cumplido en cierto modo nuestras expectativas. En definitiva, hacemos un juicio acerca de dónde venimos y a dónde vamos.

Al final nos damos cuenta que el pasado podría haber sido mejor si hubiésemos cambiado ciertas cosas en un determinado momento, que el presente es tan efímero que lo vives sin darte cuenta y que, el futuro está en nuestras manos, el decidir cómo queremos vivirlo.

En cierto modo, nuestra vida se asemeja al tablero de un ajedrez, es decir un mosaico de casillas blancas y negras. Las blancas representan todo lo bueno y las negras todo lo malo o, también, las primeras representan la vida y las segundas la muerte, no como el momento de pasar la línea de nuestra existencia, sino como el agotamiento del tiempo que el día a día nos lleva a un futuro cierto que es el dejar de vivir.

Como en toda partida de ajedrez, depende de las jugadas que hagamos para que el rey sea salvado, para impedir ese jaque mate que termine con el juego haciendo victorioso a uno de los jugadores. Una vez que mueves una figura del ajedrez no es posible dar marcha a atrás para plantear una jugada mejor, de ahí que tengamos que encarar el juego a partir del último movimiento y del hecho por nuestro contrincante. Dicho de otra manera, apechugar con lo que hemos hecho y si podemos mejorar, aunque no siempre se puede.

Si esto lo trasladamos a nuestra vida, es lo mismo. Estamos en el lugar que estamos por las circunstancias que sean y de nada sirve darle vueltas a lo vivido sino es para perder el tiempo, salvo una excepción, sino no nos gusta como somos en el momento presente hacer lo posible por cambiarlo para conseguir un futuro mejor.

Habrá cosas que se puedan cambiar pero otras no, bien por falta de tiempo, por no ser el momento adecuado o simplemente porque no nos compensa un cambio a estas alturas. Esto si lo planteamos desde un punto de vista material, eso sí, sino pretendemos un cambio, al menos debemos ser lo suficientemente coherentes como para no caer en la frustración, algo que, a veces, es inevitable. Ahora bien, siempre existe algo que si no lo cambiamos de ello va a depender nuestro futuro, el sentido de nuestra propia existencia

Todos los seres humanos, o al menos una gran mayoría, nos planteamos la vida como si fuese a durar una eternidad dejando para el día siguiente lo que podemos hacer hoy y,  lo que no nos gusta de nosotros lo vamos arrinconando porque hacer frente a nuestras impefrecciones no nos causa una buena sensación o un buen estado de vida, no nos lleva hacia la felicidad, de manera que nos embarcamos en cosas materiales viviendo en la inercia de la vida, lo que al final se traduce en una bola de imperfecciones humanas que a medida que sigue rodando se va haciendo más grande, como una bola de nieve.

“… y lo que no nos gusta de nosotros lo vamos arrinconando porque hacer frente a nuestras impefrecciones no nos causa una buena sensación o un buen estado de vida, no nos lleva hacia la felicidad…”

 
 

Somos seres imperfectos, entre otras cosas porque la perfección absoluta no existe y, porque la imperfección y el camino hacia lo que consideramos perfecto forma parte de la libertad del individuo. Además, de existir, esa misma perfección se transformaría en un movimiento mecánico en una programación del ser humano donde la libertad y el libre arbitrio no tendría cabida, incluso no existiría el azar, seríamos como seres programados, como androides.

Nuestra vida, si algo la hace interesante es la posibilidad de moldearla a nuestro gusto, aunque, a veces, resulta obvio que hay circunstancias ajenas a nosotros mismos que hacen que nuestro camino se tenga que desviar del que habíamos trazado inicialmente. Así pues, de la misma manera que debemos aceptar el pasado, aunque éste no nos guste, debemos aceptar que en el camino nos vamos a encontrar obstáculos que nos llevarán a bordear el que estamos siguiendo, incluso, cambiar hacia hacia otra dirección.

Eso sí, para trazar nuestro camino con las menos curvas posibles es imprescindible que al menos confeccionemos un proyecto de dónde, cuándo y cómo  queremos que discurra. Dicho de otra manera, nuestra vida es una continúa búsqueda de la felicidad y ello va a depender de cómo seamos nosotros, de cómo afrontemos los problemas, de cómo vivamos cada minuto de nuestra efímera existencia.

“… nuestra vida es una continúa búsqueda de la felicidad y ello va a depender de cómo seamos nosotros, de cómo afrontemos los problemas, de cómo vivamos cada minuto de nuestra efímera existencia.”


Es difícil asimilar que una persona egoísta, insociable, intolerante, envidiosa, en resumen, una mala persona, sea feliz, porque sus fundamentos de vida se sustentan en pilares endebles que lo único que le puede reportar es ganar una felicidad pasajera y material. Es cierto que hay personas que en base a cualidades y actitudes  negativas pueden llegar a alcanzar un determinado éxito en su vida, pero ese éxito sólo le puede reportar cierta felicidad, pero no toda, por mucha apariencia social.

Muchas personas nos hemos preguntamos alguna vez, para qué queremos ser mejores con tanta mala gente como hay suelta, pero, para nada tiene que ver la bondad del ser  humano, su mejoría como persona, con el hecho de ser tonto o no saberse defender de los ataques externos, de los abusos de los demás, hay es donde entra en juego nuestra dignidad.

En conclusión, el ser mejores como personas nos va a reportar una existencia mejor, una mayor felicidad, un fin por el que luchar, nuestra propia trascendencia después de la muerte entre aquellas personas que vivimos e hicimos felices siendo mejor nosotros. Todo depende, siguiendo con el ejemplo del ajedrez, de como movamos nuestras figuras para vencer a ese enemigo oscuro que no sólo está en nuestro interior sino, también, a aquellos que nos encontramos en el camino.

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