EL TOP MANTA Y LA DEMAGOGIA CIUDADANA

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Cuando la demagogia forma parte de nuesto sistema de razonamiento indudablemente las consecuencias no son buenas, habida cuenta que su uso, principalmente por los políticos populistas, se basa en apelar a los sentimientos y emociones de la gente para ganarse su apoyo. La retórica del demagogo busca únicamente incentivar las pasiones, los deseos o los medios para conseguir el favor del pueblo o lo que es lo mismo su voto.

Dijo Abraham Lincoln que “la demagogia es la capacidad de vestir las ideas menores con las palabras mayores”, y eso es lo que estamos haciendo con el momento actual tema de los manteros, mezclando recursos ideológicos infectados por una retórica demagoga, como es el hecho de afirmar desde la compasión que son personas sin recursos económicos y que tienen que ganarse la vida de alguna manera; lo cual es tan absurdo como querer justificar el hurto o el robo por personas que carecen de dichos recursos. Y, es que, nos olvidamos que las personas que se dedican al top manta son el último eslabón de una estructura mafiosa que se dedica a la falsificación de marcas que compiten de forma desleal con los negocios más próximos que venden la marca original, obviamente a un precio mayor.

Según las cifras oficiales más de siete mil millones de euros alcanza el mercado de la falsificación en nuestro país, ocasionando hasta uno 40% de perdidas en los comerciantes en la capital de España, con muy parecidas cifras en Barcelona, Valencia y otras ciudades turísticas. Cifras que van en aumento debido a la participación o colaboración de los propios ciudadanos que compramos los productos vendidos por aquellos aún sabiendo que se trata de una práctica ilegal, casi siempre con la única intención de ahorrarnos el precio del producto original, que por su conseguida imitación a veces es  difícil de distinguir, siendo habitual la justificación de tal conducta ciudadana la caridad o solidaridad hacia personas que han cruzado nuestras fronteras y que utilizan este recurso como único modo de supervivencia al carecer de “papeles” que les impide el acceso al mercado laboral  de forma legal.

“Según las cifras oficiales más de siete mil millones de euros alcanza el mercado de la falsificación en nuestro país, ocasionando hasta uno 40% de perdidas en los comerciantes en la capital de España pero muy parecidas a las que sufren en Barcelona, Valencia y otras ciudades turísticas.”


La antedicha caridad o solidaridad estaría bien si con ello no estuviésemos  contribuyendo con conocimiento a una práctica ilegal que compite con comerciantes que venden productos de forma legal en establecimientos legales abiertos al público al estar prohibida la venta ambulante salvo en lugares adecuados para ello conocidos como mercadillos en un determinado día de la semana; donde los Ayuntamientos a través de sus correspondiente ordenanzas fijan las condiciones, entre otras disponer de alta de autónomo, estar al corriente de sus obligaciones con la hacienda pública y con la seguridad social, así como el pago de la correspondiente tasa. Es obvio que todo tiene que girar en torno a un orden para que las cosas funcionen dentro de la normalidad lo cual se traduce necesariamente en cumplir con la legalidad vigente.

Así pues, desde una perspectiva responsable, en primer lugar deberíamos ser los propios ciudadanos los que no fomentamos este tipo de práctica  al margen de la Leyes vigentes, como son la Ley de la competencia, de ocupación de la vía pública sin permiso de la autoridad municipal, amen de otras normas jurídicas de carácter tributario. Además de plantearnos que nuestra caridad o solidaridad no puede hacerse con cargo a la de otras personas que son aquellos comerciantes con establecimientos en los lugares donde se ubican los manteros. Dicho de otra manera, si queremos ser solidarios hagámoslo con nuestros propios recursos no con los de otros y, por supuesto, siempre dentro de la legalidad.

Sin embargo, parece que el virus de la demagogia cada vez está mas presente en nuestra sociedad, en primer lugar por su uso por los políticos que, como se ha indicado buscan el favor de los ciudadanos, es decir, su voto, apelando o manipulando sentimientos como el de la citada solidaridad frente a personas desvalidas por estar al margen del sistema; cuando deberían ser ellos los que diesen la solución, en principio para evitar la competencia desleal y en segundo lugar para que la actuación de tales personas estuviesen amparadas por la legalidad.

Debemos ser conscientes todos que permitiendo este tipo de prácticas en realidad estamos dando alas a la inseguridad poniendo cada vez menos trabas a la precariedad, incluso contribuyendo a que ciertos movimientos xenófobos alcen su bandera contra las personas que se dedican a este tipo de venta en la vía pública, fomentando la violencia y el rechazo social contra ellos como única solución al problema, y cuyo fin último no es otro que el desestabilizar el sistema buscando la confrontación social, cada día más imperante en nuestras calles azuzados por ciertos movimientos políticos de carácter populista.

“Debemos ser conscientes todos que permitiendo este tipo de prácticas en realidad estamos dando alas a la inseguridad poniendo cada vez menos trabas a la precariedad, incluso contribuyendo a que ciertos movimientos xenófobos alcen su bandera contra las personas que se dedican a este tipo de venta ilegal,”


No querer ver el problema del top manta o disfrazarlo con demagogia no es más que otra manifestación de una sociedad miope, como casi siempre arrastrada por ideologías populistas, que prefieren mirar hacia otro lado hasta que el problema lo tienen en su propia puerta. Pero, como dijo otro expresidente del gobierno, en este caso español, Adolfo Suarez: “quienes alcanzan el poder con la demagogia terminan haciéndole pagar al país un precio caro”.

 

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