Después de aquel desaire de la reina Letizia a su suegra la reina emérita Dª Sofía el pasado 1 de abril al finalizar la misa de Pascua en la Catedral de Palma de Mallorca, han sido varias las fotografías en las que se ha podido ver a ambas como si nada hubiese pasado en una actitud perfectamente programada por la Casa Real para demostrar a sus “súbditos” que entre ambas no hay ningún mal rollo, además de intentar forzar la buena relación entre abuela y nietas, sobre todo con la heredera al trono a la que pareció molestarle el abrazo de aquella en un intento de hacerse juntas una fotografía por el fotógrafo real, cuya culpa de tan desairado comportamiento la mayor parte de la opinión pública parece atribuir a la Letizia, en una clara demostración pública que la relación entre reinas no es tan buena y que quien manda es aquella.
Pues bien, siguiendo con el marketing real, en el último posado de los reyes Felipe VI y Letizia con sus hijas en sus tradicionales vacaciones veraniegas en la citada isla, esta vez en el Palau de l’Almudaina y no en el de Marivent, su residencia de verano; en este caso sin la presencia de los eméritos, justificado por su hijo en el hecho de que D. Juan Carlos estaba “fastidiado”, lo que ha provocado que hayan vuelto a cargarse las tintas de los diferentes medios informativos en el hecho de la mala relación existentes entre ellos, atribuyendo de nuevo la responsabilidad a la estirada nuera.
Sea como fuere, lo que es evidente es la estampa idílica que el posado ha querido transmitir a quienes están interesados en la vida cortesana, convirtiéndolo en el más largo de la historia y queriendo demostrar una total naturalidad -forzada-, en las respuestas a distancia a las preguntas formuladas por los periodistas allí presentes que, en algún momento, propició el dialogo entre el matrimonio y sus hijas.
Para muchos este posado no va más allá que el de cualquier otra persona famosa que aparece en las revistas del corazón que son las que hacen el agosto -y nunca mejor dicho-, como una forma de acercase al glamour y a la vida ostentosa de unos pocos privilegiados, quizá intentando recrear aquellos cuentos de príncipes azules y princesas del pueblo que les contaban de niños para dormir y que, algunas niñas, sobre todo, habrán deseado como un sueño inalcanzable recreándose en juegos de palacio colocándose una tiara de plástico en la cabeza o vistiéndose con algún disfraz de princesa. Para otros, los más monárquicos no es más que una clara demostración del buen funcionamiento de una institución que, según ellos, representa a España y a los españoles.
Sean cuales fuere las intenciones que llevan a muchos a comprar ese tipo de revistas que han convertido a la familia real en un elemento imprescindible del papel couche, igual que se hace con otras instituciones importantes del país, como la presidencia del gobierno donde también viene siendo tradición fotografiar al presidente de turno, algunas veces con su familia, en su lugar de veraneo; no se pretende criticar, ni mucho menos, a quienes les gusta recrearse con este tipo de posados, cada uno con su tiempo y su dinero hace lo que le viene en gana, pero debe entenderse que para algunos, sobre todo por la escasa y forzada naturalidad nos parezca cuanto menos algo ridículo, no sólo por el poco aprecio a una institución que dista mucho de ser democrática, en cuanto que la auténtica representación en una democracia parlamentaria debe ser la elegida por el pueblo de forma periódica mediante elecciones, distando mucho de serlo una institución a la que se le otorga un carácter vitalicio.
“… no se pretende criticar, ni mucho menos, a quienes les gusta recrearse con este tipo de posados, cada uno con su tiempo y su dinero hace lo que le viene en gana, pero debe entenderse que para algunos, sobre todo por la escasa y forzada naturalidad nos parezca cuanto menos algo ridículo…”
Pero, así son las cosas, al pueblo hay que mantenerlo entretenido, a veces con partidos de fútbol, otras con alguna confrontación ideológica o patriótica y, como no, con algunas fotografías de la ostentosa vida que algunos llevan a nuestra costa. Y, como siempre, el debate esta servido: ¿monarquía o república?, la pena es que este debate no trascienda de determinados foros y se lleve a donde se tiene que llevar como es al parlamento, sin miedos, porque nunca hay que tener miedo a la voluntad del pueblo libremente expresada en las urnas.
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