EL MIEDO A LA LIBERTAD

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Hablar de libertad para algunos significa hacer lo que a cada uno le da la gana, sin parar a pensar que nuestra libertad termina donde empiezan los derechos de los demás. Otros, confunde libertad con democracia, sin darse cuenta que la  democracia es una forma de organización social donde existen unas reglas de juego que hay que respetar y, también los hay quienes pretenden utilizar la libertad de los demás en su propio beneficio, dicho de otra manera, hacen uso de una pseudodemocracia para no perder sus privilegios.

Inevitablemente el poder existe y debe existir, quien no lo piense así les invito a leer “El contrato social” de Jean-Jacques Rousseau. Esta  obra, dividida en cuatro libros, su esencia se traduce en que para vivir en sociedad, los seres humanos acuerdan un contrato social implícito que les otorga ciertos derechos a cambio de abandonar la libertad de la que dispondrían en estado de naturaleza en el que todos los hombre son iguales. Siendo así, los derechos y los deberes de los individuos constituyen las cláusulas del contrato social, en tanto que el Estado es la entidad creada para hacer cumplir el contrato. Del mismo modo, los seres humanos pueden cambiar los términos del contrato si así lo desean; los derechos y los deberes no son inmutables o naturales. Por otro lado, un mayor número de derechos implica mayores deberes, y menos derechos, menos deberes.

Más tarde, durante la Ilustración, Montesquieu formuló la teoría de la división de poderes, según la cual en distintas formas de gobierno, los poderes legislativo, ejecutivo y judicial del estado son ejercidos por órganos  de poder distintos, autónomos e independientes entre sí. Algo muy diferente a lo que realmente ocurre en muchos países denominados democráticos, para muestra tenemos el nuestro.

El problema no es que el poder exista, sino la forma en que se ejercita y,  fundamentalmente quien lo ejerce, quienes son los que realmente tienen miedo a la libertad, sobre todo a quienes la ejercemos con espíritu crítico, desde la razón, aunque no siempre con la razón, ni mucho menos, porque somos conscientes que nuestras teorías son nuestras, fruto de nuestro razonamiento, estudio o experiencia, y que pueden o no coincidir con la de las demás. No somos conspiradores, ni pretendemos serlo, sólo cuestionamos lo que creemos no se hace de la forma adecuada.

“El problema no es que el poder exista, sino la forma en que se ejercita y, fundamentalmente quien lo ejerce, quienes son los que realmente tienen miedo a la libertad,

Empezando por la estructura internada de los distintos partidos políticos, la de todos, no se libra ninguno, donde quien cuestiona a su líder o las ideas  impuestas por sus órganos de gobierno y dirección, se le somete a un ostracismo sin piedad, todo porque para ellos se convierte en un ser molesto, en vez de aceptar su oposición como una forma de autocrítica o de mejora interna.

Así que, si seguimos por todo lo que supone una manifestación de este pluralismo político en el ejercicio del poder, al final se construye una torre de babel, donde no se entiende nada, donde todos discutimos, en un lenguaje distinto, a veces también en un idioma diferente, siendo la falta de entendimiento el no querer hablar en un lenguaje común, porque hay quienes se consideran que no son comunes, sino superiores por un miserable número de votos ganados con la mentira y, digo miserable, porque no se ganan de forma limpia, sólo hay que ver las campañas electorales … y mucho menos pensado en los débiles.

Y, esto se repite en cualquier tipo de organización, incluso en aquellas que están presididas por deidades, a los de arriba les da miedo las nuevas ideas, la nueva sabia, las nuevas teorías, porque quizá pierdan sus sillones, sus distintivos que los hace superiores, y que mejor forma de hacerlo que convirtiéndose en nuestros censores, tapándonos la boca, quitándonos nuestra libertad. No quieren mujeres ni hombres libres, porque para ellos son peligrosos, sólo porque peligra su estatus.

 

“… esto se repite en cualquier tipo de organización, incluso en aquellas que están presididas por deidades, a los de arriba les da miedo las nuevas ideas, la nueva sabia, las nuevas teorías, porque quizá pierdan sus sillones, sus distintivos que los hace superiores”


A la libertad no hay que tenerla miedo, pero si hay que ser valiente para ejercerla, con compromiso y con respeto, no haciendo lo que nos da la gana, sino dentro de un orden, con respeto, porque si así no lo hacemos nos convertimos en seres totalitarios, como ellos, como los que tienen miedo a la libertad. El poder no nos hace mejores, el respeto sí.

Y mucho cuidado con los lobos con piel de cordero a servicio de aquellos, son todavia peores, porque aspiran a comerse las migajas que aquellos tiran. Ni siquiera son valientes para intentar ocupar su lugar. Son los servilistas, los cuevistas… los mediocres.
 

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