¿INDIGNACIÓN O POPULISMO?

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En estos últimos días ha vuelto a la palestra el término populismo con ocasión de las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, y en particular, en relación con uno de los candidatos, Donald Trump, finalmente  presidente electo e inquilino de la Casa Blanca a partir del próximo mes de febrero.

En España, este término parcamente definido en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, ha visto incrementado su uso a partir de las últimas elecciones al Parlamento Europeo, donde apareció un nuevo partido político en escena con la obtención de cinco eurodiputados, cuestionado por sus nuevas formas y por la vinculación de algunos de sus cabecillas con el gobierno venezolano de Hugo Chavez, en calidad de asesor politólogo, cobrando por ello una sustancioso cantidad que muchos han visto en ella una financiación encubierta del partido al que nos referimos, Podemos.

Pero este término se ha visto incrementado en su uso, como una coletilla del resto de partidos políticos, intentando con ello desprestigiar a la formación morada, ante el sorprendente resultado obtenido  en los últimos dos comicios para la elección de representantes para el Congreso de los Diputados y el Senado, el último como repesca del anterior, ante la imposibilidad de formar gobierno, convirtiéndose en la tercera fuerza política a poca distancia del Partido Socialista; actualmente segunda en intención de voto, tras los problemas internos de los socialistas debido a su descalabro en las citadas elecciones, bajando de 110 en las  de 2011 a 85 el 26 del pasado mes de junio.

Pero, ¿qué es el populismo?, ¿qué es ser populista?.

“Populismo” y el adjetivo “populista” fueron términos académicos antes de transformarse en expresiones de uso común. A su vez, como muchos otros conceptos académicos, nacieron como parte de vocabularios políticos de algún país en concreto. “Populismo” fue utilizado por primera vez hacia fines del siglo XIX para describir un cierto tipo de movimientos políticos. El término apareció inicialmente en Rusia en 1878 como Narodnichestvo, luego traducido como “populismo” a otras lenguas europeas, para nombrar una fase del desarrollo del movimiento socialista vernáculo.

Por lo general, el populismo nace de un líder carismático que es percibido como parte del pueblo, y que como parte de éste, entiende sus problemas y dificultades. Usualmente, los líderes populistas explotan el sentimiento de opresión de las masas y las injusticias sociales para movilizar tanta gente puedan, muchas veces en contra de los intereses de las elites sociales o políticas. Los lideres populistas se mantiene en el poder precisamente por medio de su popularidad, y por esto, es necesario para ellos implementar políticas que favorezcan al pueblo, lo cual muchas veces significa poner a un lado las leyes y normas de la constitución.

Llegados a este punto, otra pregunta que debemos hacernos es si ser populista ¿es algo bueno o malo?, ¿es Podemos un partido populista o lo son todos?.

En sentido general, sectores socialistas y comunistas han utilizado el término “populista” para definir a los Gobiernos que favoreciendo a los sectores populares no pretenden terminar con el sistema capitalista.

Además, la crisis de la representación política basada en sistemas electorales que se ciñen a circunscripciones que hacen que el valor del voto emitido por los ciudadanos tenga diferente valor según el número de votantes en cada circunscripción; cuando lo normal sería que cada persona equivalga a un voto. Esto unido al hecho de una crisis económica que ha puesto en jaque y en cuestión los gobiernos basados en un sistema capitalista, con una depresión similar a la de principios del siglo XX en EEUU, ha provocado que surjan lideres políticos que han ido adquiriendo protagonismo en cuanto a su protección de las clases más débiles o desfavorecidas económicamente, de las que cada vez se ha ido apoderando con mayor virulencia un sentido de resentimiento político, impulsado en gran medida por la corrupción y abuso de poder de la que han hecho gala los partidos tradicionales.

Vistas así las cosas podríamos afirmar que el populismo es bueno en tanto en cuanto lo que pretende es el equilibrio de fuerzas o lo que es lo mismo una auténtica justicia distributiva, denominada justicia social, no sólo del poder sino también de los recursos económicos y de producción. Convirtiéndose en algo malo cuando su discurso se impone, al presentarse sus líderes como únicos redentores de las clases sociales más bajas, utilizando la política del miedo, mediante un continuo discurso radicalizado de confrontación social.

Pero igual de malo es el discurso de los partidos de derechas que manipulan a las masas con promesas de cambio y políticas encaminadas a la protección de los más desamparados, cuando en realidad lo que potencian es un neoliberalismo radicalizado, limitando al máximo la intervención pública, sobre todo dentro del ámbito productivo y empresarial, y también respecto de las políticas sociales cada vez más limitadas por los recortes impuestos por la U.E. en cuanto a la contención del gasto público. En definitiva, una política en contra del más débil; lo que trasluce su hipocresía al prometer cosas en campaña que luego no cumplen cuando gobiernan en pago de un crédito de las élites que los ha financiado.

© Olga S.- PLAZABIERTA
© Olga S.- PLAZABIERTA

“Pero igual de malo es el discurso de los partidos de derechas que manipulan a las masas con promesas de cambio y políticas encaminadas a la protección de los más desamparados, cuando en realidad lo que potencian es un neoliberalismo radicalizado”

Es obvio que el populismo responde a una demanda social, cada vez más creciente, atendiendo a las demandas insatisfechas por esos gobierno neoliberales y corruptos, como método de rescate de la soberanía popular frente a una plutocracia y oligarquía de partidos que, en nuestro país cada vez convence a menos a pesar de que la derecha siga en el gobierno; aunque con menos votos que el bloque de la izquierda, dividido por un Partido Socialista que tras venir a menos, no acaba de encontrar su sitio después de haber abrazado y cohabitado con políticas neoliberales en sus dos gobiernos, el de Felipe González y el de Zapatero,  con algunos que otros fuegos de artificio mediante leyes de contenido social, pero no de carácter económico proteccionista.

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