EXALTACIÓN DEL FASCISMO, UNA CONDUCTA PERMITIDA EN ESPAÑA

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El próximo día 20 de noviembre, se cumplen 41 años de la muerte del dictador Francisco Franco Bahamonde, impulsor, junto a otros altos cargos de la cúpula militar, del golpe de Estado de 1936 contra el Gobierno democrático de la Segunda República,

cuyo fracaso desembocó en la guerra civil española. Fue investido como jefe supremo del bando sublevado el 1 de octubre de 1936, y ejerció como caudillo de España —jefe de Estado— desde el término del conflicto hasta su fallecimiento en 1975, y como presidente del Gobierno —jefe de Gobierno— entre 1938 y 1973.

1 Peseta (1946-1963)
1 Peseta (1946-1963)

Como rasgos característico del dictador hemos de destacar el autoritarismo y el despotismo, además de su narcisismo y el culto a la personalidad y, sobre todo, el mesianismo, hasta el punto que su efigie apareció en las pesetas, moneda oficial en España, hasta la entrada el euro en 2001, con la inscripción: “Francisco Franco caudillo de España por la gracia de Dios”, ya que realmente creía que la deidad había puesto la mano sobre él para para llevar a cabo una cruzada y salvar España del comunismo.

Casi medio siglo después de su fallecimiento se siguen realizando el día de su muerte un montón de misas, honrando su memoria, aparte de algún acto civil conmemorativo, que hasta el año 2007 vinieron celebrándose en el Valle de los Caídos donde fue enterrado. Lugar que ha sido considerado como el símbolo más importante del franquismo a pesar del esfuerzo de algunos de convertirlo en un homenaje de todos los caídos durante la guerra civil, tras la Ley de la Memoria Historica. En el decreto de 2 de abril de 1940, por el que se ordenaba su construcción, se dice que es “para perpetuar la memoria de los caídos de nuestra gloriosa cruzada“, con un acto inaugural donde se ensalza la victoria del que posteriormente fue  llamado “movimiento nacional”.

Esquela que aparece en el diario El Mundo 16/11/2106. Página 7
Esquela que aparece en el diario El Mundo 16/11/2006. Página 7

El final de la Guerra Civil que siguió a la sublevación o golpe de estado contra el gobierno de la segunda república, no supuso el fin de la violencia política ni la vuelta a la normalidad. El bando triunfante no tenía la intención de perdonar los crímenes de sus adversarios ni de iniciar un proceso de reconciliación nacional. El nuevo sistema político iniciado a partir del 1 de abril de 1939 se basaba en la división entre vencedores y vencidos, en la imposición de los valores de los primeros y en la negación de los principios políticos e ideológicos de los segundos. Por ello, la inmediata posguerra estuvo presidida por la represión y la persecución política, la escasez de alimentos y productos de primera necesidad y el juego de influencias de las distintas familias que habían formado el bando victorioso en la Guerra Civil.

Toda guerra civil comporta un alto grado de violencia política entre los civiles, y la española no fue una excepción. De hecho, la violencia ya se había apoderado de la vida política española antes de la guerra y durante ella no hizo más que incrementarse. Los estudios más rigurosos cifran en alrededor  de 400.000 las muertes violentas producidas durante la Guerra Civil, repartidas a partes iguales entre ambos bandos.

Algunas ciudades y pueblos eran la viva imagen de la destrucción; durante la guerra fueron destruidas alrededor de 250.000 viviendas y buena parte de las comunicaciones más importantes.

Vale por dos paquetes de tabaco
Vale por dos paquetes de tabaco

Los alimentos no sólo eran escasos sino de ínfima calidad. Con la finalidad de garantizar el suministro de productos de primera necesidad se implantó la cartilla de racionamiento, aunque se reveló claramente insuficiente. Los que disfrutaban de una buena situación económica recurrieron al mercado negro aunque no era necesario ser rico para saltarse el racionamiento; cualquier pariente o amigo en el Ejército, la Administración o la Falange tenía acceso a productos al margen de la cartilla. Durante 10 años los españoles tuvieron que padecer las penurias del racionamiento, mientras unos pocos acumulaban grandes fortunas gracias al estraperlo.

