LA DESPEDIDA

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La Despedida

 

No es muy ortodoxo hacer leña del árbol caído, pero cuando es el propio árbol el que en su caída se lleva por delante a los leñadores, la cosa cambia, sobre todo cuando estos han utilizado las herramientas  y medios adecuadas en la tala.

Así es, M. Rajoy ayer en el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Popular se despachó bien a gusto contra quienes le han mandado al banquillo, quien sabe si en un futuro no muy lejano será al banquillo de los acusados, haciendo de él un cadáver político; en cuya intervención recalcó de manera especial que no habían sido los españoles quienes le habían retirado la confianza. No obstante, el lenguaje demagógico y oportunista de nuestros políticos, el de todos o al menos de una gran mayoría, suelo ser así, trasladar un mensaje a los ciudadanos que deje en alza su gestión.

Y, como siempre, queda servida la ocasión para que tengamos carnaza suficiente para que los ingenuos ciudadanos podamos criticar y censurar a los contrarios, lo cual no estaría mal si en este país estuviésemos más acostumbrado a la dialéctica, es decir, al dialogo o discusión con el único fin de descubrir la verdad mediante la exposición y confrontación de de razonamientos y argumentaciones contrarios entre sí. Confrontación entendida como una técnica de comparación entre posturas opuestas y no de ataque o agresión verbal contra el interlocutor o interlocutores.

Pero no, los españoles como latinos que somos, tenemos la sangre demasiado caliente como para usar técnicas tan dependientes de la razón, por lo que, resulta prácticamente imposible, hablar sin recibir algún exabrupto en el mejor de los casos, o ser apaleado por las hordas de simpatizantes de uno u otro partido. Desgraciadamente no es así, siendo sepultada la razón por una amalgama de conductas o elementos distorsionados más propios de un patio de escuela de primaria que de una sociedad democráticamente madura.

Uno de esos elementos o conductas distorsionadas es el aludido anteriormente de la despedida de M. Rajoy, utilizando argumentos falaces para un pretendido lavado de imagen personal y del Partido Popular; lo que se traduce al final en dejar un campo sembrado de minas para el enfrentamiento entre quienes apoyan una postura y la contraria, dicho de otra manera entre los seguidores de aquel y los que les han forzado al haraquiri político. Es por ello que decir que no le han echado los españoles, aunque es una evidencia, sin embargo decirlo un demócrata constitucionalista como él, al menos eso opinan los suyos, es intentar demonizar una técnica perfectamente válida en cualquier régimen democrático, que no es otra que moción de censura, prevista en el artículo 113 de nuestra Constitución, que por si alguna o alguno desconoce, transcribo a continuación:

  1. El Congreso de los Diputados puede exigir la responsabilidad política del Gobierno mediante la adopción por mayoría absoluta de la moción de censura.
  2. La moción de censura deberá ser propuesta al menos por la décima parte de los Diputados, y habrá de incluir un candidato a la Presidencia del Gobierno.
  3. La moción de censura no podrá ser votada hasta que transcurran cinco días desde su presentación. En los dos primeros días de dicho plazo podrán presentarse mociones alternativas.
  4. Si la moción de censura no fuere aprobada por el Congreso, sus signatarios no podrán presentar otra durante el mismo período de sesiones.

Además, atacar a los partidos políticos que han apoyado tal moción, tanto por él como por los suyos, pone de manifiesto su doble vara de medir en cuanto a los innumerables pactos de gobernabilidad que tanto su partido como el que ahora ocupa la presidencia del gobierno de la nación, han venido suscribiendo sobre todo con nacionalistas, no respetando el resultado de las urnas. Todas ellas técnicas válidas en cuanto que lo que persiguen es la estabilidad política, como en el caso de la moción de censura, cuya  única finalidad, según la regulación antes aludida, es la de exigir responsabilidad política, como en el presente caso, ante los innumerables casos de corrupción dentro de su partido que, aunque pudiéramos discutir si son o no sistémicos, la cuestión se desborda cuando es el propio partido político que preside y el que le ha mantenido en la presidencia del gobierno el que ha sido condenado por haber participado a título lucrativo en uno de los más graves, que no el único, caso de corrupción en este país del que todavía queda mucho por decir y juzgar en cuanto a la cantidad de altos cargos y varones del partido implicados.

Desde luego que no le han echado los españoles porque los españoles no hemos sido llamado a las urnas, cuestión que hubiese sido deseable para muchos si la dimisión que ayer puso ante el Comité Ejecutivo Nacional del partido lo hubiese hecho cuando las evidencias de implicación de esta formación política en el caso Gürtel salieron a la luz, dimitiendo no solamente de la presidencia del partido sino también de su cargo como presidente del gobierno, con convocatoria de dichas elecciones. Eso lo hubiese hecho, como se ha indicado en otra publicación en este medio de un compañero, una persona que hubiese tenido vergüenza torera, o no torera; dicho de otro modo, una persona que hubiese tenido un mínimo sentido de la responsabilidad por el cargo que ostenta y la repercusión que sus actuaciones, vamos a llamarlas irregulares, pueden tener o afectar como en este caso a la gobernabilidad del país.

Tanto M. Rajoy como el partido que preside no han tenido dicha responsabilidad en el cumplimiento de su deber más fundamental que no es otro que  garantizar o salvaguardar la democracia tanto del país como del propio partido, la cual ha sido puesta en entredicho en innumerables ocasiones, amén de solucionar los graves problemas que nos acucian a una gran mayoría de ciudadanos, en relación a los cuales el Partido Popular ha demostrado,  no sólo importarle lo más mínimo dada la pasividad del ahora expresidente, sino que, además, se ha agravado con una política de recortes sociales que han demostrado no dar el resultado esperado de recuperación de la economía.

“Tanto M. Rajoy como el partido que preside no han tenido dicha responsabilidad en el cumplimiento de su deber más fundamental que no es otro que  garantizar o salvaguardar la democracia tanto del país como del propio partido, la cual ha sido puesta en entredicho en innumerables ocasiones,”



Así es el juego de la democracia, y así hay que contarlo, de manera que las palabras del expresidente del gobierno y del PP  no dejan de ser una huida hacia delante para no reconocer los errores del pasado, además de evidencia tener una memoria muy floja en no recordar aquellas de las que ha participado su partido en algunas Comunidades Autónomas, dicho sea de paso sin que haya prosperado la mayoria.

Por último, infundir miedo a la ciudadanía con aquel “que vienen los rojos” o “los enemigos de España”, erigiéndose en salvadores de la patria,  no deja de ser una perdición de futuro que queda por ver y de la que, sólo aquellos medios no comprados o manejados por ciertos resortes en el que la libertad de prensa queda en entredicho, no dejaremos de criticar si llegara el momento de hacerlo por la misma falta de responsabilidad política o de cualquier otro género; pera más en este caso, en el que la presentación de la moción de censura nos obliga a ser quizá más exigentes por aquello de que no se puede exigir lo que uno es incapaz de incumplir.

Pero así es el ego de Rajoy, así es su soberbia, la misma que la de su partido, despidiéndose dando coces a todo aquel que le ha exigido su responsabilidad política; además de no enterarse de que él es fundamentalmente el responsable de la corrupción en el seno de su partido, por haberlo presidido y por no haber hecho nada por terminar con ella.

 
 

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