Parece ser que no solo la muerte tiene una crónica anunciada. Hoy parece cumplirse una predicción hecha por mí desde estas mismas páginas cuando se celebró el congreso de Podemos.
Era inevitable que las maneras de líder absoluto que se gasta Pablo Iglesias llevaran a Iñigo Errejón a una salida de la estructura “oficial” del partido, y que esa salida no fuera pactada ni aceptable para el perdedor. Supongo que Pablo Iglesias tenía la necesidad de que se visualizara sin ningún género de dudas lo que le espera a cualquier disidente que ose enfrentarse a su liderazgo.
Y ya está aquí el nuevo partido, Los Comunes, un partido que parece agrupar a todos aquellos que desde una izquierda moderna, todo lo moderna que puede ser cualquier ideología que se base en las vivencias del siglo XIX, aspira a sentirse cómoda entre los votantes y respaldada por ellos. Todas la figuras marginales de Podemos, incluidas las alcaldesas de las dos principales ciudades del país, son figuras representativas del nuevo partido y tienden una mano, con manzana envenenada, es verdad, a Podemos que no tendrá más remedio que rechazarla y quedar así como el malo, que posiblemente lo sea, de la película.
Como en física, en política, todo espacio vacío tiende a llenarse, y la radicalización, aún más, de Podemos tras su último congreso y las dudas que los socialistas están dejando con sus primarias en la opinión pública habían provocado un socavón en el espectro político que había que cubrir, y, como dice el refrán, el que da primero da dos veces, y Los Comunes, parecen haber dado primero.
Posiblemente está maniobra tenga dos damnificados principales, aunque a lo mejor no lo son de forma inmediata.
El primer damnificado es el Podemos de Iglesias que no puede, no sería creíble, tender puentes hacia los que acaba de intentar aislar levantándoles un muro. La imposibilidad de captar electores del gran caladero no alineado de votantes y su propia atomización llevara a Podemos a convertirse en la nueva IU.
Pero con ser el más claro Podemos, seguramente el mayor perjudicado de esta nueva opción sea el PSOE. Un PSOE enzarzado en una guerra fratricida, en una guerra cruenta y despiadada en la que no solo vale ganar, hay que aplastar. En una guerra basada en la descalificación y el insulto. En una guerra que no va a permitir cicatrizar las heridas sea cual sea el resultado.
“El primer damnificado es el Podemos de Iglesias que no puede, no sería creíble, tender puentes hacia los que acaba de intentar aislar levantándoles un muro.”
Si gana Pedro Sánchez el ala más moderada, más reconocible hasta ahora del PSOE, y los votantes independientes menos socialistas, no tendrán cabida en las siglas y tendrán que fundar su propio partido o acercarse a Ciudadanos. Si la que gana es Susana Díaz posiblemente se encuentre que tendrá más respaldo de los votantes que de los militantes y que la parte de estos que le han jurado odio eterno, que ya es tiempo para odiar, y la han cubierto de improperios por todos los medios a su alcance, seguramente emprenderán un éxodo inevitable hacia Los Comunes, principalmente, y hacia Podemos. ¿Y si gana Patxi López? Pues si gana Patxi López ganará la inestabilidad, el conflicto no resuelto, el aplazamiento del desenlace.
Así que, antes o después, la izquierda ocupará tres huecos, salvo que alguien sea capaz de refundarla, o refundirla, que lo mismo me da, como a principios de la transición. Entre tanto esta reinterpretación de la izquierda solo podrá acceder al gobierno pactando de dos en dos, que tampoco es mala cosa para los ciudadanos.
Tal vez en las próximas elecciones sea precipitado, pero más pronto que tarde España se puede encontrar con un gobierno de izquierdas formado por socialdemócratas y Comunes, que falta le haría. O sea lo que había, pero pactado y con caras nuevas.
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