El final de la guerra no acabó con la represión, ni abrió paso a la reconciliación, ni tampoco supuso el fin de la militarización de los juicios políticos. Al seguir en vigor el estado de guerra hasta 1948, se mantuvieron los tribunales militares y las fuerzas de seguridad continuaron sometidas a disciplina militar. Los Tribunales Militares solían ventilar alrededor de 15 casos a la hora, sin garantías procesales y presumiendo la culpabilidad del acusado, lo que pone de manifiesto la sangría posterior a la guerra de la que fueron autores los vencedores sobre los vencidos.

Para escapar de la represión muchos de los que se habían comprometido con la causa republicana tomaron la vía del exilio. Sabemos que salieron del país unas 180.000 personas durante los últimos meses de la guerra, aunque la cifra total de exiliados pudo ser mayor. Los 140.000 exiliados que llegaron a Francia después de la campaña de Cataluña fueron agrupados en campos de concentración, donde se les trató más como prisioneros que como refugiados. Los exiliados que emigraron a México, en cambio, fueron recibidos hospitalariamente por el presidente Lázaro Cárdenas. En cualquier caso, el anhelo de todo exiliado era volver a España y aunque no hubo ninguna política de reconciliación por parte del régimen franquista, la mayoría de ellos lo hicieron en los primeros años de la década de los cuarenta, de forma discreta y sin ser objeto de represalias.

La represión no se limitó a la persecución política sino que se extendió a la imposición de un nuevo orden de corte fascista que duro hasta la muerte del dictador. Para ello, las nuevas autoridades se empeñaron en borrar todo recuerdo del paso de la República y llenaron las calles de los símbolos de los vencedores: las hoces, martillos y las banderas tricolores fueron sustituidas por yugos, flechas y águilas imperiales. Las plazas y calles más importantes de cada ciudad se dedicaron a Franco, José Antonio y los héroes locales del bando nacionalista.  El nombre del Caudillo se pintó en las paredes de los edificios públicos de toda España y su imagen se reprodujo en sellos, monedas y fotografías colocadas en todas las oficinas públicas, incluidos las escuelas y centros de enseñanza públicos. Se impusieron nuevos hábitos siguiendo un estricto código moral de corte tradicional. La prohibición del uso en público del catalán, vasco y gallego fue acompañada por la campaña Habla la lengua del imperio, que pretendía extender al ámbito privado la obligación del uso del castellano.

Esperanza Aguirre. Concejala Ayuntamiento de Madrid por el PP Esperanza Aguirre. Concejala Ayuntamiento de Madrid por el PP[/caption]
“..- treinta y ocho años después (…) se sigue haciendo apología del fascismo con actos públicos conmemorativos de la muerte del dictador y de exaltación de su dictadura, actuaciones que todavía muchos ven como normales bajo el falaz argumento que forma parte de nuestra historia.” 


De hecho, la permisividad de este tipo de conductas se evidencia en la inaplicabilidad en muchos casos de la Ley de la Memoria Histórica, incluso del Código Penal, el cual, si bien, no permite castigar la apología del fascismo por si sola, su artículo 28 prevé la apología del delito como acto preparatorio punible, que permite castigar el enaltecimiento de un crimen o de su autor, que es lo que realmente se esta haciendo con los actos conmemorativos de la muerte del dictador, aparte de una incitación al odio tipificado, asimismo, en el artículo 510 del C.P. Si bien la jurisprudencia ha determinado que, para poder aplicar este artículo, hace falta que la conducta en cuestión constituya, como mínimo, una incitación directa a cometer unos hechos mínimamente concretados. Es decir, para castigar un acto de apología del fascismo con base a este artículo, este tendría que provocar directamente a un acto de odio, discriminación o violencia. Evidentemente esto resulta realmente difícil de probar, de aquí que este tipo delictivo haya servido de muy poco para luchar contra conductas de exaltación fascista como las descritas.

En fin… esto es España, o tal vez deberíamos decir las dos Españas, por una división que los mismos políticos están fomentando con sus políticas represivas y de confrontación social.

http://guerracivil.sabanet.es/pagina4.htm
http://www.huffingtonpost.es/2015/11/13/cosas-saber-franco_n_8557096.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Franco#cite_note-denominaci.C3.B3n-8

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